Los palmarianos se abren al mundo en un día histórico: 'Coronación de la Macarena' sonó junto a la iglesia donde se venera a Franco
Un millar de personas acuden a la jornada de puertas abiertas organizada por la Iglesia Palmariana para visitar su catedral y asistir a su tradicional procesión de la Santa Faz y la Virgen del Palmar Coronada
Las imágenes de la jornada de puertas abiertas en la Iglesia Palmariana
¿Una 'procesión magna' en el Palmar de Troya?
El Día de la Hispanidad de 2025 se recordará siempre como un día histórico en El Palmar de Troya. A unos metros de la antigua pedanía utrerana, en la cima de una loma sobre campos de olivares y algodón, la catedral de la Iglesia Palmariana abrió el domingo sus puertas a todo aquel que quisiera curiosear cómo es ese mundo ultracerrado que ha dado pie a un sinfín de historias, rumores y leyendas urbanas. Ahora, bajo el mandato del papa suizo Pedro III, hay cierta tendencia aperturista que culminó con esta jornada sin precedentes a la que se apuntaron cerca de un millar de personas. El motivo era la tradicional procesión (se celebra todos los 12 de octubre) de la Santa Faz y la Virgen del Palmar Coronada. El evento permitió certificar que los palmarianos siguen venerando al dictador Francisco Franco (un santo para ellos) u oír Coronación de la Macarena a cargo de una peculiar banda de jóvenes casi autodidactas.
La cita era las ocho de la tarde, pero decenas y decenas de personas montaron cola desde una media hora antes en la explanada entre el portalón y la carretera entre El Palmar y la N-IV. El único requisito para entrar era respetar las estrictas normas de comportamiento (sobre todo para los homosexuales) y vestimenta que impone esta iglesia católica que reniega de Roma: los hombres, con camisa de manga larga abotonada hasta el cuello, pantalones no vaqueros, zapatos y no botines y calcetines que cubran hasta los tobillos; las mujeres, con falda igualmente larga y tocado en la cabeza. En el acceso, cuatro porteros se encargaron del cribado con una diligencia que ya quisieran otros. Un niño fue vetado porque llevaba pantalón corto por encima de las rodillas y una chica, porque su falda era larga pero no lo bastante.
Una vez dentro, el rigor dio paso a la libertad absoluta para hacer fotos, grabar vídeos, recorrer la nave catedralicia de cabo a rabo o preguntar a los obispos y los postulantes... Casi todos, la inmensa mayoría, son extranjeros. Los primeros en preguntar, también en inmortalizar todo con sus móviles, fueron los propios fieles.
La basílica, más allá de cuestiones religiosas, es de una estética impactante. Las paredes y las columnatas son de fondo blanco, pero hay mucho dorado y las paredes y las bóvedas están repletas de frescos coloreados hasta el extremo. Seis hileras de diez columnas cruzan el recinto y conducen hasta el altar mayor, otros diez altares completan el recorrido lateral y por doquier la sobreabundancia de figuras, estatuas, esculturas y pinturas hace imposible que una visita baste para describir tan heterodoxo y exuberante lugar.
A la izquierda del altar mayor, cuando el templo ya era un hormiguero de gente, las monjas palmarianas de clausura empezaron a sentarse en los bancos de un espacio acotado sólo para ellas, semiocultas tras unos biombos de madera que no evitaron que fuesen fotografiadas. Un poco más allá, una figurita de Francisco Franco con su aureola y todo causó furor, en algunos casos por la curiosidad y en otros por la devoción. En el otro extremo, bajo una fotografía gigante del papa sevillano Clemente (Gregorio XVII), se erguía una escultura de Santa Ángela de la Cruz. En la bóveda sobre el altar mayor, pintados, oteaban al personal algunos de los santos y las santas de la Iglesia Palmariana, como Juana de Arco, Isabel la Católica o Fernando III. Y en el resto del techado, más y más figuras importantes de este universo troyano, religiosos pero también laicos que, se supone, donaron en vida el suficiente dinero para ganarse un fresco con su retrato.
A las 20.40, tras repartir estampitas de la Santa Faz y la Virgen del Palmar Coronada pero sin sermonear a los visitantes, los religiosos los instaron a salir al gran patio exterior. Los hombres se colocaron a la derecha y las mujeres, a la izquierda. La segregación es otra máxima de la Iglesia. Cuando la procesión avanzó, esa división se disipó y todo el mundo pudo ver los pasos sin que importase quién estuviese a su lado. No pasó nada, claro. Pero al principio, cada género en su sitio.
La procesión, la primera al aire libre desde el covid, empezó a las nueve exactas. Puntualidad digna de los países del centro de Europa, que para eso son tan predominantes entre los palmarianos. Antes, las campanas tocaron el himno de España. El cortejo se abrió con niñas con mantilla blanca. Detrás, las monjas y los obispos. Ante cada paso, cuatro acólitos y dos ciriales a modo de presidencia de la custodia con una reproducción de la Santa Faz y del palio.
Los dos pasos fueron saludados por el himno de España tocado por la Banda de Nuestra Madre del Palmar Coronada, que nació de la nada hace unos tres años y medio. Sus 35 componentes (todos muy jóvenes y la mayoría lugareños, aunque hay una decena de chavales extranjeros) no conocen conservatorio alguno y se nutren de lo que les enseña la Agrupación Musical Álvarez Quintero, de Utrera. Antes de ellos, el acompañamiento musical corrió a cargo de una banda de Guillena durante años.
Tras el palio se colocó la cúpula palmariana. Primero, el papa Pedro III flanqueado por dos acólitos. Detrás, el resto de la jerarquía por estricto orden de importancia: el argentino Jesús María, secretario de Estado; el irlandés Abraham, vicesecretario... Ya en la calle, como quien dice, el papa dio tres vueltas a los pasos y los bendijo con incienso. Acto seguido se gritaron tres vivas para la Santa Faz, otros tres para la Virgen del Palmar Coronada y los tres últimos para el propio papa, todo en un perfecto español con pronunciación guiri mientras el acontecimiento era grabado por la orden carmelita hasta con un dron. Los palmarianos son arcaicos para según qué cosas pero no reniegan de la tecnología. Por eso era compatible que un postulante vigilase todo walkie-talkie en mano mientras lucía el escapulario con la Santa Faz por un lado y el doble corazón de Jesús y María por otro.
El desfile consistió en dar varias vueltas a la gran explanada y duró un par de horas. Se oyeron marchas de toda la vida: Coronación de la Macarena, Virgen de las Aguas, Reina de la Trinidad, Reina de la O... También composiciones específicas del mundo palmariano, como Oh, divino redentor o Dulce Reina, obras de un grupo de mujeres de Arahal, todas fieles de la iglesia, hace ya décadas.
También hubo capataces. “¡Ja!”, gritaba uno de ellos en alemán a ¿los costaleros? No. Antes sí había, pero ahora los pasos se mueven gracias a una especie de elevador que un especialista controla con un mando desde debajo de la canastilla. El zumbido del motorcillo, de hecho, era claramente audible en el primer paso. En otras palabras, levantás no hay, el costero a costero es una utopía y las bambalinas no bailan. Pero a los palmarianos no les importaron esas chicotás frías y robóticas, como demuestran los fervorosos aplausos en que rompieron de vez en cuando, en mitad de cualquier momento.
La procesión concluyó sobre las once de la noche. A esa hora, la mayoría del público eran fieles de la Iglesia Palmariana. Incluso diríase que las mujeres ganaban por goleada. Y que casi todas eran extranjeras. Y que casi todas han tenido niñas, porque había muchas correteando y jugando con sus faldas largas, sus escapularios y sus tocados blancos. Los niños, que también los había, lucían el pantalón y la camisa marrones y por supuesto no les faltaba el escapulario.
Cuando la procesión acabó, y antes, todo el que quiso pudo irse. Ya lo advirtió la Iglesia Palmariana en su spot previo para atraer visitantes: “Prometemos dejarles marchar”. Cumplió su promesa. Lo que está por ver es si alguno de los que se marcharon querrá volver.
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