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Sevilla

El cambio con minúsculas

  • El primer balance se salda sin grandes titulares, pero tampoco escándalos, tras doce meses condicionados por citas electorales, deudas y recortes, edulcorados a golpes de marketing político.

Hace justo un año, Juan Ignacio Zoido daba una particular vuelta al ruedo de Sevilla para despedir su campaña electoral, la que le dio el triunfo en las urnas y la que empezó no quince días antes, sino cinco años atrás. Decía el actual alcalde que no le había quedado nada por hacer y por eso, tal día como hoy, se dedicó a festejar su trabajo con actos repartidos por todos los distritos que acabaron en una gran fiesta a bordo de un barco en el río, donde dirigirá su mirada en los próximos doce meses.

El álbum de fotos que su asesor de comunicación fabrica a diario atesora las claves del éxito de Zoido: haber convencido uno a uno a quienes le votaron dando su palabra. Y eso es un cuchillo de doble filo, pues ahora su mayor reto es convencerles de que tendrán que esperar y pedirles una vez más prestada su confianza.

El mandato cumple un año sin grandes titulares, sin grandes proyectos ni novedosas iniciativas. También, justo es reconocerlo, las meteduras de pata se cuentan aún con los dedos de la mano, aunque eso no siempre sea necesariamente sinónimo de que las cosas se están haciendo bien. Si uno no hace nada no corre riesgos de equivocarse. Y ésta ha sido la estrategia electoral del PP en las últimas citas.

En el gobierno de Zoido nunca se dan puntadas sin hilo. La crisis y la gravísima situación que atraviesan las arcas municipales frenan lógicamente al gobierno, pero también sirven a veces de cortina de humo para justificar la incapacidad para poner en marcha medidas. Desde las pasadas elecciones autonómicas, el debate de Zoido se centra en el problema del paro. Relata apesadumbrado cómo le entregan currículos por la calle. Sin dejar de ser cierto, resaltar esa cuestión es lanzar también la piedra al tejado de las otras administraciones, competentes en la materia. ¿Es que no puede hacer nada el Ayuntamiento para aliviar el paro? Directamente sólo ofrecer talleres y formación para los desempleados, y de esto algo se ha hecho, e indirectamente propiciar oportunidades para que quienes pueden generar empleo se instalen en Sevilla. Pero esto último también depende en alguna medida de terceros. Por ejemplo, para desbloquear la construcción del segundo centro de Ikea, con una previsión de 4.000 puestos de trabajo, hace falta una modificación del PGOU y la construcción de un tramo de la SE-35; y no sólo es tarea del Ayuntamiento, ni tampoco una labor que se resuelva de la noche a la mañana. Así que el tema da para varios capítulos y, de paso, para recordar las dificultades que otros ponen y el lastre de la herencia recibida. Ha ocurrido también con la zona franca. Su creación ha sido uno de los grandes anuncios del mandato, tardará al menos un año en materializase pero, de camino, ya ha servido para criticar al gobierno anterior que dejó morir el expediente.

La herencia recibida fue el argumento en los primeros meses. Pero una vez que la auditoría concluyó y salieron a la luz todas las facturas por pagar y por cobrar (a la Junta una vez más), empezó a sonar a excusa barata, aunque no sea el término más apropiado para referirse a una deuda de casi 700 millones de euros. Pasados los cien días de gracia es un error seguir mirando hacia atrás.

Zoido repite en los últimos meses que realmente él no sabía cuál era la situación, que en el traspaso no se entregaron todos los papeles y que estaban ajenos a cuál era el estado real de La Ranilla, nueva sede de la Policía Local; los pasos soterrados, la ampliación de Fibes o las setas de la Encanación, a las que el alcalde sólo ha subido una vez, de forma casi obligada, y para recordar que a él no le gustan pero que sí ha pagado las facturas que quedaban pendientes. Para la oposición esto no ha sido más que una táctica. De bloqueo para luego desbloquear. Según el PSOE, los pasos subterráneos de Bueno Monreal y Los Arcos, por poner un empleo, se habrían podido inaugurar antes.

Cuesta creerlo pero, sea una estrategia o un error de cálculo, su efecto se pierde en poco tiempo. Ya lo decían algunos durante la campaña electoral: a ver cómo cumple con todo lo que está prometiendo. Porque los patrocinios no son la panacea para todo. El PP ha levantado altísimas expectativas. De entrada, antes incluso de coger la vara de mando, aseguró que ya había muchos inversores interesados en activar proyectos en la ciudad pero que, por respeto, no avanzaría aún quiénes eran. ¿Existen realmente? No era tan fácil. Tampoco lo era resolver el enredo de los parkings paralizados después de cobrar a los interesados mil euros de fianza hace años. A Zoido le conmovió la historia de una mujer que, cuatro años después, se había quedado sin marido, sin coche y sin los mil euros. Es humano, pero no fue prudente el alcalde cuando garantizó que solventaría el problema de inmediato. Semanas después le costó el primer disgusto ante las puertas del Ayuntamiento.

Zoido presume de ser hombre de palabra. La dio con el Plan Centro. Dijo que lo derogaría y lo hizo nada más llegar, otra cosa es la fórmula empleada. No hacía falta justificar nada, era una promesa electoral y nada más. Y su gobierno se lió a lo gordo con un asunto que derivó en una comisión de investigación que puso la primera cruz a su mandato.

En los primeros cien días se vislumbró cuál sería su línea. Incluso en el primer día de la nueva era. El 23-M Zoido madrugó, sin importale la resaca de la noche electoral, para visitar a los vecinos de Su Eminencia y al tendero del Minimarket que le hizo una campaña impagable. Luego se comprometió con los trabajadores eventuales de Tussam que durante meses habían pernoctado en la Plaza Nueva en señal de protesta, y firmó con un apretón de manos la solución al primer conflicto laboral, y antes de viajar a Madrid para participar en un acto de partido a nivel nacional, rezó ante la Esperanza Macarena. Fiel a su credo. Por ello también tiene su público.

Micropolítica y orden, ante todo. Dice el alcalde que ha tenido que asearlo todo para empezar a trabajar. Zoido ha perseguido, no siempre con éxito, una ciudad más limpia, con parques sin jaramagos, sin prostitución callejera, ni gorrillas ni botellonas. Y se fue hasta el Vacie, recordando sus mejores años en la oposición, para advertirle a los chabolistas que también ellos tendrían que colaborar .

Una de las virtudes de Zoido es que, por ahora, está dispuesto a dar la cara. Patrullar de madrugada o montarse de noche en un camión de basura puede parecer un recurso populista, sí. Pero no siempre lo hace con cámaras y micrófonos por delante. Zoido es un experto en el cara a cara y quizás ahí radique el secreto de la denominada Zoidomanía, que sigue vigente.

El equipo de gobierno ha sabido tapar con lo más anecdótico o ilusionante los fallos del mandato. Antes de que los trabajadores se pusieran de uñas con los primeros anuncios de recortes y exigencias laborales, Zoido visitó el parque de bomberos y sorprendió a los agentes que, desde Alejandro Rojas Marcos, no habían visto a un alcalde por allí. Y acalló las primeras quejas facilitando los trámites en la ventanilla municipal para abrir nuevos negocios y generar movimiento en la ciudad. Frente a quienes criticaron la derogación del Plan Centro sin alternativas puso a los vecinos de Sevilla Este y Pino Montano, que desde el verano llegan en autobús hasta la misma Campana. Y tras un verano aburrido, organizó la Copa Davis y convirtió a Sevilla en un plató de cine y televisión, difundiendo su marca. Generando ilusiones, que dicen los de su equipo. El pelotazo del mapping y la iluminación navideña hizo olvidar a muchos la crisis y lo anodino del mandato. Siempre, tras algún pinchazo, se ha ideado una distracción. Tras el fracaso de la comisión de investigación del Plan Centro se lanzó una polémica campaña que dio que hablar: un vídeo de los reyes magos durmiendo la siesta junto a la Catedral.

Zoido patinó con los enchufes de familiares de concejales en los distritos, pero reaccionó a tiempo, quedó como un señor y no dudó en subirse a lo más alto de una grúa en la Plaza de España. Entre las malas noticias del plan de ajuste ha habido fotos para la posteridad, como las que se hizo con las camas y los muebles del Alfonso XII. Mientras se hable de eso... ¿no?

Golpes de impacto. El último descarrilamiento del gobierno ha sido la Operación Talento, un concurso de canción presentado como idea revolucionaria y que es una mala oportunidad para ensuciar un concepto que había resumido el espíritu del nuevo gobierno y que ahora tendrán que erradicar, al menos durante un tiempo, del vocabulario del alcalde. Bastó medir durante unas horas la reacción de los sevillanos ante el anuncio para que el gobierno se sacara de la manga otra idea más cultural: vamos a poner un millón para rehabilitar Santa Catalina. ¿Dónde está el dinero? Probablemente no esté. Fue un órdago lanzado a la Junta para obligarla a dar la cara y, en caso de que no secunde la iniciativa, dejarla en mal lugar. Y luego el nombramiento de Hijo Predilecto de Felipe González, un tanto a favor de Zoido.

Siempre es bueno tener algún recurso del que se hable cuando las noticias que hay que dar no son del todo buenas. ¿Por qué lanzó el alcalde en medio de la exposición de su balance de gobierno el acuerdo con los cocheros para ponerles "dodotis" a los caballos? Sin desmerecer el interés de los pañales para equinos, ¿no había otro anuncio más relevante? Quizás se trataba sólo de robar espacio a un balance muy moderado.

A falta de recursos y colaboración parece que éste será el tono de los próximos meses. En el PP Zoido es más que un alcalde. Es un referente aupado a la presidencia de la Federación Española de Municipios y Provincias. Zoido, aunque a él no le guste reconocerlo, es una marca fabricada por su partido que, como los sevillanos, también ha depositado en él muchas expectativas.

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