La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Una nueva Sevilla en altura
El alcalde quería un muerto en la enésima crisis del PP. Sí, el alcalde de Sevilla exigía un chivo expiatorio que tapara las vergüenzas del escándalo del empleo de dinero publico en sobresueldos y los gastos en autobuses para mítines y para copas y almuerzos. Dice el alcalde (precipitadamente)que el asunto es antiguo, porque se trata en cualquier caso de gastos de 2011 a 2015. El alcalde de Sevilla tendría que estar centrado en dos objetivos: ofrecer todas las facturas que justifican los gastos más las debidas notificaciones a Hacienda y, en segundo lugar, gobernar la maravillosa ciudad que le puso al frente por obra y gracia de los votos que castigaron al sanchismo. El alcalde de Sevilla ha perdido energías en buscar un culpable al estilo de Serrano Súñer (¡Rusia es culpable!) y en lanzar infundios sobre profesionales de la información. Resulta que desde San Telmo avalan al culpable al que ha señalado Oseluí con vehemencia de tigre enrabietado. El alcalde de Sevilla tendría que estar cerrando un acuerdo fructífero con un sector clave de la ciudad como la hostelería. Un día le cuenta una cosa a los taberneros y al siguiente manda publicar la contraria. El alcalde de Sevilla tendría que estar achicharrándose en el cargo en defensa de los intereses de la ciudad frente a un Gobierno que nos ha dado gato por liebre en varias infraestructuras.
El alcalde de Sevilla tendría que dejar las redes sociales, los pregones en los bares y las piñatas y aplicar la máxima inteligencia en sacarle partido al mostrenco de Óscar Puente como han hecho otros alcaldes andaluces. El alcalde de Sevilla tendría que estar consagrado a la mejora de las condiciones de vida de los vecinos, clamando por obtener ayudas para los barrios más pobres de España, que los tenemos en Sevilla para nuestra perenne vergüenza; captando empresas que de verdad mantengan la Cartuja como territorio dedicado a la innovación y no a los hoteles y los bares, luchando para que no haya más mamotretos ni en el centro histórico ni en la Palmera y, por supuesto, preparando la ciudad para la próxima década ante los frentes que ya sufre: el turismo masivo y los efectos del nuevo orden mundial que se gesta. Pero se ha dedicado a buscar un culpable que, además, sale avalado con su ingreso el comité ejecutivo regional. El alcalde de Sevilla (se dice pronto el cargo) queda en evidente fragilidad por un burdo objetivo de política de baja estofa. Ignora que la cuaresma no ha hecho más que empezar. Memento homo. Los muertos en política gozan de extraordinaria salud. O hasta resucitan, como se canta en los bares tras los pregones a los que acude el alcalde. Llena ahí, Juan (Bueno).
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