Nada tienen que ver el ánimo, la moral y las sensaciones del Sevilla hoy, en la vuelta ante el Cluj rumano, que hace una semana, cuando ambos se vieron las caras en la ida de estos dieciseisavos de final de la Liga Europa en el corazón de Transilvania. Entre un partido y otro, el equipo de Julen Lopetegui dio un súbito e inopinado golpe de timón cuando peor pintaba el decorado, recuperó con su rotundo 0-3 en Getafe su plaza de Liga de Campeones –en espera de que la Real Sociedad juegue su partido pendiente en Eibar– y los nervios se han templado mucho por Nervión cara al decisivo partido de esta noche.

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Pero ojo, que el decorado vira del brillante azul de Getafe al marrón de Nervión. Porque para el Sevilla de Julen Lopetegui, jugar en casa se ha convertido en todo un marrón. Lo dicen las cifras. Y también el juego. Más puntos ha cosechado el equipo blanco fuera de casa, 23 en 13 salidas, que en casa, 20 en 12. Si son capaces de vencer a Osasuna el mediodía del próximo domingo, clavará el rendimiento casero con el de visitante. Quiere decir que el factor cancha, para el Sevilla actual, no es una ventaja.

Por eso, el encuentro de hoy tiene dos vertientes de interés. La primera, lógicamente, atañe al mero futuro del Sevilla en su competición predilecta, la que le ha dado prestigio a raudales y lo ha situado entre los ilustres del balompié europeo con sus cinco títulos de Liga Europa y seis títulos continentales en total. El Sevilla está obligado a dar la cara y no ahorrar un gramo de energía en este frente porque el 1-1 de la ida lo deja todo más abierto de lo que pueda parecer, porque las expectativas de llegar bien lejos están ahí, intactas, y porque el club mantiene un especial vínculo con el torneo por todo lo buenísimo que pasó.

La segunda vertiente trasciende a la Liga Europa y se circunscribe al irregular desempeño sevillista en el Ramón Sánchez-Pizjuán. A su asignatura pendiente como local. Le urge a la tropa cuajar un partido convincente ante su gente. Con juego y goles. Con mando y firmeza. En su doce de partidos de Liga en casa, el equipo de Julen Lopetegui apenas convenció de verdad ante la Real Sociedad y el Granada. Vale que en el frente europeo sacó pleno de victorias en la fase de grupos, pero sobre el papel, el Cluj va a oponer más resistencia de la que mostraron el APOEL, el Dudelange y el Qarabag. Y tampoco es que los nervionenses anduvieran muy sobrados de fútbol y goles en esas tres discretas victorias.

Hoy, el Sevilla necesita salir a toda mecha para convencer al animoso y rústico Cluj de que no hay lugar para la épica. Es un partido para arrancar sin remilgos y tratar de resolver pronto, pues el cero-cero se cargaría de veneno con los minutos.

El personal quiere un ritmo ágil, que alterne el juego al pie con el juego al espacio, y si los rumanos le niegan esos espacios, algo que van a hacer de salida, pues apelarán al repliegue y la salida a la contra, que los sevillistas sean capaces de generarse esos espacios con movimientos sin balón, arrastres, desmarques de ruptura, combinaciones al primer toque. Y por supuesto, gente en zona de remates y disparos a puerta. Eso ansía el sevillismo.

Tras el golpe de timón en Getafe, el Sevilla debe empezar a aprobar la asignatura pendiente del Ramón Sánchez-Pizjuán. Le va en ello su futuro europeo, sobre todo, y también seguir fortaleciendo su moral y fe en el plan de Lopetegui con vistas a los siete partidos que aún debe acometer como local en la Liga.

El siguiente será muy pronto, el próximo domingo a mediodía. Saltará a la hierba Osasuna, un equipo de pelaje similar a Alavés y Espanyol, que pescaron recientemente en Nervión replegados y con las líneas juntas. Por eso, aunque lo de hoy sea a vida o muerte, no sería extraño que actores principales que llevan mucho plomo acumulado, como Navas o Fernando, se tomen hoy un leve respiro. El Sevilla en casa. Vaya marrón.