Sevilla FC

Sampaoli con Desio, más arquitectura que poesía

Jorge Desio instruye a José Ángel, mientras Gudelj celebra su golazo con Nianzou.

Jorge Desio instruye a José Ángel, mientras Gudelj celebra su golazo con Nianzou. / Cati Cladera / Efe

El Sevilla de Jorge Sampaoli ganó su primer partido al tercer intento. Y lo hizo con un inesperado tono prosaico, algo inesperado por el halo de romántico del fútbol que rodea al entrenador de Casilda, tan visceral y tan idealista en su amateurismo como base de mentalización. Viendo la puesta en escena del Sevilla en Son Moix podría pensarse que era el mejor Julen Lopetegui el que estaba en el banquillo aún. Los porcentajes de posesión fueron más elevados que el de un rival que jugaba de local. Y, en cambio, esa preeminencia en el juego apenas se reflejó en las estadísticas ofensivas: apenas realizó un tiro a puerta el Sevilla, el de Gudelj que se alojó en la escuadra de la portería que defendía su compatriota Rajkovic. El resto, tres raquíticos tres remates fuera y poca llegada.

La estadísticas confirman ese Sevilla romo y dominador que cimentó su triunfo en una defensa que ya se amolda a la de tres centrales y dos carrileros. Con un 57% de la posesión, eso sí, el Sevilla manejó más la pelota en la zona ancha que cerca de Bono, mientras que el Mallorca atacó a arreones, como en esa salida en tromba en la que el meta marroquí tuvo que intervenir con dos paradas clave ante Abdón Prats. Pero algo ha cambiado en la seguridad de los futbolistas del Sevilla a la hora de manejar la pelota. Rakitic, por ejemplo, se siente mucho más acomodado y ya no parece aquel ex jugador que paseaba su impotencia por los campos de fútbol. Y todo esto sin contar con Fernando todavía y con Gudelj habiendo crecido en la importancia en el juego, más allá del golazo que marcó con el que decantó el partido.

El Sevilla logró dar 418 pases, con una alta proporción de eficiencia, pues de ellos sólo 82 fueron fallidos. En cambio, por el juego más directo del Mallorca pero también por la oposición de un Sevilla bien plantado, el equipo de Javier Aguirre falló 75 de sus 295 pases.

Estas simples estadísticas vienen a confirmar que el Sampaoli que ha vuelto al Sevilla se acerca más a aquel que maniató al Lyon y a la Juventus a domicilio, en la Champions, que al que abrió la temporada con un partido loco de ida y vuelta con el Espanyol, con aquel epopéyico 6-4.

Cierto es que Bono tuvo que intervenir con cinco paradas, igualando su mejor participación esta temporada con Lopetegui, y que tres de esas intervenciones fueron salvadoras, las dos del inicio ante Abdón Prats y la del minuto 86 en el mano a mano con Ángel. Parece que hasta el meta marroquí, que sufrió varias goleadas en el inicio de curso hasta derramar lágrimas de impotencia tras el Sevilla-Manchester City, también se siente más seguro defendido por una zaga en la que la irrupción de Marcao ha sido otra de las claves para el engranaje de todo el equipo sevillista.

Entre unas cosas y otras, este Sevilla que dio un nivel menor que en Dortmund, donde sí pudo ganar por el juego desplegado y las llegadas que tuvo, se muestra más seguro en lo que hace. Y puede que este viraje, esta inesperada reconstrucción del edificio en ruinas desde los cimientos, tenga también que ver con Jorge Desio. En la primera etapa en el Sevilla, Sampaoli tenía a Juanma Lillo de segundo entrenador, al igual que en la selección de Chile, y se dejaba notar bastante su bohemia visión del fútbol, una especie de versión radical del amateurismo con una locuacidad con que adornaba su idea, de la que se han nutrido, dicho sea de paso, entrenadores como Pep Guardiola, del que fue su segundo la pasada campaña.

Pero Desio es mucho más prosaico. Más realista por su formación de preparador físico, que era la faceta en la que estaba en el Sevilla y con Sampaoli hasta que ascendió a ayudante en el Santos, el Atlético Mineiro y el Marsella, ya sin Lillo. En Francia ya se vio una versión más física y agresiva de Sampaoli, menos de rondo y toque. Pero el argentino, en el Sevilla, adapta su idea a la plantilla que tiene entre manos, y no al contrario. De momento, con la cimentación defensiva. Y si no hay delantero con capacidad asociativa, pues juega sin 9 específico. Este es el camino elegido por el arquitecto Sampaoli y su ingeniero Desio.

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