Quizá el mayor mérito de Eduardo Berizzo esté siendo que ha tenido que fraguar un equipo nuevo, una idea nueva, una plantilla muy reformada, mientras estaba obligado a ganar. Y no es gratuita esta afirmación. El Sevilla que recoge elogios, más por los resultados que por el juego según la exigente lupa del sevillismo, habría tenido un rumbo muy distinto si no gana sus primeros partidos del curso, que llegó con ese arranque envenenado del play off de la Liga de Campeones. Desde aquellos inquietantes días de agosto que tuvo su trance de alta incertidumbre en los últimos minutos del Sevilla-Basaksehir, Berizzo ha ido solidificando su equipo sobre una móvil piedra angular, la de las rotaciones. De ese modo, ha logrado que su escuadra compita en la Liga y en Europa. La consecuencia es que se va al segundo parón liguero como segundo en la tabla y líder del Grupo E de la Champions. Pero octubre arriba con emociones fuertes.

La premisa del argentino de afrontar cada partido con gente fresca lo ha abocado a cambiar seis, siete u ocho futbolistas por partido, con la dificultad añadida que implica para la concepción colectiva del juego y la conjunción de las individualidades en el todo. Y aun así ha logrado el segundo mejor arranque histórico del club en Primera División. El Sevilla es segundo, con 16 puntos de 21, tras cinco victorias, un empate y una derrota, y un registro de nueve goles a favor y únicamente tres en contra, una cifra muy estimable. Sólo lo supera el Sevilla de Manolo Jiménez de la 08-09, con 17 puntos tras no perder en las siete primeras jornadas (cinco victorias y dos empates), algo que sucedería en la octava ante el Málaga (0-1). Claro que aquel equipo estaba menos condicionado por Europa.

Las mejores clasificaciones en la séptima jornada

De entrada, aquel Sevilla que jugó por última vez la Copa de la UEFA con esta denominación no comenzó este torneo hasta el 18 de septiembre. Entre esa fecha y el 2 de octubre disputó la previa, mucho menos dramática que la vivida en agosto frente a los turcos, una cómoda eliminatoria con el Salzburgo (2-0 y 0-2). Para entonces ya tenía ensamblado el equipo Jiménez, que hasta la séptima jornada no jugó más partidos europeos que esa previa.

Tras el parón, las visitas seguidas a Bilbao, Moscú y Valencia calibrarán el potencial

El Sevilla de Berizzo ha tenido que lidiar con el fielato del play off, calificado por los protagonistas como una losa psicológica que les pesó mucho en el inicio de la temporada. Y luego el equipo salió vivo de su complicado debut en el grupo de la Champions, el estreno con el partido más difícil, ante el Liverpool en Anfield. Y para mantener la competitividad en la Liga, mientras iba fraguando un equipo sobre la solidez defensiva sin dejar de mirar nunca la portería contraria como sello, hubo de perseverar en el sistema de rotaciones pese a las críticas por la puesta en escena.

Ante el Málaga, por ejemplo, Berizzo volvió a realizar siete cambios respecto al once titular que el martes venció al Maribor en la segunda jornada de la Champions. Aunque es cierto que hasta que no salió Banega en la segunda parte no encontró el rumbo el Sevilla, que hasta ahora está echando de menos precisamente un mejor rendimiento de su manijero.

Llegado el segundo parón, es obvio que Berizzo está dando su sello con una versión más sólida de lo esperado. Este dato lo ilustra: jamás ha encajado menos de tres goles el Sevilla en las siete primeras jornadas. Sólo dos veces, en 1969 y en 1970, recibió tres goles a estas alturas. Y los jugadores agradecen esa solidez porque saben que es la mejor garantía para el crecimiento y el éxito. Esa solidez se pondrá a prueba en octubre, tras el parón, con dos salidas seguidas a Bilbao y Valencia, emparedando la visita al Spartak en Moscú. Será un calibre perfecto para el potencial de este Sevilla.