Cádiz-Sevilla

Crónica | Badé, Bryan, En-Nesyri, gol, poesía pura para el Sevilla (0-2)

  • La jugada del cero a dos, con fútbol directo y tres toques antes de celebrarlo con la grada sevillista, resume perfectamente que otro tipo de fútbol es posible para ganar también

  • Los sevillistas defendieron con pelotazos sin ningún rubor y se inyectaron oxígeno puro junto al Atlántico frente al Cádiz

  • Así le hemos contado el Cádiz-Sevilla

En-Nesyri dispara con su pierna derecha para convertir el pase de Bryan en el cero a dos.

En-Nesyri dispara con su pierna derecha para convertir el pase de Bryan en el cero a dos. / Román Ríos | Efe

Una inyección de oxígeno puro procedente del Atlántico para el Sevilla. El conjunto de José Luis Mendilibar supo adaptarse al libreto de su nuevo entrenador vasco y volvió por la autopista libre de peaje con tres puntos de un valor incalculable. Pelotazos, orden, defensa más o menos decente y, sobre todo, buscar el gol por el camino más directo fueron algunos de los ingredientes de la pócima para que todo acabara con una sonrisa ante el Cádiz. Menuda felicidad, pues, con vistas a la entrada en la Semana Santa.

Pero quédense con la jugada del 0-2 para definir ese fútbol que es igual de válido que el que pregonan todos los defensores del 1-4-3-3 basado en infinidad de toques, muchos de ellos carente de todo valor. Badé saca una falta lateral desde más allá del banquillo lateral, el balón sobrevuela por el centro del campo de ambas escuadras sin que nadie, salvo que fuese un gigante de tres metros al menos, tenga la menor opción de alterar su trayectoria. Y casi en el borde del área, En-Nesyri tira el desmarque para que Bryan Gil se lo deje en bandeja con el control. Al marroquí ni siquiera le preocupa que el esférico le caiga a su pie derecho, el menos bueno, disparo a la primera para salvar la apresurada salida de David Gil y en un visto y no visto la pelota entra justo por el centro de la portería cadista.

Que nadie diga que eso no es poesía pura en este gilifútbol que impusieron Guardiola y Luis Aragonés cuando contaban con auténticos cracks para llevarlo a cabo. Porque no todos los equipos, lo mismo casi ninguno, tienen a Messi, Xavi, Iniesta, Daniel, Xabi Alonso, Villa, Piqué, Sergio Ramos en sus plantillas para optar siempre por el riesgo atrás y llegar una o dos veces, a lo sumo, a la portería rival.

Badé, autor del pase directo, celebra el gol con Nianzou y En-Nesyri. Badé, autor del pase directo, celebra el gol con Nianzou y En-Nesyri.

Badé, autor del pase directo, celebra el gol con Nianzou y En-Nesyri. / Román Ríos | Efe

Bueno, llegar con opciones de cantar un gol, que otra cosa es arribar a las proximidades de la esquina del córner y volverse para atrás para aumentar la posesión y de esa manera defender con el balón, que es lo que practican muchos de los gurús de semejante camino balompédico. Y no es cuestión en este caso de filosofar sobre qué fútbol es mejor o peor, es tan simple como que hay más formas de manejar una pelota para llegar hasta el único fin posible siempre, que es conseguir que el árbitro anote en el acta al final de los 96 minutos, lo que se jugó en el Nuevo Mirandilla, que tu equipo ha celebrado un gol más que el rival y que el VAR no ha sido capaz de echarle agua a esa fiesta.

Eso fue lo que hizo el Sevilla en el debut de Mendilibar en Cádiz, aunque incluso se permitió el lujo de meter dos goles más, no uno, que el adversario y, por tanto, tuvo un colchón mullido cuando los nervios podían afectarle más debido a la situación clasificatoria por la que atraviesa, que es una verdadera calamidad para que nadie se llame a engaño.

Sin campanas al vuelo

Dicho todo lo anterior y con el elogio más encendido a ese otro tipo de juego tan válido como los que piensan sólo, de puertas para afuera por supuesto, en la belleza, una cuestión principalísima para dejar las cosas claras. Tampoco el Sevilla jugó un partidazo en el Nueva Mirandilla, que nadie se llame a engaño, ni siquiera fue mejor que el Eibar de Mendilibar en los mejores momentos con el técnico de Zaldívar al frente.

Entre otras cosas porque era imposible que así fuera con los nervios que atenazan en estos momentos a esos jugadores, que no saben ni qué camino elegir para sentirse fuerte ante los rivales. Pero en el análisis de la propuesta del nuevo entrenador fue evidente su catecismo balompédico con un único matiz. Apuesta por Dmitrovic, que es hombre de su confianza; línea de cuatro atrás en la que sólo los laterales tienen permiso para subir, salvo en las jugadas a balón parado, claro; dos centrocampistas por el medio con la labor de crear y también de proteger a sus defensas, Pape Gueye y Joan Jordán a la espera de Fernando; y dos extremos en sus piernas naturales, Ocampos y Bryan Gil…

… Llega el momento de analizar el único toque distinto de su credo futbolístico. El vasco colocó a Rakitic cerca de En-Nesyri en una ligera variación del 1-4-4-2 hacia el 1-4-2-3-1. En la teoría, era una manera de protegerse y también, supuestamente, de tener más calidad arriba en los pases y otras cuestiones. Pero sólo era en la teoría, en la práctica quedó claro que el suizo no tiene ritmo ni con el balón ni sin él para jugar a la velocidad que pretende Mendilibar. Si encima tampoco a balón parado se mostraba efectivo e incluso cometía alguna pérdida de lo más peligrosa, por ahí está un factor digno de ser muy mejorado en el futuro más inmediato por el entrenador vasco.

Pero el Sevilla supo capear el temporal del brioso arranque cadista entre protestas locales de todo tipo hacia el árbitro y aguantó el cero a cero hasta el intermedio. Las opciones más claras incluso fueron para los forasteros, aunque su resolución siempre estuvo cargada de inocencia y ni siquiera merecen ser resaltadas en la crónica. Otra cosa diferente fue tras el intermedio cuando una secuencia de saques de esquina de Joan Jordán acabó con el portero dejando un balón muerto para Ocampos, quien empaló bien y volvía a ser decisivo contra el Cádiz, una vez más.

Mínimo sufrimiento

Con cero a uno sí hubo una fase de sufrimiento para el Sevilla en la multitud de balones que mandaba el Cádiz a su área ya fuera en saques de esquina o en saques de banda laterales. En uno de ellos, falló Dmitrovic en su salida y Fali estrelló el balón en el poste (62’). Después Jesús Navas le sacó a Rubén Sobrino un balón cuando ya iba a rematar solo (73’).

Y ahí se acabó todo el sufrimiento real porque en la jugada siguiente llegó la poesía del cero a dos. Después debió el Sevilla redondear la goleada en algunas contras muy claras, pero qué más daba ya, el aire procedente del Atlántico se había convertido en el más curativo posible. Como si hubiera ido a un buen balneario junto al mar, el Sevilla salió revitalizado. ¿Mendilibar? De momento, gana y eso ya es importante, pero hay que darle tiempo al tiempo para emitir juicios más racionales.

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