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El niño que se parecía a Luis Aguilé

  • Publicación. El psicólogo Alfonso Ramírez de Arellano novela su infancia y sus recuerdos en el libro 'Hotel la Paz', un negocio familiar que regentaron su abuela Lola y su tía Aurora en San Eloy

El psicólogo Alfonso Ramírez de Arellano, con su libro "Hotel la Paz".

El psicólogo Alfonso Ramírez de Arellano, con su libro "Hotel la Paz". / d.s.

El libro se lo dedica a Pepita, su madre. El hotel en el que transcurre la acción lo regentaba su tía Aurora. Y el narrador, Alfonso Ramírez de Arellano (Sevilla, 1959), se sumerge en los recuerdos de su infancia hablando con su abuela muerta. La abuela Lola, personaje central de 'Hotel La Paz' (Samarcanda). ¿Cabe mejor homenaje a la mujer que este homenaje del hijo, del nieto, del sobrino?

Alfonso Ramírez de Arellano es psicólogo de profesión, especialista en adicciones y drogodependencia. En sus planes entraba escribir este libro cuando se jubilara, pero el covid le regaló una clausura inesperada y cambió sus planes. Vuelve con sus recuerdos a la calle san Eloy donde se encontraba el hotel familiar que abrió tío Amador, hermano de su abuela. "Era el gerente del teatro El Duque y abrió el hotel para que se alojaran las coristas y las compañías que venían a su teatro".

Le contaron que en el hotel se alojó García Lorca en una de sus visitas a Sevilla

"Voy de revolución en revolución", dice quien nació un 25 de abril del año de la revolución cubana y se pasó la infancia jugando junto al pabellón de Cuba del 29. Curiosas sus confidencias con su abuela materna. "Cuando se muere, el coro de mujeres del hotel, mis tías, mi madre, mis primas mayores, no quieren que me acerque, yo tengo miedo de que se me aparezca". Este libro es una catarsis para perder el miedo con una gracia literaria poco corriente. La abuela le cuenta cosas, le explica misterios de un hotel donde le contaron que se alojó Federico García Lorca cuando vino a reunirse con sus compañeros de la generación del 27.

El niño que cuenta nace y vive en Heliópolis, "exactamente en el sector Sur", una trastienda de casas cerca de los hotelitos creados para la Exposición del 29. "Eran dos mundos muy diferentes. La vida del barrio era la de un pueblo, todo el día jugando en la calle, los padres eran padres de todos. Con la Expo del 29, la ciudad llega hasta Heliópolis y después se retira. La civilización acababa en el Puesto de los Monos. En el centro, sin embargo, no se podía jugar en la calle".

Las vacaciones y el verano los pasaba en el hotel familiar. A su abuela apenas la trató. Son recuerdos de la etapa de su tía Aurora, "un bellezón de los años cuarenta, tipo Rita Hayworth", inductora de su afición a la lectura. "En vez de leerme cuentos, me leía revistas ilustradas, era la época de Lola Flores y El Cordobés, dos personajes que tenían algo en común. De Lola Flores decían eso de que no canta, no baila, pero no se la pierdan. El Cordobés era muy valiente, atraía a los turistas, pero decían que no era un torero serio".

La abuela Lola era la matriarca que regía la familia y el hotel. "A su muerte, mi madre y mis tías forman una regencia donde ejercen de arúspices para adivinar qué habría hecho la abuela". Ni cura ni monaguillo ni Luis Aguilé. "Mi abuela decía que mi flequillo era como el de Luus Aguilé, un flequillo muy peinado que invitaba a ser despeinado, lo que me daba muchísimo coraje".

Con espejos literarios en los que mirarse como Pablo Neruda, Italo Calvino o Eduardo Mendoza, titula el primer capítulo de su libro 'Arqueología de la Memoria'. No busca ruinas ni evidencias, "no pretendo ser fiel a la realidad, sino a los recuerdos, no soy historicista cuando escribo". Años de pensiones y de la hegemonía de la radio. En su caso, un medio fundamental. Su madre empezó a ganar concursos radiofónicos, "tenía una red de proveedores en tiendas y bares, una red de asesores para las preguntas, movilizaba a los niños para el intercambio de cromos y a los adolescentes para las canciones de moda y mi misión era ir a Radio Sevilla, a González Abreu, a recoger los premios".

Su padre no le iba a la zaga. En su casa próxima a Heliópolis, procuraba conectar con Radio Pirenaica, que emitía desde Bucarest. "Tenía el gusanillo. Le ofrecieron un trabajo de guionista para la radio en Colombia, pero sólo le pagaban el billete de ida. Si fuera más joven, se habría ido".

La abuela Lola tenía tres hijas: Manolita, Aurora, la que toma el testigo del hotel, y Pepita, la madre del autor. Y dos varones: Manuel, que murió muy joven, y Alfonso, su tocayo y padrino. "Mi tío Alfonso estudió Medicina y se fue a trabajar a Libia en la época del rey Idris, cuando el país era la mayor potencia de África. Nos mandaba postales que parecían más del sueño americano que de un país africano. Cuando venía impresionaba montado eh su Tiburón Citroen. Al llegar Gadafi tuvieron que salir por piernas".

Hay un momento en que el niño se siente Bogart en 'El halcón maltés' o 'Casablanca'. "En el hotel no había niños de mi edad y tenía que combatir el aburrimiento. Le pregunté a mi tía Nati por un señor que venía a hablar con la tía Aurora. Me explicó que era policía de paisano que venía a ver los pasaportes por si había algún viajero sospechoso. Y yo me dediqué a buscar sospechosos".

Le impresionaba la sobriedad del Silencio pero mucho más ver la Canina. Por proximidad geográfica, salió de nazareno con la Paz, cofradía con el mismo nombre que el hotel de su familia. Conoció al rey de los Gitanos, un personaje así llamado por quienes le presentaban sus respetos. Ahora promociona otro libro, 'Gramática de la prevención de adicciones'. ¿Leer cura o depende? "Siempre depende. Leer, mal no hace y escribir tampoco. Me parece exagerado decir que es terapéutico, pero a mí me ha servido para inmiscuirme en mis recuerdos, que como las cerezas unos tiran de otros".

Como criado en Heliópolis, es bético, pero más bien pasivo. "Me enteré de que empató con el Madrid, pero de casualidad". El hotel pasó a pensión y ahora son edificios de viviendas. La abuela paterna se llamaba Elisa, era de Ronda "y parecía salida de la película del Titanic". Otra novela con la gente que pasaba por la serranía camino de la Marbella de Gunilla, Hohenlohe y Jaime de Mora y Aragón, cuñado del rey de Bélgica.

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