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Cultura

Variaciones pictóricas portuguesas

  • Full Art expone a tres artistas lusos (Monica Capucho, Manuel Caeiro y Jose Lourenço) con el entusiasmo por la pintura como denominador común

El entusiasmo por la pintura: ése es el denominador común de estos tres autores portugueses (aludidos enigmáticamente en el título de la muestra), al que hay que añadir enseguida el hecho de compartir un talante investigador de las posibilidades de la propia pintura, si bien las preocupaciones de cada uno de ellos se orienta hacia direcciones diversas.

A primera vista, llaman la atención sobre todo los recogidos monocromos de Monica Capucho, nacida en Lisboa en 1971, y formada en esta ciudad y en Bruselas. Los tres cuadros, blanco, rojo y gris crean una atmósfera peculiar en la galería. Interesan más aún cuando se los examina de cerca: Capucho organiza los cuadros en sutiles tramas que, junto con el ritmo de las pinceladas les confieren una interesante capacidad de reflejar la luz. Vistos de cerca además se advierten los breves textos que, entre poéticos e irónicos, les sirven de título. Los caracteres están incorporados a la pintura y sólo se ofrecen a la mirada del espectador que examine de cerca los cuadros. Color y textura son, pues, los centros de atención de esta autora. Es cierto que también se interesa por la geometría: con ella construye sus tramas, pero éstas, a mi juicio tienen una función más visual que ordenadora. Más que construir el cuadro, la geometría le confiere calidades de interés.

Quien sí tiene un talante cercano al constructivismo es Manuel Caeiro. Nacido en Évora, en 1975, es profesor en la Facultad de Bellas Artes de la misma ciudad. Trabaja sobre elementos muy sencillos. Las piezas que se exhiben en la muestra toman como punto de apoyo las vallas que ordenan o interrumpen el tráfico; en otras ocasiones reflexiona a partir de finas láminas que, como las vallas, pueden articular el espacio, organizándolo y mostrando su alcance de formas muy diversas. Son todos ellos elementos modulares, pero Caeiro los trata de un modo peculiar. Generalmente, la pintura modular busca con estos elementos mostrar los ritmos en la misma superficie del cuadro: la inversión de uno de ellos interrumpiendo una alineación de los demás establece una alteración del ritmo que puede tener determinados valores plásticos. A Caeiro no le interesan tanto las alteraciones de superficie sino la capacidad de sus módulos para descubrir espacios. Una valla puede, por ejemplo, delimitar la superficie y enseguida unirse a otra que muestra el espacio en profundidad perspectiva, señala el vigor de una diagonal o abre la posibilidad de una extraña dirección en contrapicado. Caeiro dispone por consiguiente estos objetos sobre un fondo vacío e impreciso aunque muy elaborado pictóricamente, de manera que el espacio, vislumbrado vagamente por la acción de la pintura, se precise con más claridad por efecto de las direcciones que marcan sus vallas. Es una indagación de interés porque fusiona de modo eficaz la capacidad de la pintura para sugerir y modelar espacios y el valor de los objetos para construirlo.

Jose Lourenço (Lisboa, 1975) es sobre todo conocido por sus obras que reflexionan sobre estructuras arquitectónicas contemporáneas, mallas de acero y láminas transparentes que articulan esos espacios asépticos que se antojan monumentos a poderes anónimos. En esta ocasión apenas está representada esta faceta. En contrapartida hay diversas piezas que recogen otro aspecto de su indagación: el espejo, el reflejo especular. Lourenço, en sus solitarias arquitecturas, simultaneaba la visión directa del objeto y su doble, su imagen reflejada. Así establecía una cierta deformación espacial que en ocasiones hacía pensar en las llamadas anamorfosis, es decir, en la proyección perspectiva lateral y no frontal. En Full Art el reflejo parece tener otra intención: descubrir los espacios que abren a la mirada algo tan común como los retrovisores del automóvil o las fachadas de vidrio de ciertos edificios. Si el retrovisor altera la distancia y concentra los objetos, los reflejos de las fachadas deforman el paisaje urbano. Lourenço, pues, se antoja un indagador de la visión que prolonga una tradición pictórica de siglos, aunque la aplica a objetos y entornos del todo contemporáneo. Lo hace además con una pintura limpia y exacta y con un dibujo de líneas nítidas.

La muestra, en resumen, tiene sobre todo un valor de índice: llama la atención sobre las potencialidades de tres autores jóvenes, cuyos trabajos prometen trayectorias de interés. Aunque la obra expuesta no llegue a dar completa cuenta de ninguno de ellos, este valor de advertencia lo cumple la exposición sobradamente.

Galería Full Art. Sevilla (Calle Madrid, 4, bajo 6), hasta el 13 de marzo.

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