Curros, la cafetería donde todos buscan churros… y nadie los encuentra
Un simple juego de letras convierte cada mañana en un festival de malentendidos en plena Calle Correduría
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"¿Qué se lee aquí? ¿Curros o churros?" La pregunta se repite una y otra vez frente al escaparate de una pequeña cafetería en la Calle Correduría. El rótulo, con su tipografía curva y su aire castizo, ha provocado toda clase de equívocos entre vecinos, turistas y amantes del desayuno español. Pero la respuesta es sencilla: se llama Curros, sin "h" y sin freidora.
El misterio tiene un origen mucho más cotidiano de lo que parece. "Nuestro jefe se llama Curro, y le añadieron la S como un extra en la palabra", explica entre risas Juan, uno de los empleados. Nada de estrategias de marketing ni homenajes gastronómicos, solo el nombre de su dueño convertido, por accidente, en una broma visual que confunde a medio barrio.
La confusión, eso sí, tiene consecuencias diarias. Juan asegura que por las mañanas vienen al menos cuatro o cinco personas preguntando por los churros. Algunos se lo toman con humor, otros con un toque de decepción. Hay quien incluso insiste: "¿Y si pusieran una máquina de churros?" Pero el edificio no lo permite ya que no tienen sistema de extracción de humos. En su lugar, ofrecen pasteles, panes, tostadas, menús del día y un café que nada tiene que envidiar al de las churrerías.
Anécdotas que se repiten (y ya son parte del encanto)
Las anécdotas se acumulan. Una vez, una mesa de diez personas pidió sus cafés y, al final, preguntó con toda naturalidad por unas porras para acompañar. La respuesta fue un educado "aquí no vendemos". Otra jornada, unos turistas extranjeros preguntaron con entusiasmo: "¿Cómo va lo de los curros?", convencidos de que se trataba de un dulce típico local. Y no faltan los curiosos que, al ver el cartel, deciden añadirle mentalmente una "h", convencidos de que se trata de un error ortográfico.
Entre los clientes habituales, la escena se ha vuelto parte del encanto del lugar. “Yo ya lo he visto varias veces, gente que entra pensando en mojar churros y sale con una palmera o una tostada. Algunos se ríen, otros se enfadan un poco", cuenta uno de los asiduos en Curros.
Por las mañanas vienen al menos cuatro o cinco personas preguntando por los churros
Mucho curro y cero churros
Mientras tanto, el equipo de Curros aprovecha el malentendido con humor y creatividad. Este otoño, por ejemplo, lanzaron una palmera de Halloween, cubierta de chocolate y naranja, que ha conquistado a quienes llegan buscando algo dulce.
Y aunque cada día se repita el mismo diálogo de confusión, en Curros ya lo toman como parte del ritual matutino. Porque, al final, entre risas, explicaciones y cafés bien servidos, lo que esta cafetería ha conseguido, sin proponérselo, es crear una historia que se cuenta sola: la de un sitio donde no hay churros, pero sí mucho curro detrás de cada desayuno.
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