Sevilla

Un relevo precipitado e inesperado

  • Nada en las últimas fechas hacía deducir que monseñor Amigo fuera a promover personalmente el inicio del traspaso de poderes en la Diócesis, por lo que la realidad choca con las versiones oficiales

Las versiones oficiales chocan de bruces con la realidad. Monseñor Amigo se encuentra en perfecto estado de salud, se ha caracterizado en los últimos años por ser contrario a proponer a Roma el nombramiento de obispos auxiliares (que no tienen derecho a la sucesión) al mostrarse siempre convencido del éxito de su modelo de gobierno basado en las vicarías territoriales y, además, su propio vicario general acababa de revelar públicamente este mes que por su comportamiento se podía colegir que el purpurado estaría "veinte años más en Sevilla". Si se hace un repaso somero a la situación de otros cardenales, se comprueba el carácter insólito de la coyuntura creada en Sevilla en los tiempos actuales con el nombramiento de Asenjo como coadjutor. Agustín García Gascó, cardenal arzobispo de Valencia, continúa al frente de la diócesis levantina con casi 78 años de edad, pues el Papa aún no le ha aceptado la renuncia que le presentó al cumplir los 75. Francisco Álvarez Martínez, cardenal arzobispo emérito de Toledo, estuvo al frente de la diócesis castellano-manchega hasta cumplir los 78 años. Lo mismo sucedió hasta octubre de 2002 con Ricard María Carles, cardenal arzobispo emérito de Barcelona. Ambos gozaron de una prórroga de tres años al frente del gobierno de sus respectivas diócesis.

Las caras de sorpresa eran ayer patentes en los pasillos del Palacio Arzobispal, pues el Vaticano precipita el inicio del traspaso de poderes en Sevilla cuando aún quedan más de nueve meses para que monseñor Amigo presente formalmente su renuncia al cargo por razón de edad. En Roma no han querido esperar y han apostado por un modelo de transición en el que dos obispos tendrán que convivir bajo el mismo techo. El precedente más inmediato sucedió de 1982 a 1987, cuando el Papa nombró arzobispo coadjutor de Sevilla a monseñor Amigo, un jovencísimo franciscano procedente entonces del episcopado de Tánger. Pero entonces no se originaron las cábalas de ahora, porque Bueno Monreal estaba enfermo. No había lugar a la sorpresa. El impacto en este caso no está provocado por la persona elegida, que verdaderamente figuraba en el primer lugar de las quinielas en los últimos meses, sino por las formas, pues resta menos de un año para la jubilación de un arzobispo del que no se debe perder de vista su condición de Príncipe de la Iglesia, que le haría merecedor de ciertas consideraciones; su buena salud y los proyectos que tiene en marcha en la diócesis. Llama también la atención que junto con la designación se anuncia una toma de posesión sin mayores dilaciones, el 17 de enero. Hay prisas. Quedan sólo dos meses. Y ya se sabe que dos meses en el marcador de la velocidad de la Iglesia -una institución que mide y suele apostar por los tiempos lentos- puede considerarse como alta velocidad.

A nadie escapa que la relación entre el cardenal Amigo y el jefe de los obispos españoles, cardenal Rouco Varela, no es precisamente la mejor. Existe un evidente choque de pensamientos en la forma de abordar muchos temas que afectan tanto a la moral como a las relaciones con el Gobierno, sobre todo desde que Zapatero habita en la Moncloa. Y ese enfrentamiento sordo ha podido ser clave en la precipitación de los acontecimientos. Está claro que la Congregación de los Obispos del Vaticano decide el nombramiento y los cambios de destino de los nuevos prelados. Pero si hay un sacerdote español con verdadera ascendencia en Roma es el actual presidente del episcopado. Y Rouco parece decidido a promover una línea de obispos en Andalucía mucho más romana que la actual.

Si Rouco es tenido por el azote del Gobierno socialista de Zapatero, monseñor Amigo es tildado de persona especialmente próxima a los sucesivos gobiernos socialistas de la Junta de Andalucía, de los que ha conseguido con notable éxito fondos para restaurar un buen número de templos de alto valor artístico y con los que pactó a principios de los años ochenta la polémica venta del Palacio de San Telmo, la gran joya patrimonial que recibió como legado la Iglesia de Sevilla y que está siendo restaurada en la actualidad como sede de la Presidencia del Gobierno andaluz. Esta operación patrimonial, de larga y complejísima negociación y de muy difícil calificación jurídica, ha marcado desde el principio el pontificado de monseñor Amigo que, aunque contó con el preceptivo visto bueno de Roma, tuvo que soportar las más feroces críticas de los sectores conservadores de la ciudad por haber negociado con el PSOE la enajenación de un edificio que estaba destinado a la formación de los futuros sacerdotes por expreso deseo de la legataria, la infanta María Luisa de Orleans. El propio clero sevillano sufrió su particular cisma por este asunto.

La última perla que ha podido tensar más aún la relación entre el prelado hispalense y el líder de los obispos españoles fue el manifiesto que 260 católicos de Sevilla firmaron el pasado diciembre contra el encuentro que promovieron en Madrid los cardenales Rouco, García Gascó y Cañizares en defensa del concepto de familia frente a las políticas del Gobierno de ZP. Entre los firmantes figuraban canónigos de la Catedral de Sevilla como Francisco Navarro, que controla las cuentas del templo metropolitano, y sacerdotes como Gonzalo Flor, al que el alcalde socialista de Sevilla considera su cura de cabecera, además de conocidos empresarios, notarios y profesionales liberales de Sevilla. El manifiesto sentó como un jarro de agua fría en la sede del episcopado español, que curiosamente celebraba sus elecciones unos días después. No pocos analistas interpretaron el documento como una maniobra del purpurado hispalense para hacerse notar de cara a los comicios.

En el texto se realizaban aseveraciones del siguiente tenor: "No podemos aceptar y denunciamos las extralimitaciones de personas e instituciones eclesiásticas que han sobrepasado con creces los límites de su función ministerial en un intento más o menos consciente de aniquilar la libertad de conciencia tan valorada y respetada por esa misma tradición". Lo cierto es que la voz de monseñor Amigo se ha oído siempre con fuerza en los medios de comunicación de alcance nacional. Como él gusta de afirmar, está dispuesto a meterse "en todos los charcos" de la actualidad de todos los ámbitos. Y este ejercicio de libertad no ha debido ser siempre cómodo para los juegos de equilibrio de un organismo como la Conferencia Episcopal, controlado por el sector conservador tanto en la actualidad como en etapas anteriores.

Monseñor Amigo se marchó ayer mismo a trabajar a Madrid, de donde está previsto que regrese hoy a Sevilla, la ciudad que le recibió y acogió el año de los mundiales de fútbol también como arzobispo coadjutor.

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