La retórica del positivismo
El discurso de Espadas, el candidato socialista, predica soluciones optimistas en tiempos agónicos · El PSOE defiende propuestas que no ha acometido en estos años.
RETÓRICAS electorales. Parte segunda: Espadas (el senador). También conocido como el candidato que viaja en coche eléctrico. El discurso electoral del aspirante socialista a la Alcaldía de Sevilla está lleno de ilusión (la suya) y, probablemente, de cierta ingenuidad. Algo lógico si tenemos en cuenta que se trata -como Zoido en el año 2007- de un principiante en el mundo de la política municipal, aspecto que arroja luces (frescura) y también sombras (indefinición).
El PSOE, que tras un sinfín de conflictos internos con el todavía alcalde decidió cambiar a su cabeza de lista (esencialmente para huir del rechazo popular que la figura del regidor provocaba en amplias capas de su propio electorado), ha apostado por Espadas por su fama de gestor eficaz y solvente. Un alcalde (potencial) con experiencia de gobierno para un momento (sobre todo social) difícil. El único problema es que, además de por la situación económica general, la operación quizás se abordó excesivamente tarde, sin tiempo material para que los ciudadanos conozcan a un alcaldable cuyas propuestas, hasta el momento, si pecan de algo es de exceso de optimismo. Buen rollo. Algo por otra parte previsible tratándose de un candidato cuyo lema esencial es Sevilla en positivo.
Los pilares del proyecto Espadas, según confesión propia, son tres: la descentralización municipal, una decidida apuesta por el empleo y la formación (lo que el PSOE llama la gestión del talento) y la revitalización del río Guadalquivir. Probablemente los tres ejes les suenen. Nuevos no son. Más bien son clásicos populares de la vida política municipal. Cosa que, con independencia de cómo sea percibido por los electores, no supone demasiada sorpresa. Al menos, masiva. Más bien la de los socialistas es una estrategia basada primero en un acto de contricción (los excesos de la era Monteseirín) seguida de más buenas intenciones. ¿Suficiente?
Sobre la reforma municipal las propuestas de Espadas son escasamente concretas. La descentralización administrativa del Ayuntamiento ha sido una promesa recurrente de casi todos los partidos políticos. Nunca se ha hecho realidad: el miedo a abordar la remodelación integral del Consistorio (que funciona con una lógica decimonónica en pleno siglo XXI) y las presiones sindicales han pesado hasta ahora más que las evidencias.
Durante la Alcaldía de Rojas Marcos, los andalucistas fueron quienes más avanzaron en este terreno. Por vía indirecta: crearon el plan director de centros cívicos (los primeros equipamientos que aparecieron en muchas zonas extramuros de Sevilla en toda su historia) e incluso inauguraron algunos edificios. Los socialistas emularon al PA (para algunos fue al revés, pero esto es secundario) y, a raíz del escándalo de las facturas falsas del distrito Macarena, prometieron abordar un proceso global de descentralización con seguridad jurídica que a efectos prácticos ha sido incipiente.
Que Espadas prometa ahora un ayuntamiento de los distritos entra dentro de esta lógica histórica. Lo que no está aún claro es cómo va a abordar la cuestión: si adelgazando las plantillas (lo que augura hipotéticos pero probables conflictos laborales), reasignando funcionarios, reduciendo la administración paralela creada durante estos años por Monteseirín o trasladando todo el protagonismo político a las juntas de distrito. En todos los casos, habrá resistencia al cambio, aunque es la única dirección posible para que el gobierno local se adapte a los tiempos.
Sobre el empleo y la formación (la gran apuesta de los socialistas) las evidencias mandan: es la principal inquietud social. Parece lógico que Espadas (y el resto de candidatos) sitúen ambas cuestiones como prioridades políticas. En esta cuestión, sin embargo, el margen de movimiento es relativamente escaso. Las competencias en la materia son autonómicas. El Consistorio, aunque en los últimos tiempos ha intentado mejorar la formación de los desempleados (cuestión de la que IU ha hecho bandera), carece de recursos suficientes para la tarea. Quizás esto explique que Espadas formule su propuesta a escala metropolitana: con todos los problemas competenciales que estos años han impedido avanzar este viejo proyecto político (al que paradójicamente se han opuesto con fuerza algunos de los grandes regidores metropolitanos, mayoritariamente socialistas) la apuesta de Espadas (atraer inversiones: convertir al alcalde en el primer comercial de la ciudad) no tiene lógica alguna para los mercados exteriores, entre otros factores, si no se plantea de verdad en un terreno de juego mucho más amplio que el añejo concepto del término municipal.
La revitalización de la dársena fluvial es la tercera pata de la retórica socialista. También usual. Los andalucistas sentaron las bases para el desarrollo del Muelle de las Delicias. El actual gobierno PSOE-IU ha recuperado el Muelle de Nueva York y ha colocado pantalanes en la Cartuja. Ambas operaciones son temerosas incursiones en una cuestión que lleva casi dos décadas presente en todos los discursos políticos pero que choca, una y otra vez, con intereses particulares y la falta de decisión política. El verdadero problema del Guadalquivir no es sólo urbanístico, sino de conservación y mantenimiento. Algo que requiere dinero. Los socialistas cuentan con remanentes autonómicos para impulsar su proyecto fluvial. Aunque, al igual que sus promesas relativas al Metro, la falta de un marco financiero definido hace cojear ambos argumentos. Espadas ha elegido trasladar a los sevillanos un mensaje positivo. El positivismo (la doctrina filosófica que se basa en la ciencia, lo que en política vendría a ser algo así como la gestión presupuestaria), en cambio, se echa de menos. Nadie puede ser buen gestor sin un presupuesto.
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