Sevilla FC | El reportaje

La incógnita de Quique Sánchez Flores radica en la zona ancha

Quique Sánchez Flores, en un reciente entrenamiento del Sevilla.

Quique Sánchez Flores, en un reciente entrenamiento del Sevilla. / Juan Carlos Muñoz

Tras el descanso del fin de semana, retornó a la actividad la primera plantilla del Sevilla en la tarde de este Lunes Santo en la ciudad deportiva. El bloque de Quique Sánchez Flores ya enfoca a la importantísima cita del próximo Sábado Santo a las dos de la tarde en Getafe, donde debe corregir los dos borrones de sus últimas actuaciones en Almería (2-2) y en casa ante el Celta (1-2), que de nuevo han despertado las dudas en el nido sevillista: el Cádiz, que marca el descenso, está a 6 puntos, recibe la próxima jornada al Granada y los sevillistas acometen dos salidas seguidas, al Coliseum getafense y luego a Las Palmas. Así que ojo, que tras el partido en el sur de Madrid, llega otro parón por la final de Copa del sábado 6 de abril en el Estadio de la Cartuja.

El partido ante el Celta, enganchón entre Quique y En-Nesyri aparte, dejó demasiadas heridas abiertas en el terreno de juego. La más evidente, el paupérrimo desempeño del centro del campo sevillista, con Óliver Torres y sobre todo Lucas Ocampos como dos sombras desubicadas que apenas pudieron escoltar a Soumaré en la contención y la lucha por los balones divididos, las segundas jugadas, el cierre de los pasillos al enemigo. Una cosa es controlar las áreas y desdeñar la superioridad en la posesión de la pelota, y otra la sensación de no tener controlada jamás la situación durante el partido, que fue lo que sucedió ante un Celta que evidenció mejoría de la mano de su entrenador debutante, Claudio Giráldez.

La madre del cordero, en la pizarra del entrenador sevillista, radica en sus dos premisas tácticas: la primera, jugar con dos delanteros, Isaac y En-Nesyri; la segunda, disponer tres centrales atrás.

Sólo en tres de sus 15 partidos oficiales al frente del Sevilla (12 de Liga, tres de Copa), Quique Sánchez Flores ha descartado la línea de tres stoppers en la retaguardia para elegir un 4-4-2: en la dolorosa derrota en casa ante el Alavés (2-3) y en las victorias seguidas en Vallecas (1-2) y Atlético de Madrid (1-0) que tanto oxígeno inyectó al equipo. Las tres ocasiones fue en la Liga. El resto, un 3-5-2 o un 5-3-2.

Y ahí, en el papel de los laterales largos, reposa buena parte del equilibrio táctico del equipo en los partidos. Ante el Celta, los laterales, Jesús Navas y Marcos Acuña, jugaron muy anclados atrás, apenas hubo noticias de su proverbial proyección ofensiva. Les costó dar el paso para paliar ese palmario déficit de efectivos en la zona ancha. Y el Sevilla sufrió muchísimo con Iago Aspas retrasado para armar el juego entre líneas y lanzar a la espalda de los centrales.

En realidad, hasta la aciaga tarde ante el Celta, el Sevilla no jugaba claramente un 5-3-2 desde el partido copero en Getafe, curiosamente. Pero allí hubo dos factores diferenciales con respecto al último partido de Liga: la efectividad de los delanteros fue casi plena, al contrario que ante los célticos, y el Getafe apeló luego a un fútbol directo en el que Sergio Ramos, Badé y Nianzou se impusieron bien resguardados atrás.

Bajo un 3-5-2, desde la visita al Atlético en Copa a la salida liguera en Almería, el Sevilla sólo sucumbió bajo la lógica: en el Civitas Metropolitano (1-0) y en el Santiago Bernabéu (1-0). El equipo se ha sentido seguro, ha concedido poco atrás. Y para ello, ha resultado clave que Soumaré, el único especialista para anclarse por delante de la defensa, no se sienta solo e impelido a acudir a demasiadas zonas para apagar los conatos de fuego.

Quique va a seguir fiándose al trabajo, el buen entendimiento y la pegada de la pareja Isaac-En-Nesyri para intentar salvar al Sevilla. También tiene claro que Sergio Ramos y otros dos centrales ahorra sustos. Pero la x de la ecuación a despejar ahora está en la medular. Se vio de forma meridiana en la última victoria sevillista, ante la Real Sociedad en el Ramón Sánchez-Pizjuán: el equipo vasco fue ganando el pulso, en parte, por los desajustes defensivos de Hannibal en el centro del campo. Y cuando entró Suso por el joven tunecino, se igualaron las fuerzas en el centro campo y el equipo sevillista dejó de sufrir.

En el penúltimo triunfo liguero, ante el Atlético de Madrid en Nervión, Quique sorprendió con una defensa de cuatro y los de blanco ganaron el pulso por su superioridad en la medular: Soumaré estuvo apoyado por Óliver y Sow, y Acuña se erigió en armador del juego dando el paso desde la izquierda. No convertir la zona ancha en un erial sin provecho alguno. He ahí la cuestión.

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