Como más gusto da, sobre la campana final,Lamela le daba al Sevilla los tres puntos de un partido del que sólo cabe la moraleja de que bien está lo que bien acaba. Y es que el partido no fue como se podía esperar de este Sevilla reforzado hasta la insolencia y que nadie imaginaba que fuera a resolverse a esas alturas. Pero el Sevilla tiene el duro y con futbolistas que dominan la fórmula de convertir en oro el cobre y de pescar donde no hay peces.

Comparece el Sevilla en el centro geográfico del país sin ninguna de sus últimas incorporaciones pero con el alta de Suso. Y todo arranca con el equipo de Lopetegui dejando claras sus intenciones, pero la postura es fugaz y se da pie a una película sin argumento y bajo un guión de bajísima calidad. Pelotazo va y pelotazo viene, Bono y Soria son meros espectadores en un quiero y no puedo compartido por ambos contendientes, como en un alarde grande de incompetencia.

Es toda la primera parte como un descalzaperros sin sentido en el que uno hace lo que sabe y el otro sabe que así no se va a ninguna parte. O sea que al descanso se piensa que mucho ha de cambiar la partida para que de ella salga algo que merezca la pena. Y, aunque tarde, el partido sube de nivel ayudado por los sucesivos cambios que va introduciendo Lopetegui. Ya no están Papu ni Suso, pero sí Rakitic y Lamela y la mejoría va atisbándose paulatinamente.

Sobre todo contribuye a sacar al partido del marasmo un futbolista que estaba en entredicho. Se trata de Idrissi, que con sus desbordes va a alterar el hasta entonces sólido sistema defensivo del Getafe. Soria evita que Diego Carlos adelante los acontecimientos en un testarazo a quemarropa, Koundé no acierta con la diana y el gol llega cuando no hay tiempo para nada más. Lo consigue Lamela al recoger un rechace del poste en tiro de Rafa Mir, otro recién llegado.