La Fundación Casa Ducal de Medinaceli compra el Arco del Postigo de Sevilla
Patrimonio Histórico
Abrirá en su interior, de 120 metros cuadrados, un museo sobre las puertas históricas de la ciudad basado en las nuevas tecnologías
La cuaresma del alcalde
Se nos va la fuerza por la boca
Una nueva apuesta de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli por la conservación y el uso del patrimonio histórico artístico de la ciudad. La prestigiosa entidad ha adquirido nada menos que el Arco del Postigo para abrir en su interior un museo para enseñar la importancia de las puertas históricas de la ciudad. Se trata de algo más de 120 metros cuadrados distribuidos en diferentes plantas, un espacio reducido pero con un valor simbólico muy alto y de ubicación indudablemente estratégica donde se podrá organizar una oferta museística virtual como en ninguna otra parte de la ciudad. Las nuevas tecnologías permiten sobradamente organizar una oferta atractiva de estas características en espacios no especialmente extensos, como ocurre en Bolonia. El Arco del Postigo es el emplazamento idóneo para resaltar la función, importancia y valor histórico-artístico de los antiguos accesos de Sevilla.
El acuerdo de compra está cerrado con toda la formalidad debida, por lo que la fundación no tiene más que afrontar el objetivo con la seriedad y el rigor que caracterizan su labor de conservación y puesta en uso del patrimonio que es de su titularidad en toda España, que se extiende mucho más allá de Sevilla, donde el principal bien es la Casa de Pilatos, uno de los monumentos de titularidad privada más visitados de la ciudad junto con la Catedral y el Real Alcázar. Una singularidad del acuerdo es que la parte vendedora del interior del Arco del Postigo se corresponde con la misma familia que tenía la titularidad desde principios del siglo XX.
La Fundación Casa Ducal de Medinaceli, que preside Ignacio Medina y Fernández de Córdoba, duque de Segorbe, realiza una nueva apuesta por mantener el uso del caserío histórico de la ciudad con fines que reviertan en el interés general y que sean un valor añadido para una urbe como Sevilla, necesitada de potenciar la oferta de atractivos de alta calidad más allá de un turismo de masas y consumista.
Se da la circunstancia de que recientemente la Casa de Pilatos acogió la presentación del libro del periodista Juan Miguel Vega titulado 'Veintitantas maneras de entrar en Sevilla. Historias de la muralla y sus puertas’. El autor estuvo acompañado durante su intervención por Ignacio Medina y Fernández de Córdoba, y el editor David González Romero, de El Paseo Editorial. El duque siempre ha promovido los actos donde se valoran los contenidos de la Sevilla histórica real y auténtica. Suya es la rehabilitación de multitud de edificios históricos de la ciudad con criterios fieles a la Carta del Restauro y alejados del minimalismo transformador. Desde el Corral de Conde de la calle Santiago, declarado Bien de Interés Cultural, al hotel Las Casas de la Juderia de la calle Santa María la Blanca, que es el resultado de la suma de casas catalogadas en una línea de armonía respetuosa con los valores histórico-artísticos del inmueble.
Entre quienes se han preocupado por el patrimonio histórico de Sevilla en los últimos 50 años se encuentra en un lugar destacado el duque de Segorbe. Bien lo sabían el escritor Antonio Burgos, así como conservacionistas con buen criterio como Joaquín Egea o Pablo Ferrand, entre otros. Segorbe dedica sus esfuerzos a restaurar, rehabilitar, salvar bienes muebles y hasta proponer soluciones como la formulada en su día para salvar el convento de San Leandro (propuso incluir el cenobio en la visita a Pilatos)... Ha restaurado más de doscientas casas catalogadas que si no es por su empeño hubieran sido derribadas. Su vida está dedicada a esta pasión con absoluta discreción y con más que evidentes sacrificios. No hace mucho tiempo se publicó un interesante libro sobre su figura, escrita por Albert Boadella. Se titula El duque (Editorial Espasa). Segorbe representa hoy más que nunca el criterio en materia de salvaguarda de ese patrimonio material que hace de Sevilla una ciudad única, aunque cada día quede más expuesta a las garras de la globalización. Los defensores del patrimonio quedan como inflexibles, enemigos del progreso y de la supuesta modernidad, pero Ignacio Medina ha defendido siempre un criterio no reñido ni con el turismo ni con la restitución del patrimonio artístico alterado e caso de agresiones.
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