Chelsea - Sevilla | Contracrónica

Sello franqueado en Londres

Fernando, que jugó de central, dialoga con Thiago Silva y Lampard, con el que jugó en el City.

Fernando, que jugó de central, dialoga con Thiago Silva y Lampard, con el que jugó en el City. / Mike Hewitt / efe

Ya toda Europa conoce al Sevilla de Lopetegui. El sello es inconfundible. Un equipo duro como el diamante y dúctil como la plata. Un grupo que se maneja siempre como un colectivo con una fe a prueba de dificultades y que se ensoberbece desde la humildad ante gigantes continentales con presupuestos mucho mayores.

El Chelsea de los millones de Abramovich fue poca cosa para este Sevilla del estajanovismo sin tregua, de la solidaridad sin menoscabo. De no regalar un balón y regalar a cambio mil carreras. Hacia delante, hacia atrás. Superando dificultades sobrevenidas ante la convicción de que creyendo se puede.

Le faltó pegada para haber dado una gran campanada en su estreno en la Liga de Campeones. Pero el sello quedó franqueado en el Royal Mail, la real casa de correos con sede en Londres, con el beneplácito de su muy graciosa majestad, la eterna Isabel II. En el muy exclusivo barrio de Chelsea, cerca del Támesis, el Sevilla dejó su eco pétreo, que se engrandeció en el vacío graderío de Stamford Bridge.

Le faltó pegada, como otras tantas veces, pero salió con una victoria moral que redunda en el crecimiento de esta mesnada de fieles infantes a la que ha dado forma de ejército indomable el estratega de la humildad y el sacrificio.

Con una posesión del balón que pasó por algunos momentos del 65%, el Sevilla también demostró ante el muy físico y muy reforzado Chelsea de Lampard que no es sólo generosidad en el esfuerzo. Ni siquiera la temprana lesión de Sergi Gómez, el sustituto de ese titán que es Koundé -fuera de juego por su positivo en Covid-19-, trastocó la puesta en escena casi inmaculada del Sevilla de Julen en la Champions. 

El guipuzcoano hizo dos cambios con una sola sustitución. Retrasó a Fernando para ser central cuando parecía que Gudelj iba a ser el elegido por, presuntamente, tener menos capacidad técnica que el brasileño para el manejo de la pelota. Y Julen se salió con la suya. Con Rakitic más liberado por delante del serbio y Joan Jordán, el Sevilla siguió mandando en un partido que tuvo de cara en varios momentos. Ay, la falta de pegada. Y en la Champions nada menos...

Los futbolistas que maneja Lopetegui son los primeros que tienen consciencia de sus limitaciones. Puede que ahí radique uno de los secretos del éxito de este equipo que se comporta como tal en las grandes ocasiones. Y saben también que cuando lleguen las citas decisivas aparecerá esa rúbrica al fútbol coral, en lo defensivo y en lo ofensivo, que realiza el Sevilla cuando sabe que el premio es verdaderamente jugoso.

Que les pregunten a Manchester United o Inter si el Sevilla tiene gol. También al Bayern, que a punto estuvo de sufrir en sus carnes ese último hálito de maratoniano ganador que tiene este equipo cuando atisba la línea de meta ante sus ojos.

En Stamford Bridge el Sevilla debía probarse a sí mismo, antes que a nadie, que la Champions también es su hábitat. Le faltó rematar la faena con más precisión en algunas de sus llegadas. Bono estuvo más cómodo que Mendy, aunque ambos tuvieron trabajo.

El debate sobre el delantero permanecerá. Durante la travesía maratoniana, su labor es sorda. El sello también permanece. Y está franqueado en Londres, capital mundial del fútbol.

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