La repercusión de la televisión en los niños

El peligro de 'El juego del calamar': una estética infantil llena de violencia

Ilustración del Juego del Calamar en los colegios

Ilustración del Juego del Calamar en los colegios / Dani Rosell

Un juego inocente como el Un, Dos, Tres, Pollito Inglés, que acaba en asesinato. Una distracción pensada para niños que termina en violencia. Se trata de los contenidos de la serie El juego del calamar, que ha hecho sonar esta semana la alarma al comprobarse, en los colegios, el elevado número de menores que la ven, pese a ser apta para mayores de 16 años. Varios centros escolares han enviado una circular a las familias recomendándole que sus hijos no tengan acceso a la ficción, incluida en la oferta de la plataforma Netflix. 

"Es una serie que habla de tragedia, de personas en riesgo de vulnerabilidad por cuestiones económicas, en la que se asesina y se trafica con órganos humanos". Así detalla la ficción José Antonio Galiani, un psicólogo sanitario al que avala una trayectoria profesional de más de 30 años, quien explica que "a todos esos ingredientes se exponen niños y adolescentes al verla".

"Los jóvenes con más de 16 años sacan con esta ficción sus conclusiones de cómo es la naturaleza humana y cómo actúa ante diversas situaciones", refiere este experto, quien puntualiza que en el caso de los niños esas conclusiones resultan "confusas", pues a esa edad "difícilmente se distingue la realidad de la ficción". 

Una confusión que tiene explicación biológica, según afirma este psicólogo, quien recuerda que los científicos han identificado una región específica del cerebro, llamada amígdala, responsable de las reacciones que responden a un instinto, como el temor y la agresividad. Es una zona que se desarrolla a temprana edad, cuando se es niño. Por contra, el área del cerebro (la corteza frontal) que controla el razonamiento y, por tanto, ayuda a pensar antes de actuar, se desarrolla más tarde, con la edad adulta. Es lo que se denomina maduración. 

Identificarse con los iguales

A ello debe unirse otro factor: el hecho de que los niños se identifiquen y busquen la aprobación de sus iguales. "¡Qué casualidad que los soldados, cuando se quitan la máscara para asesinar, sean chavales con los que se puedan identificar los menores!", expresa Galiani, que incide sobre el efecto que dicha semejanza pueda tener en "las neuronas espejo" del cerebro, lo que provocaría un desarrollo emocional "contraproducente". "El hecho de que sus semejantes sean los que asesinen conlleva a una mimetización y a normalizar esos comportamientos violentos", abunda. 

Una repercusión que ya se ha comprobado en varios colegios andaluces, donde los directores han alertado de que alumnos de Primaria han reproducido los juegos de la serie en los recreos. Los perdedores (que se les mata en la ficción) han recibido algún tipo de agresión: desde una patada en la nalga a un puñetazo en la cara. También se les ha advertido que en las fiestas de Halloween que se celebran en los centros educativos queda prohibido el uso de disfraces alusivos a la serie. Muchas de las prendas y máscaras de esta producción surcoreana se han agotado en pocos días en tiendas sevillanas. 

La atracción infantil

¿Y a qué se debe la atracción infantil por El juego del calamar? Galiani también lo explica: la serie presenta una estética e iconografía muy llamativas a los ojos de un niño, lo que facilita que se normalice la violencia. "Es muy fácil para ellos sumergirse en ese universo de juegos, en escenarios donde los personajes visten colores llamativos, llevan máscaras de figuras geométricas, por lo que quedan rápidamente atrapados por lo visual, a pesar de que las imágenes estén acompañadas de actos violentos", abunda. 

El "peligro" de una ficción de estas características es que lo familiar, los juegos, se mezcla con lo diferente, que es la violencia, hasta el punto que ambas se convierten en una misma cosa, lo que trasladado a los recreos escolares se traduce en "escenas preocupantes". Ante esta situación, Galiani aconseja a los padres actuar también con "madurez". No se trata, en opinión del experto, de imponer la "autoridad parental", sino de aplicar "la responsabilidad parental"

"Si se decide que los hijos vean la serie, los padres deben acompañarles en todo momento, para ponerla como ejemplo contrario e incompatible con los valores educativos que han de transmitirles", detalla el psicólogo, que insiste en que con dicha conducta se demuestra la responsabilidad parental, que consiste en "subtitular" e "interpretar" las imágenes, ya que el cerebro de los menores "aún están en pleno desarrollo y construcción". 

Pero, ojo, esta recomendación no la hace exclusiva para El juego del calamar, sino que la extiende a todos los contenidos televisivos y videojuegos que contengan violencia. "No tiene sentido que les prohibamos ver esta serie y que luego se distraigan con videojuegos en los que se producen asesinatos", apostilla. 

El ocio, más allá de la pantalla

María Ángeles Moreno es una psicóloga que lleva muchos años trabajando en las relaciones familiares. Para esta profesional, la serie surcoreana transmite un mensaje bastante peligroso para los niños: los perdedores mueren, por lo que resulta imposible gestionar la frustración de la derrota, un proceso clave para la maduración. "La serie sólo enseña a ganar", advierte. 

"A esas edades se está formando la personalidad de los adolescentes. Muchos tienen aún un alto grado de dependencia de lo que dice su entorno, se dejan llevar por los compañeros y por ciertos referentes que salen en la televisión", detalla esta psicóloga, que incide en otro aspecto fundamental: el tipo de ocio infantil. 

"En muchas sesiones le he preguntado a las familias por las actividades conjuntas que realizan los fines de semana, cuando descansan, y a través de sus respuestas he averiguado que el menor pasa un buen número de horas distrayéndose con el móvil o la tablet. Eso debe cambiar. Los padres tienen la obligación de buscar otras opciones de ocio más allá de una pantalla", insiste. 

Moreno, como su compañero, propone que padres e hijos se sienten juntos a ver series y, en el caso de que aparezca alguna escena violenta, sea explicada como lo contrario a lo que debe hacerse. "La adolescencia es muy problemática, pues los menores se dejan llevar por las modas", abunda esta psicóloga, que alerta de que "si un menor repite lo que ve en la televisión, no es culpa de una serie, sino que debe atenderse otras áreas, a las pautas de conducta".