Miguel Villa: De la curiosidad del estudiante al liderazgo quirúrgico
Con ADN sevillano
Traumatólogo de referencia en rodilla y cadera, combina innovación tecnológica, docencia y más de 20 años de experiencia para mejorar la vida de sus pacientes desde el Hospital San Juan de Dios de Sevilla y San Juan de Dios Aljarafe
Miguel Villa habla con la serenidad de quien lleva toda una vida en los pasillos de un hospital y aún conserva intacta la curiosidad del primer día. Sevillano de raíz y de trayectoria, su historia profesional, y en parte también su vida, no puede entenderse sin la ciudad que le vio crecer. "Estudié en los Maristas y después en la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla", recuerda. Allí comenzó un camino que continuó en el Hospital Virgen del Rocío, donde se formó como traumatólogo antes de iniciar una carrera que suma ya dos décadas de cirugía, docencia y desarrollo de equipos.
En su familia, la medicina no era tanto una tradición como un paisaje cotidiano. "Son médicos mi padre, mi madre, mi tío, mi hermano y también mi mujer y mi cuñada. Pero mis padres nunca me influenciaron", explica. De hecho, a punto estuvo de estudiar Económicas. Tenía 17 años y la vida aún no había decidido por él. La vocación llegó más tarde, casi sin hacer ruido, cuando empezó a entrar en quirófano para algunas prácticas. Allí descubrió que la cirugía era el lugar donde se sentía pleno.
Primero fue la cirugía general, que le fascinó, pero la traumatología terminó atrapándolo. "Me gustaban las dos, todo lo quirúrgico, lo grande, lo que exige técnica y cabeza", cuenta. Su tío, también traumatólogo, fue la última pieza del puzzle que terminó de encajar.
Hoy, Miguel Villa es un referente en patología de rodilla y cadera, dos territorios anatómicos donde conviven la vida deportiva y los estragos del tiempo. "Tenemos una población muy envejecida, pero también muy activa. Hay pacientes de 80 ó 85 años que hacen senderismo. No quieren operarse, pero tampoco renunciar a su vida", explica.
Su día a día profesional se reparte entre la cirugía protésica (que consume gran parte de su tiempo) y la traumatología deportiva, que confiesa disfrutar especialmente. Las lesiones de ligamento cruzado y menisco siguen siendo las reinas del deporte sevillano, especialmente ahora que el auge del fútbol femenino ha elevado la incidencia en mujeres. "La mujer tiene más riesgo de romperse el cruzado por su fisionomía. Para ellas usamos técnicas diferentes, refuerzos que disminuyen el riesgo de re-rotura", detalla.
Desde 2004 trabaja en el Hospital San Juan de Dios de Bormujos, donde lleva cinco años como jefe de servicio. Este verano ha iniciado además una nueva etapa reforzando y modernizando el área de traumatología del Hospital San Juan de Dios de Sevilla, un centro con tradición quirúrgica en el que, también desde la jefatura de servicio, quiere abrir una nueva página.
El proyecto no es menor. "Buscamos desarrollar áreas poco exploradas como el aparato locomotor, incorporar técnicas de intervencionismo con infiltraciones ecoguiadas, viscosuplementación o los PRP (plasma enriquecido en plaquetas). Son tratamientos que evitan meses de rehabilitación y mejoran la calidad de vida de los pacientes", explica.
En cirugía, la apuesta es clara: actualizar, innovar, avanzar. Reparaciones meniscales, refuerzos ligamentarios, inestabilidad femoropatelar o artroscopia avanzada. Y, a medio plazo, un objetivo ambicioso: implementar robótica, planificación 3D y realidad aumentada en la cirugía protésica. "No es que la necesite para saber poner una prótesis, llevo 20 años haciéndolo. Pero sí mejora la precisión, reduce errores y disminuye el dolor y la recuperación del postoperatorio", afirma.
El hospital cuenta con una sala de actos conectada al quirófano, una herramienta docente que permite formar a decenas de especialistas sin saturar el espacio quirúrgico. "Eso es diferencial. Aprender, enseñar, compartir es la forma de avanzar", añade.
Miguel Villa sabe que la medicina es una carrera larga, pero no infinita. Ha formado a generaciones de traumatólogos y ahora piensa en el relevo. "Yo no voy a estar operando hasta los 70. Tengo que dejar un legado", reconoce. Y lo dice con la naturalidad del que ha comprendido que el conocimiento sólo tiene valor cuando se transmite.
Su familia, una constelación de especialidades (rehabilitación, psiquiatría, cardiología, hematología o endocrinología), parece mantener vivo el vínculo con la medicina. Sus hijas, sin embargo, son un capítulo aparte. "No quiero que sigan este camino, por cómo está el país, no por la profesión en sí", confiesa. Aun así, la mayor ya ha acompañado a su padre al quirófano y todo hace indicar que mandtendrá viva la tradicion familiar.
Él sonríe al contarlo. Sabe que la vocación, igual que le ocurrió a él, llega cuando quiere y como quiere. A veces se hereda sin pretenderlo.
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