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Sevilla

El 'San Jerónimo' que se libró de la subasta

  • La Policía entrega al Museo de Bellas Artes un cuadro del siglo XVII recuperado en una casa de subastas

  • La pintura procede de un convento de Córdoba y es obra de Sebastián Martínez Domedel

Una agente de la Policía Nacional mira el cuadro recuperado, este miércoles en el Museo de Bellas Artes.

Una agente de la Policía Nacional mira el cuadro recuperado, este miércoles en el Museo de Bellas Artes. / Antonio Pizarro

Una casa de subastas de Sevilla anunciaba en su catálogo una pintura de San Jerónimo procedente de un convento de Córdoba. El lienzo iba a ser vendido al mejor postor el 18 de diciembre con un precio de salida de 120.000 euros. Dos días antes de que se subastara, la Policía Nacional retiró el cuadro de la venta. Los agentes de la Brigada de Patrimonio Histórico habían recibido un aviso del Ministerio de Cultura tras la denuncia de un particular, que alertaba de que el lienzo que figuraba en el catálogo de la subasta podría haber sido vendido ilegalmente casi treinta años antes. La Policía intervino el cuadro y, este miércoles, dos meses después de aquella operación, fue entregado en depósito al Museo de Bellas Artes de Sevilla. Allí permanecerá hasta que el juez que lleva el caso decida cuál debe ser el destino final de la obra de arte.

El cuadro representa a San Jerónimo oyendo la trompeta del Juicio Final. Lo pintó Sebastián Martínez Domedel, un artista de Jaén que fue pintor de la corte durante el reinado de Felipe IV, entre 1655 y 1660. El cuadro estuvo durante siglos en el convento de las dominicas del Corpus Christi de Córdoba, que desapareció en los años noventa, cuando lo compró Cajasur y hoy es la sede de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores.

El comisario jefe de la Brigada Central de Delincuencia Especializada, Félix López Rivera, y el inspector jefe de la Brigada de Patrimonio Histórico, Fernando Porcel, explicaron ayer que todo apunta a que alguna de las religiosas vendió la obra a un anticuario de Córdoba cuando desapareció el convento. Aunque no existe factura alguna de esta venta, así lo avala el hecho de que el cuadro no haya figurado nunca en las bases de datos nacionales e internacionales de obras de arte robadas. Nunca fue sustraído, por lo que la pista en la que trabaja la Policía es la de la venta. El anticuario ya está muerto, por lo que la teoría se quedará en eso.

Lo que sí parece claro es que la venta fue ilegal, porque desde 1985 la ley de Patrimonio Histórico prohíbe a la Iglesia comerciar libremente con sus bienes y el cuadro estaba en el convento en el año 1992. Así lo constató un profesor de la Universidad de Córdoba que hizo una tesis doctoral en la que hacía referencia a esta obra y que venía acompañada de una serie de fotografías, en las que la Policía se ha basado para esta investigación. En 1997, Cajasur publicaría un libro sobre el convento con esas imágenes.

Desde entonces, el San Jerónimo oyendo la trompeta del Juicio Final de Sebastián Martínez ha pasado por al menos cuatro compradores, entre ellos algunas sociedades que pagaron más de 200.000 euros por él. Así llegó hasta el último comprador y hasta la casa de subastas que lo ofertaba en Sevilla a mediados de diciembre. Los investigadores han logrado documentar la trayectoria del cuadro. El último dueño y depositante del mismo es un galerista y marchante de arte que lo adquirió en octubre de 2019 a la misma sala de subastas.

A su vez, esta casa compró la pintura en noviembre de 2016 a una entidad dedicada a la venta de arte y antigüedades de Sevilla. Todos estos compradores no tendrían responsabilidad penal alguna, pues no tenían por qué saber que el cuadro había sido vendido ilegalmente a mediados de los años noventa. Ahora, un juez tendrá que decidir qué hace con el cuadro, que mientras tanto se conservará y estudiará en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Esta operación ha puesto de manifiesto la complejidad de las investigaciones sobre el patrimonio histórico, especialmente cuando hay en juego bienes procedentes de conventos. La Iglesia tiene un inventario de todas sus obras de arte y cualquier catedral o parroquia tiene perfectamente documentadas sus piezas. Sin embargo, los conventos no dependen directamente de cada diócesis sino de los superiores de sus respectivas congregaciones.

Esto se traduce en que son muy pocos los cenobios españoles con un inventario de sus obras de arte. Así, cuando se produce un robo o una venta ilegal, la Policía tiene que recurrir a “fuentes externas”, como la tesis doctoral en la que aparecía el San Jerónimo del convento del Corpus Christi. Probablemente, de no haber existido ese trabajo universitario, los agentes no habrían podido certificar que la obra que salía a subasta en Sevilla era la misma que había sido vendida de manera fraudulenta casi tres décadas antes en Córdoba.

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