Sevilla - Rayo | Contracrónica

Reestreno en Nervión sin selecta nevería: suena 'Amarguras'

Abrazateles es un término despectivo que usan los aficionados más recalcitrantes contra los noveleros del fútbol ficción. Acusan de ser hinchas de segunda a los que se dejan seducir por el fútbol industrializado, que propicia que clubes como el PSG, como antes hacían el Madrid de los Galácticos o el Barça del Dream Team, puedan reunir, a base de talonario, una constelación de estrellas que luego financia con la venta de camisetas: la mercadotecnia. Aquellos, los fiscalizadores del forofo televisivo, pertenecen a la clásica fauna de bufanda, bocadillo, petaca de contrabando si cabe y ánimo incorruptible. Hoy el fútbol ha cambiado –ay, aquellas banderitas y botas de vino–, pero mantiene su hálito vital.

Se demostró en el felicísimo reencuentro del Sevilla con su afición. Ni las restringidas condiciones de acceso al estadio impidieron que los 16.000 inscritos pudieran disfrutar de una noche más propia para ver un spaghetti western de reestreno en alguno de las extintos cines de verano que paliaban la calor mala de la canícula sevillana. Desde luego, no era noche para bufanda.

Con la preceptiva mascarilla FFP2 y una botellita de agua si acaso, el sevillismo se saltó todos los inconvenientes para reencontrarse consigo mismo y con su equipo 532 días después de la última vez, aquel ya lejano 1 de marzo de 2020 en el que En-Nesyri solventó un partido de locos con un gol in extremis ante Osasuna.

En-Nesyri, el último sevillista en dirigirse a la hinchada de Nervión para cantar con ella un gol, fue el primero en volver a hacerlo. Un decíamos ayer de penalti.

Como entonces, el rival quedó mermado por una expulsión. Y eso facilitó la tarea de los hombres de Julen Lopetegui, lastrado de partida por las bajas de Bono, Rakitic y Suso, por el brote de Covid, y Ocampos y Óliver Torres, por lesión. Y esas bajas ofrecieron un once y un dibujo inéditos, con Idrissi de partida y siendo protagonista en su excitado inicio de partido.

Algunos de los inscritos no pudieron ver la jugada en la que el holandés de origen marroquí provocó el penalti que marcaría En-Nesyri. Al cuarto de hora, todavía había aficionados en una cola que llegó a impacientar a los que habían tenido problemas con el dichoso carné virtual y la morosa entrada digital. La digitalización, fórmula elegida para evitar aglomeraciones durante la renovación en las taquillas –curioso, en un club que había solicitado el 70% del aforo a las autoridades–, también es un síntoma de que el mundo de los cines de barrio y los reestrenos estivales difícilmente sobrevivirá en la era digital.

Todo quedó en anécdota ante el reencuentro vitalista: los himnos a coro, las ovaciones, cantar un gol al cielo anaranjado de Sevilla aun con la mascarilla de rigor... El sevillismo, a 35 grados de temperatura, echó en falta en el descanso la selecta nevería que anunciaban los cines como reclamo para paliar el calor. Pero el Sevilla de Lopetegui, argentinizado aun sin Ocampos, aún le guardaba la mayor sorpresa: el Papu Gómez se convirtió en el bueno y el debutante Lamela en el héroe. Como en un trofeo de verano, el fichaje se apuntó un prometedor doblete. A lo Scotta. El reestreno fue todo un éxito. Incluso para los nostálgicos de carné de cartón, bocata y bota de vino. ¿Quién se iba a acordar del PSG de Messi escuchando Amarguras de Font de Anta?

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