Se quedan solos los ilustres gorriones de los diarios
Calle Rioja
Clientes de un quiosco de prensa de León XIII esquina con Fray Isidoro colocan flores y mensajes de gratitud a Vicente, quiosquero que ha muerto poco antes de su jubilación
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Dos o tres días a la semana atravesamos la Ronda para ver a mi nieta. Calle Bécquer, estatua de Joselito en la Macarena, por las tardes suele estar abierto el puesto de calentitos de la Familia Alfonso junto al Parlamento de Andalucía, el antiguo hospital de las Cinco Llagas donde nació mi mujer, la joven abuela de mi nieta Laura. Curioseamos la clientela que entra o sale del hotel Macarena. Pasamos junto a la residencia de mayores donde hace unos días interpretamos el sainete de los Álvarez Quintero ‘Ganas de reñir’. Cogemos por Fray Isidoro de Sevilla y quedamos en un punto intermedio para tomar café, una cafetería en la avenida León XIII, el último pontífice que llevó el nombre del actual.
En la esquina de Fray Isidoro de Sevilla con León XIII hay un quiosco de prensa. Nos llamó la atención que estaba cerrado, pero con la particularidad de que habían pegado un ramo de flores y estaba lleno de mensajes escritos a mano. La mala noticia no venía en ningún periódico. “Querido Vicente”, se leía en uno de ellos, “gracias por ser tan buena persona. Te echaremos mucho de menos. El barrio no es lo mismo sin ti. Adiós”. “Querido Vicente, el barrio se queda huérfano sin la luz de tu kiosko. Te agradezco todos los buenos días que me diste cada mañana casi al amanecer. Las torrijas de Semana Santa que te preparaba no tendrán nunca mejor adulador que tú. Nunca te olvidaremos”. Este mensaje lo firmaba Flora.
En la farmacia de enfrente también estaban consternados por la muerte de Vicente, el quiosquero de la esquina. Tenía 58 años y estaba acariciando el comienzo de su merecida jubilación. Mar, en su nota, dibujó un corazón y estas palabras: “Daba gusto hablar contigo, alma bonita. ¡Te echaré mucho de menos! Brilla. Hasta siempre”.
La despedida de José Antonio es un microrrelato. Lo titula “Adiós, Vicente”. “Vicente, tus clientes ya te echamos de menos. A mí me guardabas El País con mi nombre escrito en la portada. Estas palabras a ti ya no te sirven aunque pudieras intuir que te apreciábamos, pero debe quedarle constancia a tu familia de nuestro cariño hacia un quiosquero singular, bromista, con ese ¡Patri! cuando se trataba de pagar con tarjeta. Ojalá que estas líneas fueran para desearte que disfrutaras de tu jubilación. Adiós, Vicente, que dejas a tus clientes huérfanos”.
La muerte de Vicente, el quiosquero de la esquina de estos cuatro puntos cardinales, ha conmovido a todo el barrio, a personas de todas las generaciones. “Gracias por estar siempre ahí, por ser el primero que me daba los buenos días cuando iba al instituto. Por ser la persona que de pequeña siempre me guardaba las revistas DG Gorjus (marca de muñecas) haciendo que una niña de 5 años salte de alegría. Te queremos Vicente. Gracias por todo”.
La muerte de Vicente ha conmovido a todo el barrio, a personas de todas las generaciones
Todas las notas aparecen escritas a mano. Mano firme o temblorosa por la sorpresa y el dolor, porque no hay peor muerte que la que interrumpe una bendita costumbre como es la de comprar el periódico todos los días. Todas menos una escrita en el ordenador e impresa en un papel con el epígrafe Cerrado por Defunción. “Agradecemos todo el cariño que habéis dado a Vicente durante todos estos años y también todo el apoyo y solidaridad mostrada con nosotros”. La familia del quiosquero hacía saber que hoy, 8 de noviembre, a las 8 de la tarde, se celebrará una misa de funeral en su memoria en la parroquia de San Leandro, “también conocida como parroquia del Carmen” (plaza de San Gabriel, barriada del Carmen). La que está justo al lado del hospital de la Macarena.
El lector del periódico de papel es una especie que debería estar protegida como el lince. Y el que lo vende en su quiosco, más todavía. El lector es el lince y el vendedor el biólogo conservacionista. El vendedor de periódicos es una figura tan importante que el libro ‘Letras de médicos’, que escribieron a cuatro manos los doctores Ismael Yebra y Francisco Gallardo, tiene un prólogo que empieza con estas palabras: “Mi nombre es Ricardo, y para el que no me conozca, soy el propietario del kiosko de prensa de la Alfalfa. Mi kiosko es un punto de encuentro para los vecinos, allí nos reunimos y hacemos tertulias de todo tipo, poniéndonos al día de todo lo que pasa en el barrio”. Firmado: Ricardo Jiménez Alés. Y empieza el libro con el más universal de los médicos escritores, Sir Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes. En su caso, el que falleció fue el querido Ismael Yebra, dermatólogo y director de la Academia de Buenas Letras.
Cuando me vine a vivir a la Alameda, compraba el periódico en el quiosco de Matilde, que aparecía en la portada de un libro sobre la Prensa de Mercedes de Pablos y la fotografió Atín en una imagen que sale en la película ‘Atín Aya. Retrato del silencio’ de Hugo Cabezas y Alejandro Toro. Ahora lo compro en el de Antonio, que es como un confesionario. Llega todos los días en su bicicleta. A veces me da el último Diario de Sevilla. No importa que esté arrugado. Alguna vez le he contado que mi suegra, devota de la prensa de papel, me planchaba el periódico cuando lo veía con demasiados pliegues.
No conocí a Vicente, el quiosquero de León XIII esquina con Fray Isidoro de Sevilla. Imagino que entre un Papa, el de la encíclica ‘Rerum Novarum’ nada menos, y un fraile, además de los buenos deseos de sus clientes, tendrá recomendación para que su jubilación sea un júbilo celestial. Un quiosco de prensa, en los tiempos de la era digital, es un pabellón para héroes, es un segundo puesto de calentitos. El adiós a Vicente me recuerda los versos de la canción de Mercedes Sosa que hizo célebres Horacio Guarany: “Si se calla el cantor, se quedan solos / lo humildes gorriones de los diarios / los obreros del puerto se persignan / quién habrá de luchar por su salario”.
Habrá que buscar otro sitio para encontrar respuesta a la pregunta del preso de ‘Luces de bohemia’ de Valle-Inclán: “¿Qué dirá mañana la prensa canalla?”.
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