Sevilla vista desde su voluntariado: El poder de quien da sin pedir

Cuatro entidades sevillanas muestran en el Día Internacional del Voluntariado cómo miles de personas sostienen, en silencio, la vida de la ciudad

'Almazuela', una muestra que une talento, diversidad e inclusión a través del 'art brut'

Voluntarios de la Asociación Ápice y usuarios.
Voluntarios de la Asociación Ápice y usuarios. / M. G.

En Sevilla, miles de gestos anónimos sostienen, sin hacer ruido, la vida diaria de decenas de miles de personas. Sólo en la provincia, casi 40.000 voluntarios forman parte de una red social esencial, según la Plataforma del Voluntariado Social de Sevilla. En Andalucía, la cifra asciende hasta las 150.000 personas entregando cada día algo que no se compra ni se paga: su tiempo.

Pero más allá de los números, detrás del voluntariado laten vidas, transiciones generacionales, retos logísticos, barrios que luchan por salir adelante y entidades que sobreviven gracias a quienes un día deciden dar el paso. Con motivo del Día Internacional del Voluntariado, hablamos con cuatro organizaciones cuya experiencia muestra la cara más real del compromiso.

"La media de edad del voluntariado está en los 55 años", explica Armando Rotea, presidente de la Plataforma del Voluntariado Social de Sevilla. La foto fija del sector revela un envejecimiento continuo. Al mismo tiempo, las generaciones más jóvenes se interesan por acciones "más cortas y esporádicas", lo que obliga a las entidades a repensar cómo captar y fidelizar a las nuevas hornadas.

El reto es doble. Por un lado, no perder el compromiso estable, indispensable para proyectos de acompañamiento; y, por otro, abrir vías de entrada flexibles para quienes buscan experiencias puntuales.

Voluntarios de la Plataforma del Voluntariado Social en una de sus actuaciones con mayores.
Voluntarios de la Plataforma del Voluntariado Social en una de sus actuaciones con mayores. / M. G.

Esa transición generacional marcará el futuro del voluntariado. "Los jóvenes no buscan un sitio para quedarse 10 años, como hacíamos antes. Buscan experiencias con fecha de inicio y fin. Hay que adaptarse", apunta José Pedraza, responsable de voluntariado del Banco de Alimentos de Sevilla.

Pertenece a una entidad donde el voluntariado es literalmente imprescindible. "Dependemos en un 98–99% del voluntariado", reconoce Pedraza. La proporción es tan contundente como evidente: 15 personas contratadas sostienen una estructura que requiere 150 voluntarios estables y que, en campañas como la Gran Recogida, moviliza a hasta 4.000 personas en un solo fin de semana.

El Banco cuida especialmente lo que llaman el "ciclo del voluntariado": acogida, formación, adaptación, seguimiento anual y entrevista de salida. "Queremos saber si la persona se encuentra bien, si esperaba otra cosa, si quiere cambiar de área", explica.

Voluntarios en el Banco de Alimentos de Sevilla.
Voluntarios en el Banco de Alimentos de Sevilla. / M. G.

Pero no todo es fácil. Este tipo de voluntariado tiene desafíos propios. Uno de ellos es que la satisfacción no es inmediata. Quien ordena alimentos, lleva contabilidad o coordina logística no ve la cara de las personas que reciben la ayuda. "Es un voluntariado de satisfacción diferida", explica Pedraza. "A veces tienes que recordarte que esto no lo estás haciendo para que tu empresa gane beneficios, sino para llegar a las 35.000 personas que dependen de estos alimentos en Sevilla", sostiene.

Aunque no haya contacto directo con usuarios, el peso emocional existe. "Puedo cometer un error y eso tiene repercusión en alguien que lo necesita", reconoce Pedraza. Además, el perfil de quienes piden ayuda ha cambiado desde la pandemia. Ahora hay más jóvenes, personas con buena apariencia externa, y un dato impactante, "cada vez más trabajadores pobres que sólo pueden elegir entre pagar el alquiler o comer".

En otra realidad completamente distinta, el voluntariado es también la pieza clave para que decenas de jóvenes con epilepsia y discapacidad puedan simplemente salir al cine, cenar, pasear o pasar un fin de semana lejos de casa. "Sin voluntariado, no podríamos hacer nada", afirma Aurora Gómez, responsable de ocio y voluntariado en Ápice, entidad referente en epilepsia en Sevilla. Su programa de ocio, uno de los más potentes de la asociación, depende casi por completo de jóvenes que cada sábado acompañan a chicos y chicas que, por seguridad y por dependencia, no pueden realizar actividades solos.

Los voluntarios reciben formación en primeros auxilios, impartida por la propia entidad. El resto es actitud. "Ganas de compartir, de vivir un sábado rodeados de jóvenes que, pese a haber sufrido rechazo y estigma, responden con una gratitud inmensa", explica. "No somos un voluntariado goloso" admite Aurora. "La gente escucha epilepsia y se imagina lo peor. Pero cuando vienen una vez, repiten", asegura.

En el Polígono Norte, uno de los barrios con mayores dificultades sociales de Sevilla, el voluntariado es mucho más que ayuda: es resistencia comunitaria. "Estamos en un barrio donde conviven el paro, la pobreza, la droga, el abandono escolar… pero también un tejido de familias luchadoras que quieren lo mejor para sus hijos", explica María Arce, responsable de Manos Abiertas, Infancia. La entidad lleva tres décadas ofreciendo refuerzo educativo, ocio en la calle y acompañamiento emocional a niños y adolescentes.

Una actividad con menores y voluntarios de la asociación Manos Abiertas.
Una actividad con menores y voluntarios de la asociación Manos Abiertas. / M. G.

Durante los primeros 20 años, todo se hacía solo con voluntariado. Hoy cuentan con algunas personas contratadas, pero la esencia no ha cambiado.

Su voluntariado, en su mayoría joven y universitario, se adapta a la vida académica mediante un sistema ágil: un grupo de WhatsApp donde cada semana indican qué días pueden acudir. "El ideal es que vengan un día fijo, pero trabajamos con flexibilidad. Ellos se organizan y nosotros también", explica

En total, unas 30 personas participan este curso. Y su impacto va mucho más allá de las matemáticas o la lengua. "El voluntariado ofrece algo que nosotros, como profesionales, no podemos dar. Ofrecen tiempo porque quieren. Eso, quien lo recibe, lo nota", apostilla.

Para Armando Rotea, la celebración del Día del Voluntariado tiene un doble sentido. "Primero, reconocer a ese caudal humano que mueve el mundo todos los días. Y segundo, reivindicar atención. Porque el voluntariado hace mucho, de forma altruista, pero con un esfuerzo enorme detrás. Hay que cuidar a quienes cuidan", afirma.Y cuidar significa garantizar formación, apoyo emocional, responsables de voluntariado preparados, recursos económicos y estructuras organizativas que no se rompan en tiempos de crisis.

Tanto desde Ápice como desde Manos Abiertas, la recomendación a quienes dudan es la misma. "Hay que probar", coinciden. "Yo pensaba que no tenía tiempo, y cuando probé me enamoré", cuenta María. "El tiempo es relativo, y al final lo dedicamos a lo que queremos dedicarlo", añade.

Aurora insiste en lo que el voluntariado significa para la dignidad de las personas atendidas. "Aunque pudiéramos pagarlo todo, el voluntariado tiene sentido porque estas personas necesitan sentir que hay gente que está con ellas porque quiere, no porque cobra", concluye.

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