El dueño del bar donde trabajaba el detenido por el asesinato de La Algaba: "Era un chaval solitario, pero jamás pensé que pudiera hacer esto"
Describe un ambiente de incredulidad en San Jerónimo: "Todos seguimos en shock, estamos conmocionados todavía y no lo asimilamos"
La mujer asesinada en La Algaba recibió 480 cuchilladas por todo el cuerpo
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El impacto por el asesinato de la Algaba del pasado fin de semana sigue latente en el pueblo y el barrio sevillano de San Jerónimo, donde el detenido, ya en prisión preventiva, confesó lo ocurrido. David se entregó en la farmacia de la Plaza Huerta de la Papachina en torno a las 18:35 horas de la tarde del lunes, al día siguiente del crimen, y aseguró al dueño que tenía algo "muy importante que contar a la Policía Nacional" pero que no tenía movil. El farmacéutico puso en conocimiento de la Polícia los hechos: había asesinado a Ana Isabel V. N., de 44 años, tras asestarle hasta 480 puñaladas en su casa, la atacó mientras dormía en el sofá. La mujer le tenía alquilada una habitación.
"Todos estamos en shock"
En la otra punta del barrio de San Jerónimo, el shock también sigue una semana después. En el bar donde el joven de 31 años trabajaba de camarero nadie puede creer lo ocurrido. El propietario, que prefiere mantener el anonimato tras una semana "muy complicada", asegura que al no presentarse a trabajar el domingo comenzó a sospechar que algo no iba bien. "Nunca me había fallado y menos sin avisar". Lo describe como "una persona muy solitaria" pero con quien "nunca tuvo ningún altercado". "Sé poco de su vida personal, vino de Alhaurín de la Torre, de Málaga, y está muy solo en la vida", detalla.
El hostelero mantiene que “era un chaval bastante competente", y se pregunta aún conmocionado "¿cómo ha llegado ahí? No me lo puedo imaginar”, repite, incapaz de asimilar el suceso. Mantiene que pasaban juntos prácticamente todo el día: “Nos pegábamos ocho, nueve, diez, doce horas juntos, de lunes a domingo". Trabajaba con él desde septiembre de 2024, libraba los martes, y durante ese tiempo, dice, nunca detectó comportamientos violentos. Apunta que “trabajando era un tío estupendo. Formal, respetuoso, educado con los clientes”.
Condena el suceso: "Se ha arruinado la vida"
Lo define como "una persona introvertida, seria, poco dada a la guasa del camarero sevillano, pero correcta". “No era raro. Era reservado", insiste. En el bar, según su versión, jamás dio un problema grave. “Nunca me tocó la caja, nunca llegó bajo los efectos del alcohol, nunca me dio un susto”. El hostelero reconoce que no conocía en profundidad su vida personal. “Yo no me meto en la vida de nadie”, explica. Aun así, cree que estaba solo. “Ese chaval está completamente solo en la vida”, dice, mientras trata de ordenar sus propias conjeturas insistiendo en que todo son suposiciones sin dar crédito a una semana "muy difícil".
Asimismo, condena sin matices lo sucedido: “que cumpla la condena que le caiga”. “Ha arruinado una familia y se ha arruinado él”. En el entorno del bar, los clientes y encargados de los locales de alrededor llegan con incredulidad. “Vienen a darme el pésame, como si esto nos hubiera pasado a nosotros”, relata. En San Jerónimo, es una sensación que verbalizan todos los vecinos al hablar con él. “Yo nunca pensé que pudiera llegar a esto. Jamás”, insiste. “Algo se le tuvo que cruzar por dentro. El detonante, no lo sé. Todo lo demás son conjeturas”.
La encontró su hijo de diez años
El crimen tuvo lugar en la tarde del domingo 14 de diciembre en la Algaba, fue el hijo menor de la víctima, de diez años, quien encontró el cuerpo sin vida de su madre. El niño llamó a su padre, que estaba separado de la madre, y le comentó lo que ocurría. Este hombre telefoneó al número único de emergencias de la Junta, el 112, para comunicar lo sucedido.
David A. S. se entregó al día siguiente en la farmacia de la barriada de la Papachina, donde pidió a una empleada que llamara a la Policía porque "quería entregarse para confesar un delito". Según los empleados de la farmacia, el jonven estaba muy tranquilo y nada alterado. Mientras desde la farmacia alertaban al 112, David esperaba sentado en una silla de la sala de espera del establecimiento, donde esperó en todo momento hasta la llegada de los agentes.
Un operador del 112 volvió a llamar a la farmacia para interesarse por lo ocurrido y pusieron a David al teléfono para que se explicara. Fue entonces cuando el joven dijo que "perfería declarar en el cuartelillo".
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