Etapa 12 del Camino Olvidado: Cistierna - Boñar | Del valle del Esla al del Porma

El recorrido atraviesa algún que otro bosque interesante, pero en general es un trayecto sin excesivos atractivos.

Etapa anterior: Puente Almuhey-Cistierna

Inicio del Camino Olvidado desde Bilbao

Puente del Mercadillo, sobre el río Esla / Emilio J. De los Santos

La duodécima etapa no resulta tan espectacular como la que nos condujo a Cistierna, ni tan exigente. Sin embargo, eso no significa que carezca de interés: su perfil, algo irregular, ofrece cierta variedad con algún que otro bosque bonito o incluso nos descubre alguna iglesia románica que parece estar escondida de los turistas. Durante buena parte del recorrido iremos ganando altura de forma progresiva, aunque lo más destacado será la bajada hacia La Acisa de las Arrimadas, con rampas pronunciadas que pondrán a prueba nuestra atención. En total, recorreremos 28 kilómetros que enlazan los ríos Esla y Porma, cuyo valle alberga la localidad de Boñar.

Partimos de Cistierna acompañados brevemente por los peregrinos del Camino Vadiniense, que vienen desde San Vicente de la Barquera, en Cantabria. Nuestras sendas coinciden durante algo más de 3,5 kilómetros, antes de bifurcarse: ellos se dirigen al sur, hacia Mansilla de las Mulas; nosotros, hacia poniente.

Vistas del río Esla, a la salida de Cistierna. / Emilio J. De los Santos

Desde el albergue de Cistierna descendemos por la calle San Guillermo hasta llegar a la plaza de la Iglesia de Santa María. Tomamos la calle Raimundo Morán, pasamos frente al Ayuntamiento y cruzamos poco después la carretera nacional N-621. La calle Las Eras nos permite pasar bajo las vías del tren y nos deja frente a un camping. A la izquierda arranca un sendero que, entre matorral y árboles, nos acerca lentamente al río Esla, uno de los afluentes más caudalosos del Duero. No en vano se dice que "el Esla lleva el agua y el Duero la fama". Ambos cursos se funden en Villaseco, en la provincia de Zamora.

El tranquilo sendero tras separarnos del Camino Vadiniense. / Emilio J. De los Santos

El agradable paseo matinal nos lleva a la carretera LE-5638, que nos guía hasta el Puente del Mercadillo, por donde cruzamos a la otra orilla. Este puente ya aparece mencionado en documentos medievales, aunque es probable que existiera en época romana. Lástima que los azudes aguas abajo resten algo de belleza al entorno.

A tan solo 500 metros del puente, los Caminos Olvidado y Vadiniense se separan de forma clara y bien señalizada. Mientras ellos continúan de frente por la carretera, nosotros giramos a la derecha para adentrarnos en un frondoso robledal.

El Roble del Rezadero. / Emilio J. De los Santos

El sendero remonta el arroyo del Mercadillo, que desemboca en el Esla justo detrás de nosotros. El trazado se encaja en un estrecho valle flanqueado por los cerros de Pedregera, Grandiella y La Poza a la derecha, y por La Majada, El Carrizal y Tras los Torales a la izquierda. El perfil es de falso llano, con una subida casi imperceptible. En este tramo destaca especialmente El Roble del Rezadero, un lugar en el que los pastores solían detenerse a rezar antes de regresar a sus hogares tras haber cuidado del ganado.

Pasamos la vía del tren por este paso inferior. / Emilio J. De los Santos

En el kilómetro 8 de la etapa, la vereda dobla a la derecha y pasa bajo las vías del tren para visitar Yugueros. De frente, enlazamos con la carretera LE-4606. La seguimos por el lateral yendo a la izquierda. Volvemos a cruzar las vías por un paso a nivel y dejamos el apeadero a la derecha. Nos aguarda una larga recta por asfalto de 3 kilómetros hasta La Ercina. Lo único que nos puede llamar la atención es la Ermita de San Roque, en el lateral.

Tramo largo de carretera antes de La Ercina. / Emilio J. De los Santos

En La Ercina abandonamos la LE-4606 en un cruce y avanzamos unos metros por otra carretera provincial antes de salir por la calle Fuente del Obispo. Dejamos atrás las últimas casas del pueblo y empezamos a subir suavemente por una colina. Seguimos la línea de un gasoducto que recorre la dorsal de varios cerros bajos. En el kilómetro 15 llegamos a una encrucijada: continuamos de frente hasta alcanzar el punto más alto de la jornada en Los Cerriscos, a 1.134 metros. Poco después, tomamos un desvío a la izquierda para comenzar el descenso.

Vistas desde Los Cerriscos. / Emilio J. De los Santos

La bajada hacia el siguiente pueblo es bastante empinada, con tramos de piedrecilla suelta que pueden resultar peligrosos. En un solo kilómetro descendemos 100 metros, aunque algunos zigzags ayudan a suavizar el desnivel.

Bajada a La Acisa de las Arrimadas / Emilio J. De los Santos

La Acisa de las Arrimadas es una aldea pintoresca, con construcciones de piedra y jardines bien cuidados. Junto a la Ermita de San Antonio tomamos una calle a la izquierda que nos devuelve a la LE-4606. Pronto dejamos su margen para seguir una pista paralela a la carretera que nos lleva hasta la apartada Iglesia de Santa Marina, a un kilómetro y medio de distancia. Este templo, ubicado en un entorno sereno, conserva su torre románica y buena parte de sus contrafuertes originales. Su merendero es un lugar idóneo para hacer una pausa.

Llegada a La Acisa de las Arrimadas. El perfil se suaviza aquí. / Emilio J. De los Santos

Desde el área recreativa junto a la iglesia, una trocha muy fresca rodeada de vegetación nos introduce en el barranco del arroyo Campo la Madre, que seguimos hasta conectar de nuevo con la carretera. Así accedemos a Barrillos de las Arrimadas. El trazado por esta localidad describe un rodeo significativo, probablemente con la intención de mostrarnos la Ermita de los Remedios, situada en la parte trasera del pueblo. Poco después de entrar, tomamos una calle a la izquierda que describe un arco y nos deja frente al mencionado templo. Las señales en la esquina nos indican que debemos continuar hacia la izquierda, retomando la LE-4606.

Iglesia de Santa Marina. / Emilio J. De los Santos

Esta vez no seguimos la carretera: la cruzamos perpendicularmente y enfilamos un camino de tierra que avanza entre suaves ondulaciones. El sendero gira ligeramente a la izquierda, cruza la vía del tren y nos conduce a La Devesa de Boñar. En esta localidad no hay mucho que destacar en cuanto a patrimonio. El Camino atraviesa la calle principal y continúa sin interrupciones. A la salida, tras volver a cruzar las vías, entramos en los terrenos de Los Adiles, una amplia extensión dedicada a cultivo. El terreno ya es muy llano, pues avanzamos por la vega del río Porma.

Hacia el barranco del arroyo Campo la Madre / Emilio J. De los Santos

Conforme entremos en Los Adiles, afrontamos una recta que va a los pies de un cerro. Tomamos el primer carril a la derecha, que acaba cruzando otra vez las vías del tren y nos lleva a La Losilla y San Adrián, dos barrios que prácticamente forman una única población. Llaman la atención algunos escudos heráldicos de piedra que decoran las fachadas de varias casas. La calle por la que accedemos desemboca en la carretera LE-3624, que abandonamos pocos metros después, cerca del apeadero.

Escudo heráldico de piedra en La Losilla. / Emilio J. De los Santos

A continuación nos enfrentamos al tramo más monótono de la jornada: una recta de dos kilómetros junto a las vías del tren que parece estar trazada con una regla, sin sombra ni apenas estímulos visuales. Tras pasar bajo la carretera CL-626, dejamos a la izquierda la localidad de La Vega de Boñar. Ya estamos en zona urbana: naves industriales y viviendas unifamiliares marcan la parte final de la etapa.

El tramo más aburrido de la etapa: la recta previa a Boñar. / Emilio J. De los Santos

Boñar tiene como principales atractivos la Plaza del Negrillón, presidido históricamente por un olmo centenario que se convirtió en símbolo de la localidad. El árbol murió en la década de 1980 y en su lugar se colocó una escultura. También es interesante ver el gracioso Maragato, un muñeco de madera que da las horas en la torre de la parroquia.

El tramo por la vega del río Porma es muy llano, con zonas dedicadas a la agricultura y la ganadería. / Emilio J. De los Santos

Es conveniente tener precaución a partir de este punto, ya que los servicios comienzan a escasear en las etapas siguientes. Boñar cuenta con numerosos bares y tiendas, por lo que es recomendable aprovisionarse bien para la próxima jornada, que discurre por una zona bastante aislada.

Monumento en recuerdo del Negrillón. / Emilio J. De los Santos

Hoy hemos dejado atrás el valle del Esla para adentrarnos en el del Porma, y nos encontramos ya a los pies del gran macizo montañoso que atraviesa este Camino Olvidado. Las próximas tres etapas prometen ser las más espectaculares, pero también las más exigentes del recorrido.

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