Morante: esas cosillas con la muleta...

EL REPASO

El rabo diferencial que paseó el diestro de La Puebla en Jerez o la revelación de Fortes marcaron la actualidad taurina de la semana que se fue

Morante brilla en los 'Puerta del Príncipe'

En los rescoldos feriales: cuestión de memoria

Morante, con ilusión de novillero, hizo el ademán de no soltar su trofeo.
Morante, con ilusión de novillero, hizo el ademán de no soltar su trofeo. / Antonio Pizarro

Era noche de gala en el Patio de la Montería del Alcázar de Sevilla. Fue este lunes. Francisco Mendoza, relaciones públicas de El Corte Inglés, había muñido a las huestes del toreo y lo más granado de la sociedad sevillana para entregar esos trofeos Puerta del Príncipe que han alcanzado 39 primaveras sin faltar a una cita que, en sus distintas etapas, forma parte de la más genuina parafernalia taurina de la ciudad.

El jurado se había mostrado ecuánime en su momento para distribuir los premios entre los mejores de la Feria pero la figura de Morante –galardonado por su excelso toreo de capote y como autor de la mejor faena- marcaba un punto y aparte. El diestro de La Puebla se mostró sonriente, con la ilusión de un novillero incipiente, al empuñar las dos estatuillas que subrayaban la dimensión de su paso por el ciclo sevillano. “Sevilla me inspiró a hacer eso con el capote y alguna cosilla con la muleta”, espetó el torero con gracia de otro tiempo enseñando una felicidad contagiosa que también se refleja en el ruedo.

No hace falta recalcarlo: Más allá de cualquier otra componenda, Morante marcó a fuego la pasada Feria de Sevilla subrayando su condición de torero histórico, a la altura de los más grandes que en esta profesión lo han sido. Sí, el diestro cigarrero forma parte de ese friso de colosos. Posiblemente será el tiempo y la distancia los parámetros que permitan valorar la auténtica valía de un torero, de un gran artista que enriquece la cultura de España bebiendo de sus mejores fuentes, tendiendo puentes con otras efervescencias creativas.

La cultura taurina y popular de José Antonio Morante Camacho enriquece el toreo. Pero hay más: si la sumamos al impresionante compromiso que mantiene con la profesión y el presente y el futuro del espectáculo nos encontramos con el anchísimo abismo que le separa de una grey torera pastoreada por un sistema clientelar y comisionista que marca la mediocridad de la inmensa mayoría de las ferias del circuito taurino.

De Jerez a Córdoba

Morante, precisamente, viene de cortar otro rabo diferencial en la Feria del Caballo de Jerez que confirma las ilusiones de Sevilla por un lado y ensancha aún más la sima con el resto de un escalafón que debería encontrar ilusiones más allá del guión preconcebido que lo guía. Pero el diestro de La Puebla iba a encontrar la réplica, por otro palo muy distinto, en un recrecido Roca Rey que indultó un toro de Jandilla en el vetusto coso jerezano. Sin solución de continuidad se iba a marchar a Córdoba a plaza casi llena –un milagro válido para cualquier beatificación en la ciudad de la Mezquita- para descerrajar la Puerta de los Califas en espera de su cita madrileña, este mismo jueves, para testificar la demorada confirmación de alternativa de Rafa Serna que recibirá los trastos del oficio de manos de Diego Urdiales.

Conviene detenerse en la realidad del embudo cordobés. José María Garzón ha vuelto a ajustar la oferta a la demanda de una afición muy peculiar y una plaza que, pese a todo, ha respondido a la excelencia. El cartel dominical jugaba bien la baza del tirón de Roca, el porte de Ortega –que también vivió una generosa salida en volandas- y la alternativa del novillero local Manuel Román, que llegó justito de todo a la cita. El cartel de la víspera –y el empresario lo sabía- cantaba otro resultado en la taquilla desde el momento de su anuncio aunque el aforo superó las previsiones más pesimistas. Por cierto: Perera y Borja Jiménez brillaron a un excelente nivel.

El ciclo se había abierto con novillada mixta con y sin que reveló las posibilidades de un aspirante, Manuel Quintana, que podría convertirse en un revulsivo para el ambiente taurino cordobés. Fue el encargado, en unión de Javier Zulueta, de inaugurar la Puerta de los Califas. Garzón tiene aún hasta 2030 para seguir trabajando en una plaza demasiado condicionada, enclavada en una de las zonas que peor ha envejecido de la ciudad; propiedad de una sociedad de accionistas también avejentada y sujeta a los vaivenes de una peculiar afición que, más allá de los tópicos, también cuenta con valiosos activos: una juventud ilusionada y militante que se retrata en taquilla; un Ayuntamiento comprometido con la cultura taurina y un activo asociacionismo que, con el capítulo de la Fundación Toro de Lidia a la cabeza, está moviendo el árbol para que caigan las nueces. Dejando a un lado las zarandajas del prestigio y la primera categoría –volutas del bucle melancólico- puede haber motivos para la esperanza.

Efecto Fortes

Pero antes de la cordobesa feria de la Salud pudimos anotar el suceso más ilusionante de la larga isidrada, protagonizado por Fortes, un torero que renació de sus propias cenizas el pasado verano a raíz de una reveladora faena en la plaza de La Malagueta que corrió de boca en boca por todos los rincones del toreo. El diestro malagueño repitió el prodigio –ese toreo empacado de talones enterrados- en el coso de Las Ventas erigiéndose, precisamente, como uno de los nombres a tener en cuenta.

El hijo de Mari Fortes, pionera del toreo femenino, vio lastrada su entrada en las ferias por una sucesión de percances inoportunos que frenaron cualquier progresión. Pero los profesionales, los mejores aficionados, conocían de sobra la excelencia de un concepto que está llamado a enriquecer la paupérrima oferta de la mayoría de los seriales taurinos, plagados de nombres amortizados. ¿Estará la cúpula del negocio a la altura? Largo me lo fiáis…

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