La historia del carril-bici de la calle Asunción en Sevilla es paradigmática de la relación conflictiva que se vive en Sevilla entre lo que tradicionalmente se han denominado las “fuerzas vivas” de la ciudad, y su modernización conforme a los más modernos estándares urbanísticos. Ese paradigma se manifestó, primero, en la oposición cerrada de “comerciantes” y “vecinos” (léase de los comerciantes y vecinos convenientemente encuadrados en asociaciones) a la peatonalización (es decir a las restricciones al tráfico motorizado). Según la prensa del 05/05/2009, en esa fecha el 80% de los comercios estaba en contra de la peatonalización, que también rechazaban más del 70% de los vecinos de la calle, entre los que se habían recogido “diez mil firmas de protesta”.
En realidad la peatonalización no era tal en sentido estricto, sino una pacificación integral de la calle, que sustituía dos carriles de circulación motorizada con sus dos bandas de aparcamiento laterales, por una ancha zona peatonal central y un carril-bici de 2,5 metros de anchura. Y es importante señalar que el carril-bici estaba ahí, como en San Jacinto y como en Constitución, formando parte del proyecto desde el principio.
Y hay que señalar también que, si la peatonalización finalmente se aceptó (entre otras razones porque a la postre convenía a las mismas fuerzas que se oponían), la promoción de un modelo alternativo de movilidad sostenible y saludable, personificada en la bicicleta, les resultó inaceptable. Y así comenzaron las quejas, por parte de las mismas asociaciones de comerciantes y vecinos, que desembocaron en las primeras restricciones al tránsito ciclista y ahora en su prohibición total, en un bello ejemplo de la parábola cristiana de la viga y la mota: Los mismos que fueron insensibles al peligro, al ruido y a la insalubridad que representaba el tráfico motorizado, se rasgan ahora las vestiduras ante el peligro representado por las humildes bicicletas.
Y, como ya hemos apuntado, este proceso no ha sido una excepción. Lo mismo está pasando o está a punto de pasar en San Jacinto y en la Avenida de la Constitución, que han pasado y están pasando por procesos similares, en los que una oposición furibunda a la peatonalización (y en la Constitución también al tranvía) se ha transformado con el paso de los años en una oposición furibunda a la bicicleta, como paradigma de un nuevo modelo de movilidad más sostenible y saludable.
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