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Leyenda en Blanco

  • El Sevilla homenajea a uno de sus símbolos más puros y señalados

  • “No sé cómo exterorizaré mi alegría”, dice el XI Dorsal de Leyenda

Pablo Blanco recibe este jueves el XI Dorsal de Leyenda en el Ramón Sánchez-Pizjuán.

Pablo Blanco recibe este jueves el XI Dorsal de Leyenda en el Ramón Sánchez-Pizjuán. / juan carlos vázquez

Fue el 5 de marzo de 1972. Había llegado al Sevilla con 15 años procedente del Don Bosco y, tras ascender por esa cantera a la que tantísimo daría luego, por fin pudo defender el escudo de sus amores. Fue una fresca tarde gijonesa. El Sevilla perdió 1-0. Pablo Blanco Blanco (Sevilla, 15-12-1951), macareno de la calle Arrayán, inmaculado sevillista de leyenda, empezaría a saborear la miel de la gloria más tarde. Primero degustó la hiel de la Segunda División, entre 1972 y 1975. “Éramos muy jóvenes, yo debuté con 17 años y él con 18 –recuerda Sanjosé–. Fueron tiempos duros, descendimos, estuvimos tres años en Segunda y el Sevilla en todos los campos era el equipo a batir”. Así fue forjando en mármol incorruptible su épica sevillista Blanco, temible secador de figuras durante 415 partidos.

“Creo que voy a vivirlo con alegría, lo que no sé es cómo exteriorizaré esa alegría. Yo espero que sea una fiesta, que sea un acto alegre y divertido y que vaya rápido. Tampoco me gustan las cosas tipo Isabel Gemio, de una carta y esas cosas...”, augura nervioso Pablo.

La mejor sorpresa para Blanco es que estén sus amigos y ex compañeros. “Va a venir gente que no suele ir a ningún lado: Nando, Rivas, Buyo, Nimo, Prieto... Me han confirmado Pablo Alfaro, Míchel, Marcos Alonso... No sé, muchos”, asegura el homenajeado, para quien igual o más importantes serán los que no estén: Pedro Marco, Ángel Castillo o Rosendo Cabezas. Sí estarán amigos que nada tienen que ver con el fútbol, como el pintor Juan Valdés o el imaginero Luis Álvarez Duarte, nexo de unión con Gines y con Argentina, como autor del Cristo de los Futbolistas que se llevaron Bertoni y Scotta a la Catedral de Buenos Aires.

“Pablo es un pibe que se merece mucho este homenaje, se lo merece todo. Es una gran persona que lo tiene muy bendecido por todo lo que está haciendo en el Sevilla por los chicos. Para mí siempre ha sido un gran apoyo no sólo los años que estuve allá, sino que ahora cada vez que voy realmente me recibe muy bien. Tengo que felicitarlo y decirle que le mando un fuerte abrazo y muchas gracias por el cariño que me da cuando voy”, dice el Gringo desde Argentina.

Lora ya sabe lo que es recibir el Dorsal de Leyenda. Cuando Blanco debutó, él ya era alguien en el Sevilla. “Eso es muy bonito, se vive solamente una vez, cuando estás jugando no te das cuenta de lo que significas para la gente, es una maravilla para uno y para la familia. Que no se ponga nervioso, que disfrute con su familia”, le aconseja, al tiempo que recuerda su especialidad:“Marcaba siempre al mejor futbolista del rival”.

Otro Dorsal de Leyenda, Álvarez, ascendió al primer equipo después que Blanco. Coincide con Lora: “Hacía perfectamente su trabajo, secar al jugador estrella del otro equipo. Ha marcado a Cruyff, a Maradona, a Leivinha... Coges alineaciones de los 70 y Pablo estaba con él en la foto”. Otra leyenda con dorsal labrado es Gallego. “Le hizo un marcaje tan bueno a Cruyff cuando vino el Barcelona que el entrenador, Hennes Weisweiler, ese día tuvo que quitar a Cruyff y cuando volvió a Barcelona tuvo que dimitir. Quitar a Cruyff era sacrilegio”.

Y Montero, antecedente inmediato en la emoción del atril y los abrazos del Dorsal de Leyenda, saca su socarronería. “Hubo una temporada que el Sevilla daba más patás que un cigarrón en una lata y todas las guantás que se daban arriba me las llevaba yo”. Más en serio, eleva su figura hacia la cúspide del sevillismo. “Pablo Blanco ha sido una referencia para todos nosotros, un ejemplo de auténtico sevillista; junto con Enrique Lora, de los que yo he vivido, los que más, sin desmerecer a otros compañeros. Lo reflejaba en el pundonor, en defender ese escudo que llevábamos en el pecho, y en todos los sentidos. El Sevilla es nuestra casa, nuestro escudo, y eso nos lo inculcaba y lo respresentaba Blanco mejor que nadie”.

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Blanco2 / juan carlos vázquez

Juan Carlos Álvarez no pudo tener mejor Cicerone: “Fue la persona más influyente cuando llegué a Sevilla, el primer apoyo y al primero que conocí. Fue mi anfitrión, el que me enseñó Sevilla y me la enseñó tan bien que me quedé aquí. Fuimos siete años compañeros de habitación y vivimos muchas cosas juntos”. En lo personal lo marcó. Como futbolista... “Como jugador yo destacaría el mucho orgullo que tenía y su disciplina táctica. Anteponía el bien del equipo a su lucimiento personal”.

Juanito también destaca esa capacidad de leer los partidos: “Me impresionaba lo inteligente, lo listo que era. En el campo no necesitaba hacer muchos esfuerzos para estar en el sitio clave. En un fútbol en el que había marcajes al hombre, era un jugador que nos daba mucho. Se hacía respetar y no dejaba pasar ni una”. El lateral coriano destaca una cualidad especial: “No se lesionaba nunca, estaba siempre disponible y podía jugar en varios puestos. Eso no era muy común entonces. Ahora sí es más normal que haya jugadores polivalentes. Como era tan listo, se arrimaba a los puestos en los que sabía que podía jugar cada domingo”.

Francisco López Alfaro creció en el Sevilla cuando Blanco ya era un veterano, antes de que colgara las botas en 1984: “Era un fenómeno y con todos los entrenadores jugaba. En esa época se estilaba ese tipo de futbolista, de corte defensivo que hacía el trabajo feo de marcar el jugador clave del equipo contrario. Y en eso era el número uno porque era disciplinado, agresivo, rápido y muy listo en la anticipación. Así, dio un nivel de dos pares de cojones y era un jugador muy respetado”. “Además, tenía una cosa fundamental –coincide Francisco con Juanito–, que era muy polivalente. Lo mismo jugaba de lateral derecho, que de medio. Era de esos compañeros que se nota cuando están en el campo”.

Julián Rubio vivió en directo su evolución futbolística, los tiempos en que marcó a Cruyff, Leivinha, Kempes... “Físicamente muy potente y cumplidor. Se estilaba ese jugador capaz de secar a la estrella del equipo contrario y en eso era sobresaliente. Yo llegué al Sevilla cuando murió Berruezo (1973) y estuve con él ocho años. Era un seguro de vida para el equipo”. Poco después de un marcaje histórico a Maradona, Blanco cambió las calzonas por las gestiones. “Colgó las botas y no se quiso ir a otro sitio, estaba para seguir jugando muchos años. Fue un acierto para él y para el Sevilla”, dice Álvarez.

Hoy, el club homenajea al futbolista, al hombre de los marcajes férreos, al de la casta y el coraje. Y también al sevillista que lleva más de 50 años de sobrios y callados servicios.

Los once Dorsales de Leyenda. Fuente: elaboración propia. Los once Dorsales de Leyenda. Fuente: elaboración propia.

Los once Dorsales de Leyenda. Fuente: elaboración propia. / Dpto. de Infografía

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