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Ruth Rubio, profeta en su tierra

  • Esta investigadora suma la Medalla de la Ciudad de Sevilla a su formación en Florencia y Berkeley, docencia e investigación en Nueva York, Princeton y el Instituto Universitario Europeo

La profesora de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla Ruth Rubio.

La profesora de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla Ruth Rubio.

Tras años de formación en Florencia y Berkeley, docencia e investigación en Nueva York, Princeton, el Instituto Universitario Europeo. Consultoría para la defensa de víctimas en Nepal, Colombia, Marruecos. Ruth Rubio volvía a su ciudad natal y a la Facultad de Derecho de la US y Sevilla le entrega la Medalla de la Ciudad.

-¿Qué le supuso recibir la Medalla de la Ciudad a su vuelta?    

-Una ilusión tremenda. Se dice que nadie es profeta en su tierra. Me gustó que, siendo yo fundamentalmente una académica, mi medalla fuese por mi trayectoria al fomento de valores humanos. Es un reconocimiento al hecho de que se puede hacer buena ciencia de una forma socialmente comprometida. Me conmovió el discurso del alcalde, porque sintetizó una visión que él desea para Sevilla y yo comparto: una Sevilla orgullosa de sus tradiciones pero a la vez ambiciosa con respecto a su futuro en innovación y en su compromiso con los valores humanos. Además estoy convencida de que mi medalla no es solo una medalla a mi persona sino a toda una causa, la que representa el 8 de marzo, una causa a la que, por cierto, también hizo mención Juan Espadas en su discurso.

-¿Echa algo de menos de su vida académica en algunas de las universidades de prestigio en las que ha sido profesora a lo largo de su vida?

-Sí, mentiría si dijera lo contrario. Echo de menos que haya más incentivos estructurales para hacer investigación en equipo, al menos en humanidades. Echo de menos recursos que faciliten la labor docente e investigadora de los profesores, desde ayudantes de investigación hasta unidades administrativas para facilitar la solicitud de proyectos internacionales de investigación y, sobre todo, para colaborar en su gestión. Echo de más, la burocracia surrealista que conlleva hoy en día el ascenso en la carrera universitaria y la precariedad de gran parte de nuestro profesorado. Esa precariedad genera un clima hostil en el interior de nuestros departamentos y facultades y le resta dignidad a una profesión que sigue siendo fundamentalmente vocacional. Echo de menos a un alumnado al que seamos capaces de motivar mucho más de lo que actualmente lo está. Y echo de menos unos salarios que reflejen la importancia que ésta y cualquier sociedad, debiera darle a la docencia, a la investigación y a la innovación.

-¿Algunas ideas que aportaría para avanzar en la línea adecuada a nivel de Andalucía?

-Ideas tengo muchas pero somos muchos los que las tenemos. Yo creo que estaría muy bien que se formara un consejo de asesores con profesores que representen el perfil que deseemos fomentar y también con asesores internacionales. Hay muchas cosas que podemos hacer, pero si somos capaces de identificar una agenda compartida, de sumar esfuerzos, de buscar sinergias, haremos más y mejor y evitaremos algunas de los incentivos perversos que inevitablemente se dan cuando estas cosas se piensan solo por cada una de las universidades. Tenemos también las experiencias de otras Comunidades Autónomas de nuestro país. Yo soy miembro de la comisión evaluadora del programa catalán ICREA y de la comisión evaluadora de las Advanced Grants del European Research Council de la UE. Lo cierto  es que contamos con una plantilla de científicos andaluces de primerísima línea con experiencias similares. Usémoslos para plantear políticas y, de paso, para fomentar la interdisciplinariedad y la cooperación interuniversitaria que es donde está el futuro.

-Todas sus líneas de investigación están en plena actualidad: la inmigración, la igualdad de género, las transiciones, el nacionalismo, ¿cómo se lo explica?

-La curiosidad por los estudios de género es algo que por razones obvias nos llega a muchas académicas incluso siendo cierto que, lamentablemente, la asignatura de derecho y género, tan común en los programas anglosajones, no es una que esté implantada en nuestros planes. Soy hija de catalana y nieta de inmigrante supongo que esto me ha hecho siempre más sensible a la diversidad, fomentando mi interés por los temas de inmigración y ciudadanía. Mi trabajo en justicia de transiciones vino, como tantas cosas en la vida, por cuestiones de corazón. Seguí al que se convertiría en mi esposo a Nueva York y ahí se abrió la oportunidad de trabajar con y para víctimas de dictaduras y conflictos armado curiosamente en países que no eran el mío donde este debate empezó de forma más tardía.

-Supongo que entonces no podía ni siquiera imaginar que llegaría el día en que su contribución a este último campo sería reconocido en el Muro del Legado a la Justicia de Género en la nueva sede de la Corte Penal Internacional en La Haya. ¿Qué significa para usted este reconocimiento?

-Me pilló totalmente por sorpresa. Me parece una iniciativa muy bonita porque es un reconocimiento que mezcla lo colectivo y lo individual. La idea es un mural con la imagen, nombres y reseñas biográficas de un colectivo de mujeres y hombres que, de formas diversas han luchado contra la impunidad de los crímenes de género. Simbólicamente, es un reconocimiento a la importancia de la causa. Nunca pensé que mi modesta contribución a pensar la reparación a las víctimas en clave de género sería reconocido de esta forma.

-Usted es una de las profesionales que firma la Carta Universal de los Deberes y Obligaciones que se ha presentado recientemente en la ONU. ¿De qué se trata y cuál ha sido su aportación?

-Efectivamente. El origen está en José Saramago. La fecha de su recepción del Nobel de Literatura coincidió con la de la celebración del 50 aniversario de la Declaración Universal de Derechos. Siendo así, no perdió la ocasión para mencionar en su discurso la necesidad de acompañar la celebrada Carta de Derechos con una de deberes universales. El rector de la Universidad Autónoma de México recogió el guante y empezó así una serie de encuentros entre profesores, intelectuales y líderes de distintas partes del mundo y el involucramiento activo de la Fundación Saramago que dirige Pilar del Río, viuda de Saramago. Los encuentros habían generado una serie de documentos que reflejaban una agenda amplia, ideas interesantes pero también visiones, no siempre coherentes. Llegó el momento de darle forma jurídica y ahí fue cuando Pilar, a quien conozco, contó conmigo. Yo me encargué de redactar su articulado siguiendo una técnica muy simple. Tomé la Carta de Derechos y me planteé cuáles eran las personas e instituciones sobre las que, además de los Estados, descansaba su realización efectiva.  Y fue así como surgió una taba que habla de deberes de los Estados, pero también de individuos, empresas, partidos políticos, instituciones religiosas. En el fondo, un ejercicio de educación cívica.

-Los años vividos en Fiésole, Florencia, como titular de la cátedra de Derecho Constitucional Comparado del Instituto Universitario Europeo, ¿le han aportado otra visión de Europa?

-Así es. Me han hecho mucho más conscientes de la dimensión europea de todas las cuestiones que siempre me han interesado y del hecho de que muchos de los grandes retos a los que se enfrentan los Estados europeos, deben encontrar solución a escala, cuanto menos, europea. Hablo del cambio climático, hablo del control de flujos migratorios, del envejecimiento de la población y el reto demográfico que conlleva, de la creciente desigualdad social, del resurgir de nacionalismos reaccionarios, de la xenofobia y de nuevas formas de autoritarismo y populismo. Hablo también de la necesidad de recuperar la agenda social en un proceso que debe liderar una izquierda que, para lograrlo, debe ser capaz de replantearse a escala europea.

-¿Por qué alguien con una gama tan amplia de intereses decide centrarse en el Derecho Constitucional?

Ruth Rubio es firmante de la Carta Universal de los Deberes y Obligaciones del Ser Humano

-El amor por el derecho en tanto que disciplina me lo despertaron las clases de Ángel López y el Derecho Civil cuando era alumna. Pero al final mi vocación por la lucha por la justicia social me escoró hacia el Derecho Público. Y ahí se cruzaron dos personas clave. Pedro Cruz Villalón  me invitó a colaborar con el departamento con una beca de iniciación a la investigación. Javier Pérez Royo, a la sazón rector, se convirtió en lo que sigue siendo: mi principal mentor. Nunca me dio clases, ni me dirigió mi tesis. Pero desde el principio se encargó de transmitirme un doble mensaje: que confiaba en mi valía académica y que me aseguraba que en la Universidad de Sevilla y en el departamento de Derecho Constitucional siempre habría lugar para quien aspirase a la excelencia y a desarrollar una carrera académica con proyección internacional. Eso fue lo más importante. La disciplina concreta fue el Derecho Constitucional, pero hubiera podido ser otra. Lo que ha marcado mi agenda de pensamiento han sido los grandes retos de nuestra sociedad. Dar respuesta a grandes preguntas y temas, también desde el mundo del derecho, requiere siempre un enfoque interdisciplinar. Dicho esto, es cierto que el Derecho Constitucional es, el derecho más cercano a la Filosofía, y eso me lo ha hecho siempre especialmente atractivo.  

-¿Existe el feminismo jurídico?

-Hay afortunadamente cada vez más conciencia de que los estudios de género constituyen una verdadera rama de investigación. Dentro de la teoría del derecho hay un sector de teoría crítica que estudia cómo el derecho puede servir para reforzar o subvertir formas de poder y dominación. La teoría feminista aporta el eje del género como categoría de análisis, a la hora de entender, desde una visión crítica, cómo se articula el Estado, sus instituciones y sus normas. Sería maravilloso que esa enseñanza crítica del derecho tuviera cada vez más cabida en los planes de estudio jurídico y dentro de cada una de las disciplinas. Sería maravilloso que todos nuestros alumnos pudiesen acabar la carrera habiendo tenido la opción de estudiar derecho y género. Si fuera así, el feminismo jurídico se reconocería cada vez más como objeto de conocimiento de las ciencias jurídicas, y dejaría de confundirse con lo que no está limitado a ser: activismo político a través del derecho.

-¿Cree que es necesaria la reforma de la Constitución?

-Creo que sin esa reforma no conseguiremos la reválida y normalización de nuestra democracia y de nuestro sistema constitucional ni salir de la situación de impasse político en la que estamos. Hay algunas cosas que simplemente se quedaron obsoletas. Está pendiente introducir una perspectiva de género en nuestro texto constitucional. Pero sobre todo tenemos que aclarar y afianzar la estructura territorial del poder y hacerlo de forma que se garantice la cohesión de la comunidad estatal. Es la gran asignatura pendiente y mientras no seamos capaces de resolverla todo lo demás sufrirá de parálisis.

-¿Qué temas va a proponer para el estudio en el programa de género y gobernanza de la recién creada escuela de gobernanza transnacional del Instituto Universitario Europeo de Florencia de la que usted  forma parte?

-El programa seguirá una doble vía. Por un lado, temas propios de la línea, como son el liderazgo de mujeres, las cuotas de género, los presupuestos con dimensión de género, o la transversalidad;  así como la identificación de espacios de gobernanza, que hasta ahora no se hayan abordado suficientemente desde la inquietud por la igualdad de género, como por ejemplo la gobernanza en los medios de comunicación, el deporte, el sistema financiero o el sistema bancario. Por otro lado, me gustaría incorporar de forma transversal la vertiente de género en el resto de las líneas de la escuela, incluyendo las de cambio climático, comercio y desarrollo, migraciones, digitalización e integración regional.

-Feminista confesa, ¿qué se siente cuando, de un día para otro, se encuentra con un gobierno con una amplia mayoría de mujeres?

-Muchísima felicidad. Felicidad por saber que por fin el liderazgo político de este país va a contar plenamente con esa mitad de la masa gris que hasta ahora ha quedado preterida por su sexo, infrautilizada en la búsqueda del bien común. Felicidad por saber que, a partir de ahora, las niñas y adolescentes españolas cada vez que vean el telediario a la hora de cenar van a recibir de forma subliminal el mensaje de que también ellas pueden soñar con llegar a ejercer algún día los más altos cargos de responsabilidad política de su país. Nos falta aún la presidencia. Intuyo que no tardará en llegar.

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