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Lopetegui reescribe la épica sevillista

  • El Sevilla, con Bono y De Jong en héroes, se mete en la sexta final de su torneo remontando al United gracias a la capacidad de resistencia que le impregnó su técnico

Cómo acertó El Arrebato cuando eligió aquella frase que expresa la resistencia del Sevilla. El dicen que nunca se rinde, escrito antes de tocar las puertas de la gloria, venía a ilustrar sobre la teórica rebeldía de un club que venía de una larguísima travesía de un desierto de expectativas frustradas. No podía imaginar el músico sevillano que, desde aquel año del Centenario, iban a ir pasando una serie de figuras por el club que harían bueno su lema hasta grabarlo a fuego en la historia del fútbol mundial.

El último en reescribir esa historia ha sido Julen Lopetegui, un hombre al que muy pocos sevillistas querían hace un año. Ahora está en el Olimpo blanco, como Bono o De Jong, otros dos que resistieron a ese pertinaz escepticismo sevillista.

Ahora, el escepticismo ha dado paso a la confianza, a la seguridad, sobre la base de esa resiliencia a la que se refirió el técnico guipuzcoano nada más terminar el partido ante el poderosísimo Manchester United en Colonia, donde el Sevilla escribió otra página épica.

Porque fue épico, como un poema que pasa por tradición oral de generación en generación, el modo en el que el Sevilla de Lopetegui, y de Monchi, fulminó al United del incrédulo Solskjaer, que no podía dar crédito a lo que estaba viendo. Después de un repaso importante del equipo más laureado de Inglaterra y el de más seguidores en el mundo, el Sevilla reaccionó, de forma homérica, para decirle a todo el mundo que sí, que es cierto que nunca se rinde.

Una nueva página de oro protagonizada por dos villanos convertidos en héroes en otra reescritura de los mitos sobre los que se construían las sociedades antiguas. Porque los artífices de este triunfo que significa la sexta clasificación para la final de la UEFA Europa League no eran reflejos de un Ulises o un Héctor en los que mirarse.

De Jong y Bono, posiblemente, han sido dos de los futbolistas más denostados durante la temporada por ese sevillismo exigente que siempre quiere lo mejor, en su permanente búsqueda de la excelencia. Y el delantero holandés y el meta marroquí ya saben lo que es saborear la gloria del Sevilla, sobre la cima inconmensurable de un grupo humano que ha levantado Lopetegui, aquel traidor de la selección para más de media España, hasta hacerlo indestructible.

Las cinco apariciones épicas de Bono ante el desatado United, que se sabía superior antes del descanso y que quiso demostrarlo después, quedarán grabadas en la memoria colectiva. Como quedará el centro de Jesús Navas, un portento ante el inquieto y hasta petulante Rashford, que convirtió en gol De Jong, el hombre que suscitó más debates durante este extraño curso de pandemias y pasos atrás de la civilización.

Todo eso, el zurdazo de De Jong a centro del capitán incombustible del Sevilla, tras el pase medido de otro que parecía olvidado hasta de los debates, Franco Vázquez; las paradas de Bono; la capacidad de resistir para vencer de todos; los bloqueos de Koundé o Fernando a las embestidas inglesas; la reacción con calidad y juego, lo ha ido construyendo Lopetegui, con su sapiencia y su paciencia.

Incluso sin su máximo goleador en el campo, el tocado Ocampos, su equipo se supo vencedor. Ahí quizá resida su secreto, en esa adaptación a toda circunstancia e incoveniente, en esa resiliencia ante los golpes. El United de Solskjaer fue superior. El ganador fue el Sevilla de Lopetegui. Así se escribe la historia de este club nacido para la épica.

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