La vida criminal del neonazi Manuel Herrera: músculos, secuestros y drogas

La condena por secuestrar a un empresario es un paso más en la escalada delictiva del que fuera líder de los ultras del Betis

La última pena: cuatro años por rapto, extorsión y robo

La vida criminal del ultra Herrera.
La vida criminal del ultra Herrera. / Rosell

Manuel Herrera Perejón ha vuelto a estar de actualidad esta semana, y no precisamente porque haya protagonizado incidentes con los ultras del Betis en Polonia. Podría haber sido así perfectamente si no siguiera en prisión. El que fuera líder de los Supporters Gol Sur fue condenado hace unos días a una pena de cuatro años de cárcel por liderar una banda de secuestradores que actuaba por encargo. Es el último paso de la vida criminal de un tipo que acaparó los focos mediáticos de toda España hace ocho años, cuando agredió a un hombre que estaba sentado tranquilamente, tomando un aperitivo, en un bar de la Plaza Mayor de Bilbao. Fue el 27 de abril de 2017. Esa tarde jugaba el Betis en San Mamés y Herrera, ultra neonazi, salió de cacería en busca de supuestos nacionalistas vascos. "Eh, tú, Javilondo, ¡arriba España! ¿Eres proetarra?", le dijo a su víctima, elegida al azar, antes de golpearla sin venir a cuento, mientras sus colegas se reían a brazo partido. La agresión fue grabada en un vídeo que se hizo viral.

Hasta entonces, la fama del Herrera no había trascendido demasiado del ámbito local sevillano, donde ya era bastante conocido sobre todo entre los grupos ultras y en los círculos policiales. La primera noticia que aparece de él data de octubre de 2016, cuando propinó un fuerte puñetazo a un hombre que salía de un local de la calle Trastamara, en el centro de Sevilla. La víctima era piloto de avión, y sufrió una lesión en el ojo que le afectó en su trabajo. Herrera fue detenido poco después en las inmediaciones de la Alameda de Hércules. Se resistió a su arresto e hicieron falta once agentes para reducirlo.

Años después, el ultra terminaría aceptando una condena de dos años y un mes de cárcel. Aquel acuerdo implicaba que se retirase la calificación de delito de odio, que se le imputó en un primer momento al considerarse que la agresión vino derivada porque el ultra creyó que la víctima era homosexual. Herrera sostuvo en su declaración que no fue éste el motivo del puñetazo, sino que reaccionó así a un comentario que hizo la víctima. También alegó la drogadicción que padecía para que fuera considerado una circunstancia atenuante.

Manuel Herrera Perejón sale de los juzgados de Sevilla tras la agresión en Bilbao.
Manuel Herrera Perejón sale de los juzgados de Sevilla tras la agresión en Bilbao.

Su adicción a las drogas ha marcado su personalidad explosiva, al igual que lo han hecho su afición al culturismo y al boxeo o su ideología neonazi y homófoba. Natural de Benacazón, se crio en el seno de una familia humilde, de padre albañil y madre jornalera. A su madre es habitual verla en las comparecencias en los tribunales de su hijo. Jugó al fútbol en las categorías inferiores del Betis, pero no llegó a nada en este deporte. Se obsesionó con ideas ultras y se relacionó con malas compañías.

Durante su etapa como líder de los ultras del Betis participó en numerosas peleas con radicales no sólo del Sevilla, sino de otros equipos españoles enfrentados ideológicamente a los Supporters. Acumulaba ya una treintena de detenciones, pero la primavera de 2017 estaba completamente desatado. El 2 de marzo de 2017, menos de dos meses antes de la agresión en Bilbao, protagonizó uno de los incidentes más violentos de su carrera, cuando atropelló a un motorista de la Guardia Civil de Tráfico en su pueblo natal.

"Nos avisan de que hay un vehículo que viene perseguido por la Policía Nacional, al que se le ha dado el alto en Sevilla, que no para, que pasa por la SE-30 a la altura del Centenario con todos los radares saltando, que va de derecha a izquierda haciendo zigzag. Nos dicen que es un vehículo de alquiler y que la persona que lo lleva es Manuel Herrera Perejón. Ya nos avisan de que extrememos las precauciones porque puede ir armado, porque puede llevar casi con toda seguridad estupefacientes, y que no se va a parar. Puede llevarse a quien se lleve, que no va a para", relató el guardia civil herido, en una entrevista mantenida con este periódico años después de los hechos.

La persecución continuó por la A-49, a velocidades fuera de lo normal, adelantando por la derecha, por la izquierda y por el arcén. "Era una locura", apuntó el guardia, que identificó perfectamente al conductor, que intentó echarlo de la carretera en varias ocasiones. "Iba con una gora y riéndose". Dando volantazos a toda velocidad, Herrera logró despistar a todos los agentes que lo seguían, salvo a este motorista, al que llevó por caminos hasta una zona del casco urbano de Benacazón, a veces circulando por encima de los 190 kilómetros por hora. Al llegar a un cruce, se detuvo y comenzó a dar marcha atrás a toda velocidad para atropellar al guardia, que sufrió una grave lesión en la columna que le terminó retirnado del servicio. El agente salvó la vida gracias a que hizo uso de su arma reglamentaria.

El Herrera huyó y el coche que conducía apareció quemado en un descampado de Benacazón. Horas después, se difundió un vídeo en el que volvía a aparecer él. Esta vez, una joven le extraía una bala del hombro con unas pinzas. Sería detenido poco después en un bar de Matalascañas, mientras veía un partido del Betis contra el Osasuna. Treinta agentes de la Guardia Civil participaron en su detención. Incomprensiblemente, quedó en libertad provisional y el tipo aprovechó su situación para desplazarse a Bilbao. Él mismo se grabó un audio diciendo que la Ertzaintza le había felicitado "por tener dos cojones bien puestos e ir al casco viejo vacilando a todos los etarras" que se encontraba a su paso. En Sevilla compareció ante el juez y volvió a quedar libre, momento que aprovechó para amenazar a algunos periodistas. Entre quienes le esperaban en la puerta del juzgado, su madre y algunos amigos, conocidos delincuentes de Sevilla con los que ya se relacionaba.

El coche que llevaba el ultra, quemado tras la fuga.
El coche que llevaba el ultra, quemado tras la fuga. / D. S.

No tardaría mucho en volver a ser detenido. A principios de 2018 cayó en la operación Tornado-Afluente, en la que fueron detenidos algunos de los principales capos del narcotráfico de la provincia de Sevilla, como los Lanas o Ginés. Ambos lideraban sendas organizaciones que se disputaban el control de la entrada de hachís por el río Guadalquivir. Herrera, según la Fiscalía, "realizaba funciones de seguridad para algunos miembros del grupo y, en ocasiones, amedrentaba a personas pertenecientes a otros grupos que pujaban por realizar la misma actividad delictiva, además de descargar fardos de droga de las embarcaciones".

A principios de marzo de 2020, unos días antes del confinamiento por la pandemia del covid-19, recibió una paliza en los carnavales de Tenerife. Se vio implicado en una pelea con unos porteros de una discoteca y perdió varios dientes. De nuevo volvieron a verse imágenes suyas, esta vez con la cara ensangrentada. En el incidente tuvo que intervenir la Policía Local de Santa Cruz.

Del narcotráfico al crimen organizado. Dio un paso más en su escalada delictiva cuando lideró una banda de secuestradores. El 24 de abril de 2021, dirigió el secuestro de un empresario para exigirle que pagase tres deudas por un valor total de 90.000 euros: una relacionada con un negocio de anabolizantes, otra con un gimnasio y la última con un desguace. Los secuestradores llevaron a la víctima a una nave de Benacazón y le obligaron a grabar un audio en el que manifestaba que se encontraba allí por voluntad propia. Como el hombre negó deber nada a nadie, Herrera y otros tres cómplices le dieron puñetazos y culatazos durante cuatro horas, le amenazaron con cortarle un dedo o arrojarlo al agua, "a tres mil millas de la costa". Le avisaron de que sabían dónde vivían sus padres y la madre de su pareja, y le hicieron escuchar grabaciones de dos individuos, "uno de acento colombiano y otro árabe", que le dirigían frases como "¿qué prefieres, pagar con tu vida?" o "haz caso, que aquí todos somos criminales".

Durante varios días, Herrera se presentó como "el que está al mando de todo" y le advirtió de que "le iba a cortar una mano si no satisfacía la deuda. "He estado siete años en el agujero y no tengo nada que perder. Te pego un chispazo y te dejo frito", le soltó también. El secuestrado terminó pagando. Y el Herrera detenido. El pasado 22 de mayo, aceptó una pena de cuatro años por secuestro, extorsión y robo. Durante la sesión celebrada en la Audiencia de Sevilla, llamó "chivato" a uno de los acusados y le dijo que lo iba a "achicharrar". Antes de que se leyera el fallo, pidió salir a tomar el aire. "No quiero formar ningún espectáculo", dijo al tribunal. El receso duró poco, porque, ya fuera, volvió a increpar a los familiares de los que habían sido sus cómplices. La vista terminó pronto, para que se llevaran al Herrera de vuelta a prisión lo antes posible.

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