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¿Amateurismo o resultadismo?

  • El Sevilla sufre en la dulce resaca del derbi para sacar uno de los partidos más difíciles que le quedaban en casa.

  • Primer triunfo sin N'Zonzi en el once.

Montoya ya sabe qué es la LigaEl amateurismo también es ganar como sea. Que se lo digan a esos muchachos que, machacados, con las rodillas deshechas y los gemelos cargadísimos, después de horas de jugar en la calle, anunciaban la bocina salvadora: el que marque gana. Marcó el Sevilla y ganó. El Athletic echó de menos el remate de Aduriz y el Sevilla echó de menos a N'Zonzi, o sea, casi todo. El gigante francés es la piedra angular de Sampaoli, el hombre que engarza todo un entramado que sin él se descompone en una amalgama sin estructura. Sin él, el amateurismo se vuelve resultadismo. Pobre espectáculo, salvo en lo emocional, tres puntos más, el tren de récord continúa, el cuarto está ya a nueve puntos. El liderato sigue a dos...

Desde que se creó el fútbol, se juega para ganar. O sea, que el resultadismo es algo inherente al amateurismo. Mucho antes de que este deporte se superprofesionalizara ya había guantadas en las gradas por ese gen depredador que impele a someter al otro, algo heredado por el Homo sapiens de su ancestro, el Homo neanderthalensis, al que sometió hasta echar del planeta. Cosas de la evolución. El Sevilla de Sampaoli sometió al rival sufriendo como nunca, como si hubiese sufrido una involución.

Quizá fuese el pago de la dulce resaca del derbi. O quizá sea un mal endémico de este equipo, que sufre una barbaridad cuando lo presionan en posiciones adelantadas. El Athletic sacó su espíritu de león y peleó cada balón como si fuera una presa herida. Y el Sevilla echó en falta a su cazador de la sabana, el gigantón que lo mismo rompe líneas con su zancada que traza el juego entre la defensa y el ataque. En Eibar y Bilbao naufragó el Sevilla sin él; ayer, no, pese a que Nasri se perdió con el balón en las garras de los vascuences.

A estas alturas de temporada, con tantísimo en juego por parte y parte, cualquier detalle provoca una escisión en la evolución esperada de un partido. El Athletic, con la moral tocada por dejar en Nicosia su prurito europeo, y con una pésima racha a domicilio, llegó sin Aduriz, De Marcos, Balenziaga, el hombre que desequilibró el partido en San Mamés con su gol... Pero no se vino abajo con el gol salvador de Iborra en otro penalti regalado al portero rival. Esta vez fue Jovetic el que falló: cómo resopló de alivio al ver que el capitán, otra vez, salía al rescate.

El Sevilla, impulsado por su tren de récord y por el empate del Madrid, debía ganar fácil tras el 1-0, pese a no contar con N'Zonzi, ni con Vitolo, Sarabia ni Pareja... Hay equipo, hay profundidad de banquillo, podría pensarse. Pero el sufrimiento fue in crescendo, como la crispación de un público que sacó fuerza de los propios nervios para bramar y animar a su equipo en un final frenético, agónico. ¡Árbitro, la hora!, gritaría más de uno, y de dos, al ver el cartelón de cuatro minutos.

Los de Valverde casi se salen con la suya. Sólo les faltó colar dentro uno de sus muchos centros, en una segunda parte en la que Gol Norte parecía una grada de San Mamés, de tantos balones colgados sobre Sergio Rico. No estaba Aduriz y no se rompió la ilación del mal visitante. Sí estaba Iborra, el hombre que hizo virar el derbi de rumbo, el responsable de un nuevo triunfo en un partido horrible. ¡Pero cómo estalló Nervión al final! La emoción también es fútbol. Y tanto. A dos puntos del líder, jornada 25...

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