Muere James Harrison, "el hombre del brazo de oro" que salvó con su sangre a más de 2 millones de bebés
El australiano poseía un anticuerpo único que se utilizó para desarrollar tratamientos contra la enfermedad hemolítica de niños recién nacidos
James Harrison, el extraordinario donante australiano apodado 'el hombre del brazo de oro', ha fallecido a los 88 años mientras dormía en una residencia al norte de Sídney, según ha comunicado su familia recientemente. Su excepcional sangre, que contenía un raro anticuerpo Anti-D, permitió desarrollar un tratamiento que ha salvado la vida de más de 2,4 millones de bebés durante seis décadas, evitando muertes al nacer y graves malformaciones.
El antiguo empleado de Ferrocarriles, que falleció el pasado 17 de febrero, comenzó su labor como donante en 1954, cuando apenas contaba 18 años. A pesar de su temor a las agujas, Harrison donó plasma cada dos semanas hasta cumplir los 81 años, edad límite para donantes en Australia. Su plasma resultó vital para combatir la enfermedad hemolítica del recién nacido, una condición en la que la sangre de una embarazada con Rh negativo ataca las células sanguíneas del feto si este ha heredado el Rh positivo paterno.
"James fue una persona extraordinaria, estoicamente amable y generosa, que se comprometió a dar durante toda su vida y conquistó los corazones de muchas personas en todo el mundo", ha declarado Stephen Cornelissen, director ejecutivo del organismo australiano, en un comunicado oficial tras conocerse la noticia.
Un legado reconocido mundialmente
La trayectoria de Harrison como donante le valió el reconocimiento del Guinness World Records en 2005, cuando se convirtió oficialmente en la persona que más plasma sanguíneo había donado en todo el mundo, con un impresionante total de 1.173 extracciones realizadas. Su contribución ha sido fundamental para el desarrollo de tratamientos que han prevenido numerosas malformaciones cerebrales y complicaciones fatales en recién nacidos.
El impacto de las donaciones de Harrison trasciende las cifras, pues ha transformado radicalmente el pronóstico de los embarazos con incompatibilidad Rh, un problema que anteriormente causaba graves complicaciones. La inyección Anti-D desarrollada gracias a su plasma se ha convertido en un tratamiento estándar que ha salvado a generaciones de bebés en todo el mundo.
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