Girona-Sevilla | La crónica

Un candidato a bajar contra el líder, 5-1

Stuani celebra el 5-1 ante la impotencia de Dmitrovic.

Stuani celebra el 5-1 ante la impotencia de Dmitrovic. / Siu Wu | Efe

El Sevilla 2023-24 no es un equipo menor, es un equipo muy menor, malo, desastroso o como quieran denominarlo. Ni siquiera colocarse con un gol de ventaja ante el líder Girona le sirvió para tener la más mínima opción de irse con un triunfo de Montilivi. Al contrario, se diluyó como un azucarillo en apenas cinco minutos, el tiempo que necesitó el gigante ucraniano Dovbyk para marcarle tres goles de todas las facturas posibles. Y después fue golpeado sin miramientos por un rival que, lo peor de todo, está a años luz a día de hoy de los sevillistas.

Está claro, se enfrentaba un candidato a pelear por eludir el descenso contra el actual líder y el resultado no podía ser otro que una goleada. Fueron cinco, pudieron ser más. Pero lo más patético fue la facilidad con la que se produjo la remontada. El primer gol con la cabeza, el segundo con un remate a la primera y el tercero con una arrancada sin que nadie le saliera al paso para estorbar, al menos, su disparo desde el borde del área. Fue una exhibición de nulidad defensiva por parte de Dmitrovic, el primero; Badé, en un salto patético; y de Sergio Ramos, en un seguimiento con la mirada mientras el ucraniano se iba de él como si fuera un cono en el camino.

Es el resumen del desastre del equipo que es este Sevilla desde que José Luis Mendilibar fuera destituido refunfuñando cuando se quejaba de que los suyos se creían buenos sencillamente porque se pasaban el balón de unos a otros con apariencia de calidad. El veterano técnico tenía toda la razón del mundo, este Sevilla sólo puede funcionar si se faja, si se olvida de esos toques y trata de sacar provecho de las mínimas cualidades que pueda tener a la hora de protegerse bien atrás, con acumulación de futbolistas por supuesto y no dejando demasiados espacios a sus espaldas y metiendo todo el músculo que pueda tener en el centro del campo para que, al menos, peleen con los rivales a partir de correr.

Quique Sánchez Flores, el tercer entrenador del curso con sus respectivos cuerpos técnicos, tuvo un ataque de analista en su visita al equipo que está maravillando en el fútbol español. Quique pensó que debía tapar a un Miguel Gutiérrez que tiene un rol parecido al que desempeñara Daniel Alves en el Sevilla. Y allá que puso a Jesús Navas en una posición interior para hacer una persecución individual al teórico lateral izquierdo del Girona. El veterano campeón del mundo salió con esa misión y era el que rompía al esquema.

Bueno, no exactamente, porque Nianzou ejerció de lateral derecho para demostrar que la idea había sido propia de un iluminado, dicho sea con el máximo respeto tanto para Quique como para su cuerpo técnico. Sávio destrozó al gigante de 1,91 como si estuviera con chiquillos en un colegio. Se fue de él todas las veces que quiso y no por culpa precisamente del central francés sino por error de quien le había asignado semejante locura.

El Sevilla no empezó mal, estuvo a punto de robar un balón en el área del Girona cuando aún no se había consumido ni siquiera un minuto de juego a través de la presión de Joan Jordán, novedad en la alineación y tal vez en su única acción de mérito de toda la noche. Después tuvo una llegada de Jesús Navas sin rematador final (4’) y en el tercer acercamiento Isaac volvería a demostrar su calidad en el remate para anotar el gol sevillista (10’).

Se había puesto por delante el cuadro nervionense en el campo del líder y abrió la espita de la esperanza para todos los suyos. Craso error, en sólo cinco minutos encajó tres goles de todos los colores por parte de Dovbyk y todos con un denominador común: las facilidades defensivas dadas por todos los que debían proteger los intereses del Sevilla, es decir, Nianzou, Sergio Ramos, Badé y Dmitrovic. Los cuatro se lucieron, dicho sea con ironía.

El cuadro de Quique Flores era un muñequito en manos de un Girona que es verdad que ha goleado a muchos rivales en el presente curso, no en vano es el actual líder, pero que lo hizo con una facilidad que sólo podía provocar el sonrojo en todos los que sienten la fe balompédica radicada en el barrio de Nervión. La debilidad era tal que no sólo conducía a encajar un gol detrás de otro, también irritaba.

La segunda mitad sólo podía ser un grano en el organismo de todo el Sevilla, incluido su entorno. El resultado de 3-1 dejaba abierta la puerta a una remontada, pero era una verdadera quimera viendo las siderales distancias entre unos y otros. Quique Flores sólo optó por meter a Marcao en la posición de Badé, con demasiadas dificultades cuando tiene que moverse por el perfil izquierdo, el resto lo dejó prácticamente igual, incluida la posición de Jesús Navas.

Después sí irían ingresando en el campo los dos futbolistas que han llegado en el mercado de invierno, Hannibal y Agoumé, y también algunos de los que ha estado lesionado, como Lamela e incluso Mariano. Al menos, había un aliciente para comprobar que las buenas maneras de Hannibal no tienen nada que ver con la intrascendencia en el juego de Agoumé. Pero el sufrimiento de los sevillistas no se reducía ni lo más mínimo al corroborar que, a día de hoy, está a años luz de una entidad llamada Girona F.C.

La única incógnita era comprobar cuántos goles encajaría el Sevilla en este segundo periodo. Añadió dos y pudo recibir algunos más incluso de no haber salvado, por ejemplo, Pedrosa uno que iba a empujar a bocajarro Portu (67’). Sí subirían al marcador otros dos en acciones relativamente parecidas, que venían desde el costado derecho de la defensa y eran rematadas a bocajarro por el centro. El cuarto vino en otra acción en la que Sávio le iba a volver a enseñar la matrícula a un Nianzou que bastante tenía con intentarlo. Esta vez lo remató el otro ucraniano, Tsyngakov. El último le correspondió, entre olés, a Stuani.

El Sevilla había sido un pelele en las manos del líder, un equipo completamente ridículo y el castigo fue una manita a cargo del Girona.

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