Borussia Dortmund - Sevilla

La contracrónica: Nueva luz para los apóstatas

¿Quién es más apóstata? ¿El sevillista que dejó de creer en la fe de Lopetegui por su forma de gestionar los dos partidos ante el Barcelona? ¿O Lopetegui renunciando en Westfalia a su credo del control con la pelota en pro de la presión y la verticalidad? La necesidad llevó a la virtud y ante Haaland, un delantero con el nervio de un novillo y la fuerza de un toro, el Sevilla resurgió como un fénix para iluminar una nueva fe que debería cegar a todos los apóstatas, incluido Julen. Porque tras el castigo de la Champions hay vida y la Liga, nada menos que con un derbi, espera a este redivivo Sevilla que fue capaz de hacer temblar al Borussia Dortmund cuando todo parecía sentenciado.

La gran diferencia de la eliminatoria entre el Sevilla y el Borussia Dortmund la marcó el joven noruego de 20 años que va para delantero de época y que ya se rifan los más potentados económicamente de Europa. Cinco goles marcó, uno que anuló Çakir, a sugerencia del VAR por no se sabe qué para pitar un penalti que no puede serlo sino en el fútbol moderno del dichoso VAR.

Haaland empezó a decantar la eliminatoria con la jugada que propició el 1-1 de Dahoud en la ida y luego, él solito, generó más peligro que todos los delanteros que sacó el Sevilla en los dos partidos, que los tres con los que terminó acosando en su área al equipo aurinegro. La réplica de En-Nesyri, con su valentía al pedir el balón y lanzar el penalti del 2-1 y con su soberbio cabezazo al gran centro de Rakitic ya en los estertores del partido, fue corta y tardía. Pero el marroquí fue el turiferario que ahumó de incienso la luz que debe iluminar a este equipo de aquí a mayo. Sin Semana Santa ni Feria, que haya fútbol al menos.

Tras el correctivo de Haaland, duro en el partido de ida y más duro aún en el de vuelta por el fútbol que estaba desarrollando el once elegido por Lopetegui, debe haber vida. El Sevilla se tomó en serio lo de las hazañas imposibles, su propia historia de épica, e intentó reescribirla en el mítico Westfalenstadion. Presión adelantada, fuerza en los envites, combinaciones rápidas y verticales, precisión y energía...

Para ello fue fundamental la vuelta al once del flanco izquierdo en plenitud. Acuña y Ocampos, que estaban lesionados en el partido de Nervión, le dieron al equipo de Lopetegui el ímpetu y la pujanza que le estaba faltando. Los dos argentinos y Óscar, sorprendente elección para acompañar a Joan Jordán y Fernando en el eje de la medular, le inyectaron al Sevilla la adrenalina que le estaba faltando a un grupo que parecía haber perdido el hálito.

Al Sevilla le faltó pegada, remate. No todos pueden tener a un Haaland que es un peligro en cada cruce. Aun así, fue otro Sevilla, otra versión como renacida de la carestía. El más cornás da el hambre del Espartero en versión futbolera. Y En-Nesyri alzó su voz con fuerza, en un gran escenario. Su reivindicación llegó con el tiempo para el milagro casi caducado. Aunque Rakitic y Diego Carlos tuvieron el último estertor en el área aurinegra, para temblor de todos los borussers. Les faltó la determinación que sí tuvo el marroquí en sus dos rabiosos goles.

La primavera asoma sin incienso, farolillos ni Champions ya en Nervión. Pero al menos el Sevilla olvidó el tono apocalíptico y, entre síntomas de apostasía, se dio una nueva luz con la que enfocar el derbi.

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