Granada CF - Sevilla FC | Marcaje al hombre

Carlos Fernández, balada del soldado solitario

  • El de Castilleja de Guzmán, que gozó de su primera titularidad en su vuelta a Granada, comprueba la cruda vida en la mina que padece el ariete con Lopetegui

Carlos Fernández llega tarde ante Rui Silva, que bloca la pelota.

Carlos Fernández llega tarde ante Rui Silva, que bloca la pelota. / Pepe Torres (Efe)

Cuando se echó la persiana del mercado estival-otoñal, también se le bajó la persiana del escaparate a Carlos Fernández, quien tuvo que girar su punto de mira de fuera hacia dentro. No cristalizó ningún interés para hacer las maletas y se convenció al momento el jovenzuelo de Castilleja de Guzmán de que, si en el Sevilla no se sentía todo lo valorado que merecía, estaba en él darle la vuelta a la situación.

En cuanto se paró a analizar su nuevo tablero de juego, pronto esbozaría una media sonrisa: ni mucho menos tiene la competencia en la vanguardia sevillista que sufrió por ejemplo Negredo en 2010, cuando debía litigar con Kanoute y Luis Fabiano, ahí es nada. Eso, lo primero. Y lo segundo, que este Sevilla de Lopetegui va a activar un animado carrusel de cambios tan pronto llegue la Champions, que es ya.Por eso, de repente, Carlos se encontró con que en la muy especial vuelta a la ciudad donde maduró la pasada temporada y empezó a sentirse un buen jugador de Primera, dispuso de su primera titularidad en su mayúsculo reto de triunfar en el club de su corazón.

Cuando ese peligro con un silbato en la boca que atiende por González Fuertes se disponía a dar su primer pitido, Carlos pisaba la pelota en el punto del círculo central, con el ansia por sacar de un purasangre en el cajón de salida. En el borde de ese huevo frito de Los Cármenes aguardaba Roberto Soldado, su experto monitor en aquel mismo escenario la pasada campaña. Pero esta vez, su instructor en el noble arte de desquiciar defensas estaba enfrente, no al lado. La diferencia fue palmaria para el punta sevillano.

En cuanto la batalla fue dibujando sus primeras llamaradas, Carlos fue palpando que no era lo mismo litigar, colisionar, forcejear como único referente ante el imponente Domingos Duarte y el rocoso Germán que repartirse el trabajo con un Soldado de la vida. Aunque fuese raso.

En sus primeras pugnas infructuosas, el sevillano palpó que la misión que suele tener encomendada Luuk de Jong tiene poco de gratificante. En el fútbol, para potenciar hay también que renunciar. No cabe otra porque todos parten con las mismas once fichas. Lopetegui potencia el control, el manejo y la intensidad donde se cuece el juego, pero a cambio sacrifica piezas referenciales arriba.

Por eso sale Suso como falso extremo y por dentro no hay mediapuntas que apoyen al ariete, sino medios puros con espíritu llegador, como Rakitic, Jordán y a veces hasta Fernando. Sólo el nueve, sólo Carlos, vio el fútbol de espaldas. Hasta Munir, el más capacitado para actuar como segundo delantero y desahogar algo al ariete, fijó su posición en el extremo izquierdo, donde hizo daño con sus controles, giros y conducciones.

Como Tom Hanks en aquella isla, Carlos se sintió solo y castigado en este perro mundo. Y como él, quiso hallar consuelo en la figura de una pelota. Pero el dorsal 24, longilíneo y liviano, sufrió en sus fibrosas carnes la capacidad intimidatoria de sus ex compañeros, que fueron a perseguirle a veces hasta el mediocampo sevillista para evitar que se girara.

En una de esas disputas, Domingos Duarte ganó otro balón por alto, pero al caer pisó a Carlos y acabó lesionado (44’). Por él salió el irregular Vallejo, pero como al momento Joan Jordán cometió la torpeza de probar la competencia de González Fuertes y fue expulsado, el canterano ya no volvió a la hierba tras el intermedio.

Al término del partido, Julen Lopetegui justificó así su decisión: “Lo tuvimos que cambiar en el descanso para buscar situaciones de apoyo con Luuk (De Jong) y velocidad por fuera, pero ha hecho un buen trabajo, como el resto del equipo. Era un partido especial para él, pero sabíamos que no le iba a afectar, ha competido bien”.

Ya sabe Carlos Fernández lo que tiene por delante esta temporada: si quiere triunfar como delantero en el Sevilla de su alma, habrá de convertirse en un malencarado... soldado.

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