Atlético de Madrid-Sevilla | La crónica

En-Nesyri bate de cabeza al pánico del propio Sevilla (1-1)

  • Un providencial gol del marroquí en el minuto 85 vale el punto que el equipo anhelaba para sellar su histórica clasificación, por tercer año seguido, para la Champions

  • Julen Lopetegui fue manteado por sus jugadores tras el sufridísimo éxito

Julen Lopetegui es manteado por sus jugadores tras el histórico pase a la Champions.

Julen Lopetegui es manteado por sus jugadores tras el histórico pase a la Champions. / Sergio Pérez (Efe)

Un testarazo del discutido Youssef En-Nesyri en el minuto 85 de partido batió a Oblak y al propio pánico del Sevilla para arrancar el empate (1-1) y visar la clasificación del equipo de Nervión para la Liga de Campeones, histórica al tratarse de la tercera consecutiva por la vía del torneo donde los buenos de verdad acaban arriba, la Liga.

Al tercer cabezazo fue la vencida, después del paradón del mallorquinista Reina en el descuento el miércoles y del envío del marroquí al larguero en el minuto 80 ante los colchoneros. Tecatito recuperó el balón, aprovechando un resbalón de Yannick Carrasco, con el Sevilla volcado –leen bien–, Óliver Torres miró, no centró al bulto y sirvió un caramelo a En-Nesyri, que cabeceó ajustado al palo derecho de Oblak.

En los diez minutos posteriores hasta que el murciano Sánchez Martínez pitó el final, Bono no se tuvo que volver a poner la capa de superhéroe, a pesar de esa metedura de pata final de Acuña al regalar la última falta lateral a Yannick. Y el alivio se hizo carne en la expedición sevillista, toda ella. Julen Lopetegui acabó manteado por sus jugadores, en una acción que arroja un puñado de sal a esa interrogante abierta sobre el futuro del vasco.

El Wanda pitaba con fiereza mientras Lopetegui era manteado. El Atlético quiso ganar de veras, como si no tuviera ya la Champions en el bolsillo desde su victoria en Elche. Los aficionados sevillistas esperanzados en que el equipo rojiblanco jugara con tibieza pronto se inquietaron.

Los diez primeros minutos fueron de asedio constante y enérgico de los colchoneros, con Yannick Carrasco como pieza más aguda desde la izquierda y Reinildo en su apoyo desde atrás. El lateral mozambiqueño dibujó la primera acción peligrosa al marcharse de Ocampos y Koundé y soltar un balón tenso y raso al corazón del área que si lo toca algún atlético, se lo hubiera puesto imposible a Bono (3’). Tres minutos después, De Paul le robó una pelota a su amigo, el Papu Gómez, en el borde del área sevillista, pero Luis Suárez tiró del manido egoísmo del goleador y la cruzó demasiado. Poco después, Reinildo cabeceó fue una falta lateral con todo a favor, favorecido por la falta de tensión en la marca de los sevillistas.

¿Y el equipo de Julen Lopetegui Agote? ¿Qué hacía con la pelota? Pues lo de casi siempre en esta segunda vuelta, bajar las revoluciones del juego aunque dispusiera de una situación ventajosa, como le pasó a Rakitic a los nueve minutos. Fue la primera vez que los de blanco rompían la agresiva presión que ordenaron Koke, Kondogbia y De Paul. El croata recibió de espaldas a la portería de Oblak, en tres cuartos de cancha ya, pero en lugar de girarse y provocar un conato de incendio, al menos, en los anfitriones, devolvió la pelota muy atrás, a su zaga. La acción causó extrañeza generalizada en quienes no han seguido habitualmente a este Sevilla adocenado, viciado e incluso semideprimido.

Lopetegui quiso blindar el centro del campo en previsión de un juego de fricción y escasos espacios en la zona ancha. Se encomendó a las tablas de Rakitic, el Papu y Delaney para esa dura batalla, con Gudelj algo más anclado y cercano a los centrales. Pero esa cautela se tradujo de nuevo en un juego reprimido.El peligro sevillista en la primera parte se concentró en un enorme pase bombeado de Delaney a la espalda de la defensa rojiblanca que dejó a En-Nesyri en disposición de batir a Oblak. Le dejó la pelota para que engatillara con su pierna buena, la izquierda, pero ese balón pedía más empeine que golpeo de interior, que fue lo que eligió el desmañado delantero marroquí para enviar la pelota fuera, muy lejos del palo izquierdo del portero esloveno. Fue en el minuto 24. Ahí acabó la producción ofensiva del Sevilla antes del intermedio, pues los saques de esquina de Rakitic desde la derecha y Acuña desde la siniestra siempre fueron repelidos por un atlético.

No sucedió lo mismo en el córner que botó Yannick Carrasco desde la izquierda a la media hora de juego. La defensa zonal del Sevilla dejó a cuatro postes en el borde del área pequeña, En-Nesyri el más cercano, por decir algo, a Giménez, que desvió con su cabeza a la red el tenso balón que sirvió el belga.

Tras el descanso, entraron Jesús Navas por un desquiciado Montiel que ya había sido amonestado, y Tecatito por Ocampos, que sigue ofuscado con el mundo. Nada cambió. El mexicano empezó con un prometedor regate ante Savic, pero ya nada hizo bien hasta recuperar la pelota en el gol.

Lopetegui probó suerte de nuevo en el minuto 57 con la entrada de Óliver por Rakitic y Rafa Mir por un Papu sin fuerzas, pero que hizo el primer tiro entre los tres palos en el 54, tres después del primero de Acuña. Hasta esa altura del partido no remató un equipo que ha llegado al final de temporada sin fuerzas, sin la mínima fe ni confianza y con un plan ofensivo inocuo. Donde antes había competitividad reinaba el miedo. Donde antes habían certezas reinaban las dudas sobre la capacidad de un equipo roto por acabar en el objetivo impuesto, la Champions. Hasta que En-Nesyri cabeceó para que todo el sevillismo, todo él, respirara profundo. Muy profundo.

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