Barcelona - Sevilla | Contracrónica

El mejor escudero de un fino caballero

Koundé frena a Ansu Fati con Jesús Navas atento a la jugada.

Koundé frena a Ansu Fati con Jesús Navas atento a la jugada. / Alberto Estévez / EFE

Este miércoles se verán las caras de nuevo, pero defendiendo el mismo pabellón, el de la selección española en el amistoso contra Portugal. Ansu Fati (Guinea Bissau, 31-10-2002) verá de nuevo de cerca al que fue su ídolo de la infancia, Jesús Navas (Los Palacios, 21-11-1985). Ahora ya lo mira de tú a tú, no como a una alta referencia para su ilusión como futbolista cuando empezó a jugar en la Escuela de Fútbol Peloteros de Herrera, cuando pudo admirarlo en su breve periodo como canterano del Sevilla, hace casi una década. Ahora, Ansu Fati es la sensación de la Liga y de la selección. Ahora y siempre, Jesús Navas es una referencia legendaria a sus 34 años, pese a doblar la edad del guineano criado en la Sierra Sur.

Los 34 años de Jesús Navas impusieron su veteranía frente a los 17 de Ansu Fati en el primer duelo de ambos en la élite del fútbol. A veces incluso pareció que el adolescente le tenía un excesivo respeto al padre de familia. Apenas lo encaró una vez, sin éxito, y se fue del partido a la hora de juego, aburrido entre la tenacidad del palaciego, incansable y ejemplar para muchas generaciones venideras de jóvenes futbolistas. Pero, además, por si el tremendo talento del casi púber azulgrana eclosionaba con esa velocidad eléctrica de sus movimientos imprevisibles, el fino caballero palaciego tuvo al mejor escudero que se puede tener en la actual Liga: Jules Koundé.

El central galo volvió a realizar una exhibición de su capacidad defensiva en un gran escenario como el Camp Nou. Salvaguardó siempre el pasillo interior que eligió más de una vez Ansu Fati, el del 10 y no el del 11. A veces el juvenil guineano criado en Sevilla parecía huir de la cal para no toparse con su ídolo Jesús Navas, para no tener que tumbar con algún regate eléctrico a su admirada referencia. En la segunda parte, le cogió una vez la espalda a Jesús Navas tras el enésimo avance del palaciego por su banda derecha. Pero Koundé salió presto para salvaguardar la honra del capitán del Sevilla y le ganó con su fuerza indómita el sprint y el pulso metiéndole el cuerpo y marcando su zona. Aquellos dominios eran de él y de Jesús Navas.

El palaciego tuvo en sus botas varias acciones destacables, en lo positivo y en lo negativo. Intentó hasta cuatro veces ponerles a sus compañeros otro balón de oro, otra asistencia que sumar a su impresionante trayectoria. No lo logró. En cambio, su despeje hacia dentro en un balón interior de Messi a Jordi Alba, ese pase que tanto daño ha hecho al Sevilla otras veces, propició una asistencia involuntaria hacia Coutinho, que recibió el balón en bandeja para batir a Bono e igualar, apenas dos minutos después, el 0-1 de De Jong.

Koundé participó en ese tanto esperanzador y temprano del Sevilla. Cómo no, viniendo de un saque de esquina que leyó muy bien Suso. El francés remata casi siempre los córneres. Le falta afinar.

Jesús Navas pudo enmendar su error con un pase de la muerte a Fernando en el que se excedió en el golpeo. Pudo ser el 1-2 (19’). Pero sería injusto afearle esos borroncillos. En el Camp Nou fue el banderín de la tenacidad ante un Ansu Fati al que se le fue pronto su energía juvenil. Apenas un disparo que blocó Bono y otro sustito al portero sevillista. A la hora de juego salió del campo. Jesús Navas, ese fino caballero, seguía montado en su caballo, corriendo por su banda...

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