DIRECTO El resultado sobre la consulta de la Feria de Sevilla en directo

DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

el periscopio

León / Lasa

Bélgica, ese experimento

HACE unos meses, el 13 de junio de 2011, Bélgica alcanzó el récord de estar un año sin formar gobierno. Ese periodo de tiempo se ha prolongado hasta relativamente pocas semanas: el 15 de septiembre, finalmente, se logró un precario acuerdo entre los ocho partidos negociadores que, a la postre, salvó el principal escollo que existía entre unos y otros, y que no era otro que el de la escisión del distrito Bruselas-Halle-Vilvoorde, y encontrar salida a un galimatías lingüístico-electoral de complejidad parecida a la solución de un sudoku. Por no entrar en detalles que no interesan a nadie que no viva allí y, además, no tenga nada mejor que hacer, diremos que los rifirrafes entre flamencos y valones están llegando a una intensidad por otro lado tan delirante que hacen peligrar seriamente la pervivencia de esa pequeña nación tal y como la conocemos ahora. Lo más llamativo de todo este periodo en el que los belgas se han visto huérfanos de políticos que tomen decisiones dentro de un gobierno democráticamente elegido es que todo ha funcionado como si nada. "Esa idea loca de que se necesita un gobierno pleno con funciones plenas puede no ser cierta", apuntó irónico David Sinardet, profesor de la Universidad de Amberes.

Acabo de regresar de pasar casi dos semanas en la ciudad de Gante (Flandes), después de aterrizar en y despegar del aeropuerto de Charleroi (Valonia), que la compañía de bajo coste irlandesa que todos conocemos bautiza como Bruselas Sur (podría ser también llamarla Berlín Oeste, en fin).

Cuando aquí en España nos empeñamos en encontrar diferencias "insoslayables" entre un tipo de Logroño y otro de Pamplona, darnos un paseo por el país de Tintín nos vendría bien para relativizar esas peculiaridades. Así, subimos al tren en Charleroi oyendo hablar francés, solamente francés, lengua que utilizan como propia casi el 40% por ciento de los belgas y nos apeamos un par de horas más tarde en Gante oyendo hablar solamente flamenco-holandés, idioma que usa el resto de la población. Se supone que ambas comunidades -una latina, otra germánica- domina también la otra lengua. La realidad dista de parecerse a ese ideal platónico. Entremedio, además, hemos pasado de un paisaje de industria minera decadente y oxidada (Valonia era la parte próspera hasta hace treinta años), con ciudades feas y llenas de locales cerrados, a otro, Flandes, donde se respira la prosperidad nórdica, la limpieza y la seguridad que proporcionan un turismo masivo y un sector servicios dinámico. Evidentemente, los partidos nacionalistas flamencos mantienen una pujanza creciente elección tras elección, y reivindican la secesión de Flandes. ¿Les resulta familiar?

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios