El péndulo se para en el lado blanco (4-2)

El Sevilla se anota los tres puntos en la recta final gracias a dos goles que tocaron en las piernas del rival para envenenarse

Los locales le habían dado vida a un moribundo Celta con el error de Vaclík tras el 1-0

Vídeo resumen del Sevilla-Celta

Bono, positivo por Covid-19, no pudo jugar

Munir dispara para anotar el cuatro a dos definitivo.
Munir dispara para anotar el cuatro a dos definitivo. / Antonio Pizarro

Importante triunfo del Sevilla para totalizar un seis de seis en los dos últimos compromisos ligueros que le permiten atisbar el futuro con muchas más esperanzas que hace tres semanas escasas. Y conviene agarrarse con prontitud al libro de los dichos y aquello de "amores sufridos, amores queridos". Se sustituye la palabra amores por el plural de triunfo, victoria o la cantidad de sinónimos futbolísticos a los que cualquier periodista se puede agarrar y se encuentra una explicación perfecta al sentimiento de cualquier sevillista, los profesionales y los aficionados, tras este éxito por cuatro a dos contra el Celta.

Porque el litigio que arrancara de la forma soñada por Julen Lopetegui y todo su cuerpo técnico no se podía poner más desagradable por una cantada de Vaclík, sustituto a última hora de Bono por haber agarrado éste el Covid-19 con su selección nacional de Marruecos. El Sevilla pasó de tener moribundo a un Celta que abría verdaderas autopistas hacia Rubén Blanco a pellizcarse para creerse que lo que había ocurrido en el empate de Iago Aspas había sido cierto.

Y entre sí y entre no, el Celta, un grupo de futbolistas aparentes con más valor en el mercado que encima de un césped, comenzó a creer en sí mismo y a pensar que igual y hasta le salía la jugada redonda a pesar de su pésimo arranque en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Los vigueses, incluso, fueron capaces de voltear el electrónico en una situación que ni el más furibundo de sus seguidores llegaría a creerse después de ver cómo habían arrancado Olaza, Jeison Murillo, Aidoo y compañía de dadivosos con el rival.

Porque basta con ir al mejor recurso en estos casos, a la libreta de anotaciones para corroborar que aquella situación era inexplicable. El Sevilla ya había tenido una ocasión clara a los 41 segundos de juego gracias a un doble error de Olaza, el segundo cayéndose de culo literalmente, que le abría el camino a Ocampos hacia su guardameta. Pero el argentino pecó de precipitación y de escasa sutileza. Quiso atravesar a Rubén Blanco con su disparo y claro se olvidó de la ley de la impenetrabilidad de los cuerpos.

Pero aquí no se quedaba la cosa, antes incluso del gol anotado por Koundé en el minuto 5, al acertar por fin en un remate en un saque de esquina, ya había tenido otra clarísima En-Nesyri e incluso un disparo de Óliver Torres que también pudo tener más rédito del que logró. Para que todos se hagan una idea de lo que estaba sucediendo después del uno a cero, otra vez Ocampos iba a tener una opción diáfana delante de Rubén Blanco y de nuevo se olvidó de la dichosa ley. Disparo al muñeco en lugar de buscar una esquina, todo lo contrario de lo que es habitual en él desde el punto de penalti.

El Sevilla sencillamente estaba barriendo de la faz de la tierra a un Celta moribundo, incapaz de defender con lo mínimo que se le puede exigir a un equipo de la Liga Santander. Pero en el fútbol no basta con eso, hay que atacar y también protegerse, porque el Sevilla le abrió las puertas del cielo a los vigueses en una jugada sin ningún peligro. Un centro inocuo de Hugo Mallo desde el costado y Vaclík casi repite la jugada de su colega del Tenerife en el derbi contra Las Palmas. La pelota no entró porque se estrelló con el poste, pero el rebote le fue a Iago Aspas para empujarla a puerta vacía.

Vuelta a empezar para un Sevilla al que precisamente le cuesta un trabajo brutal poner las cosas a su favor. Y desde ahí se iba a comprobar la trascendencia que tienen los estados de ánimo en este deporte llamado fútbol. El Celta pasó de ser un cadáver andante a sentirse reforzado en sus creencias y dominó la pelota y el juego. El Sevilla, por el contrario, se tambaleó, el equipo tantas veces fuerte de ánimo y resiliente fue yéndose del tablero y se dejó golpear.

La remontada viguesa costaba trabajo entenderla, pero era real, pese a sus graves problemas defensivos

No es que el Celta tuviera mil opciones de volver a marcar, pero sí se atisbaban problemas en el bando nervionense. Tampoco necesitaron mucho los gallegos. Una acción de velocidad de Iago Aspas al medirse en campo abierto a Fernando, un disparo que otra vez toca en Vaclík y el rebote le cae franco a Nolito. Era increíble, pero el Celta, este Celta tan endeble atrás, estaba uno a dos en el electrónico.

Aunque está claro que los vigueses han tenido que cambiar de entrenador y están tan abajo por algo. El porqué responde a una forma de defender que no se da ni siquiera en las categorías inferiores del fútbol español. Después de que Vaclík hubiera repelido el tradicional disparo de Nolito con el interior del pie derecho desde el costado izquierdo, un centro aparentemente inofensivo de Jesús Navas lo cabeceaba En-Nesyri dentro.

El Sevilla se iba al intermedio con una inyección de batería en su ánimo y bien que se iba a notar en la reanudación. Cierto que Vaclík hizo bien su trabajo, más que bien, en un disparo a bocajarro de Santi Mina que parecía el dos a tres, pero el mando de los sevillistas ya fue absoluto y con semejante defensa enfrente tarde o temprano tenía que llegar el gol definitivo.

La primera advertencia llegó en una gran parada de Rubén Blanco a Joan Jordán; en la segunda, con Munir e Idrissi creándole muchos problemas al Celta, la suerte viró hacia el lado positivo y el disparo de Escudero, que había que tirar a puerta, tocó en Renato Tapia para ponerse imposible para cancerbero vigués. El Sevilla se había salvado y más aún lo haría cuando Munir demostró otra vez, sí otra vez, que es el delantero más definidor de este Sevilla. Arrancada desde el centro del campo y gol. Cuatro a dos, el péndulo, siempre azaroso, esta vez decidió que los tres puntos se quedaban en el Ramón Sánchez-Pizjuán.

stats