Sevilla FC

Un club instalado en la aristocracia europea

Jesús Navas acude a abrazar a Suso tras el 1-1 al United junto a En-Nesyri y Reguilón.

Jesús Navas acude a abrazar a Suso tras el 1-1 al United junto a En-Nesyri y Reguilón. / Martin Meissner / EFE

El Sevilla es un grande de Europa. Así de sencillo, tal y como se escribe o se lee. Lo es por determinación, por fe, por coraje, por casta, por autoexigencia, por irreductibilidad... El club de Nervión está instalado en la aristocracia europea por méritos propios, aunque en estos tiempos de desazón y de repulsa a todo lo que huela a privilegios y sangre azul, con Juan Carlos I en su exilio dorado de Emiratos Árabes, quizá sea pertinente irse a la etimología griega de la palabra: aristos, el mejor, kratos, fuerza.

El Sevilla pertenece a la clase de los mejores de Europa. Porque puede y, sobre todo, porque quiere. Tal es su fuerza interior. Un empuje que se contagia no se sabe muy bien por qué, aunque luego haya que darles su gran cuota de responsabilidad a las cabezas visibles del club. Julen Lopetegui se impregnó de ese estatus desde el primer día que lo presentó José Castro y ha respondido a lo grande a esa pulsión visceral del Sevilla.

Tras resistir y vencer a un gigante como el Manchester United, el Sevilla, el club, el equipo, se vuelve a retar a sí mismo: quiere el sexto título de la UEFA Europa League, el séptimo título continental sumando la Supercopa de Europa que ganó en 2006 al Barcelona. Es la nueva meta, el nuevo listón que pretende hacer saltar por los aires un Sevilla irreductible y rebelde con su pasada historia de mediocridades y sinsabores.

Los datos son demoledores: con la que jugará el viernes en Colonia, en el mismo escenario en el que tumbó al transatlántico de Manchester, el Sevilla disputará su decimonovena final en este siglo XXI en el que se ha convertido en un grande de España y de Europa, continuando el ciclo que inició con la final de Eindhoven en 2006. Será la sexta final de la Europa League, a la que hay que sumar cinco finales de Supercopa de Europa, más otras cuatro finales de Copa del Rey y sus correspondientes cuatro Supercopas de España.

Hay más datos que ilustran sobre cómo le ha dado la vuelta a su propia historia el Sevilla, después de la travesía del desierto de 58 años que concluyó en Eindhoven, desde la Copa de España que ganó en 1948, su último título de la primera época dorada, ya ensombrecida por la actual. Fueron años duros, hasta 44 desde la última final de la misma Copa que perdió en 1962 en el Santiago Bernabéu ante el Real Madrid, con aquel famoso penalti fallado por Mateos.

Todo cambió con el sufrimiento de los últimos descensos del siglo XX y el ascenso, ya con Monchi de experimental jefe de operaciones, en 2001, de la mano de Joaquín Caparrós. Luego, la historia ya es conocida y el Sevilla se encaramó a la élite continental con Juande Ramos primero y Unai Emery después, con un presupuesto generalmente muy inferior. Ahora es Julen Lopetegui el que quiere seguir la estela ganadora de ese Sevilla que ya se sabe un señor de Europa.

Que le pregunten si no al Manchester United. "El United ha ganado la Europa League porque no la jugó el Sevilla", advirtió en 2017 Jürgen Klopp a José Mourinho, quien un año después vería su declive en Old Trafford rindiéndose ante... el Sevilla.

Manchester United, Liverpool, Benfica, Oporto, Borussia Dortmund, Borussia Mönchengladbach, Schalke 04, Stuttgart, Juventus, Roma, Lazio, Fiorentina, Zenit, Lyon, Shakhtar, Athletic, Valencia, Atlético, Barcelona... Real Madrid. Muchos de los grandes e históricos de Europa, casi todos, han doblado alguna vez su cerviz, en instancias importantes, eliminatorias o finales, ante el Sevilla en esta odisea contemporánea de fe y determinación.

Otro dato irrefutable adorna el panegírico sevillista: ninguno de esos grandes ha disputado más finales europeas en este siglo, ninguno. Ahora el turno para agrandar la leyenda es para ese equipazo, un colectivo al servicio del club, que han montado Monchi y Lopetegui.

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