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La cuadrilla de Antonio Santiago es una escuadrilla

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Encuentro de hermandad de la Reina de Todos los Santos después de la novena y de la procesión por las calles del barrio. Con dos sacerdotes unidos a la calle Feria

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Los costaleros, dentro de Omnium Sanctórum después de la procesión por el barrio. / M. G.

Un barco en el corazón del templo. Es como Fitzcarraldo, ese barco que entró en la selva brasileña de Manaos para construir un palacio de ópera donde cantara Caruso. La cuadrilla de costaleros de la Reina de Todos los Santos en realidad es una escuadrilla. Al Cielo con ella. Siguen las indicaciones de su capataz Antonio Santiago, familia de costales reconocida en el callejero.

Antes se nutrían del personal del Puerto de Sevilla, ese microcosmos de Joseph Conrad y el Indio de Astilleros (Ignacio García). De los estibadores se pasó a los hermanos costaleros, pero la analogía del barco sigue siendo igual de certera y verosímil. En el Evangelio hay barcos en el lago de Tiberiades y un barco gigante que Noé construye en lo alto del monte Ararat. John Huston se eligió su papel cuando dirigió La Biblia.

La hermandad de la Reina de Todos los Santos lleva el nombre de la parroquia del siglo XIII. El Carmen Doloroso es mucho más joven, otra historia de marineros que empezaron a repartirse las papeletas de sitio cuando hacían la mili en San Fernando. Unos aprovechan el servicio militar para escribir un libro-denuncia, como Antonio Muñoz Molina con ‘Ardor guerrero’, y otros para poner en marcha una cofradía que fue de Gloria y desde hace poco es de Penitencia, sin perder su esencia marinera. Más barcos en el templo, en estos astilleros de la Fe. Muy pronto acabará el tiempo en esta iglesia de la la hermandad de los Javieres. En 1977 llegó desde su sede fundacional de la iglesia de los Jesuitas de la calle del Gran Poder y a ella volverá.

Muchas historias de la Semana Santa de Sevilla empiezan o se cruzan en Omnium Sanctorum. Aquí es donde se fundó la hermandad del Silencio: por eso todos los años le devuelven la visita a San Antonio Abad en la ceremonia de la elección de los Reyes Magos de la hermandad. En Omnium Sanctorum, un 2 de noviembre de 1954, ofició su primera misa José María Bueno Monreal recién llegado a Sevilla para sustituir al cardenal Segura. Su buena relación con Antonio Tineo, entonces párroco de la iglesia de la calle Feria, propició ese bautismo episcopal de quien antes había sido obispo en las diócesis de Jaca y de Vitoria. En la primera conoció a José Enrique Ayarra, el organista que se vino con él y se convirtió en intérprete titular de ese instrumento en una vida sacerdotal y musical realizada íntegramente en Sevilla salvo un año que estuvo en Ubrique.

El sábado tuvo lugar la comida de hermandad. La primera de su nuevo hermano mayor, Francisco Javier Solano. Su predecesor, Joaquín de la Peña, sigue en la junta como teniente de hermano mayor, además de catequista, sochantre, salmista y conocedor como pocos de la Cantigas de Alfonso X el Sabio, hijo del rey que fundó la iglesia de Ómnium Sanctórum. No sé cuántas veces habrá explicado Manuel Jesús Roldán, profesor, historiador y manigueta del Cristo de las Almas de los Javieres, que esta iglesia no se fundó sobre una antigua mezquita. En la comida de hermandad había tres Joaquín de la Peña: el ex hermano mayor, su hijo, mayordomo segundo, y su nieto, con diez meses.

Al encuentro de la Reina de Todos los Santos acudieron dos sacerdotes muy vinculados con la calle Feria. Iglesia universal, pero del barrio. Ginés González de la Bandera volvió como párroco después de 18 años destinado en Estepa, el primer municipio español que ha encendido el alumbrado navideño. Los feligreses de más edad recuerdan los tiempos en los que eran clientes de la Corsetería Modelo que regentaba su padre en la calle Feria. La calle en la que vive como vecino Pablo Colón Perales, que ha predicado por segunda vez la novena de la Reina de Todos los Santos y la acompañó por las calles que circundan la iglesia el pasado 9 de noviembre.

La iglesia de Omnium Sanctorum forma un binomio tan armonioso con la plaza de abastos, fortaleza (espiritual) y mercado en la fórmula de Ramón Carande, que no es preciso ningún azote de cordeles para echar a los mercaderes del templo. Corren tiempos no de echarlos sino de llamarlos para que entren y entiendan que no hay mejor programa electoral, mejor libro de autoayuda que las Bienaventuranzas del Sermón de la Montaña.

Una hermandad de Gloria unida al nombre de este templo del siglo XIII

Fue un sábado lluvioso. Los invitados que acudían a la boda que a las doce se celebró en la Macarena se pusieron pingando. El chófer le echó valor para proteger al novio del chaparrón. El párroco de Omnium Sanctórum dejó la comida a la hora del café porque a las cinco tenía boda en la parroquia. Vivan los novios. El autobús de la boda de la Macarena aparcaba en Resolana, entre el arco y el bar Plata. Alerta de pamelas y chaqués. El párroco de la calle Feria es también hermano de la Macarena prácticamente desde que nació. Están en puertas de un proceso electoral histórico: la sucesión del cántabro José Antonio Fernández Cabrero, que en Semana Santa recibió la visita de la reina Sofía, que llegó al cargo casado y lo dejará viudo.

La calle Feria tendrá una cofradía menos la próxima Semana Santa, pero esto no va de cantidades. Las hermandades de Gloria juegan otra ‘Liga’: no hay palquillo ni carrera oficial ni venia del Consejo. Son los vecinos los que engalanan sus balcones, recuperan vivencias pretéritas, amores ausentes. Se celebra la llegada de nuevos hermanos, como Ramiro, vecino de la calle Feria desde que se casó con Estrella, que se ha hecho casi al alimón hermano de Montesión y de la Reina de Todos los Santos. Nuestra Señora del Rosario de Montesión es la invisible, porque su salida cada Jueves Santo coincide con los oficios en Omnium Sanctorum.

Esta crónica empezaba con Fitzcarraldo, la película de Werner Herzog. En la comida se habló de cine: de ‘La vida de Bryan’ de los Monthy Pyton, y de ‘La Pasión’ de Mel Gibson que alguna visiona todos los años. A Joaquín de la Peña nunca se le olvidará la imagen de Bueno Monreal haciendo cola como uno más para ver en un cine del centro ‘Las sandalias del pescador’, ese Papa al que dio vida Anthony Queen. El mismo que hizo de Barrabás. Las cosas del séptimo arte al que el nuevo pontífice es muy aficionado.

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