SONABA mayestático, magnífico, ese pasodoble de pasodobles que es Suspiros de España y la emoción nos embargaba a cuantos llenábamos el Salón Colón. Como en un ruedo de moqueta y artesonados, Pepe Luis iba desgranando su última faena en el mismo punto que le acogió en la preparación de su último viaje. Respeto y emoción a partes iguales en la constatación de que, a veces, Sevilla se porta como es debido, como corresponde a un pueblo que fue crisol de culturas cuando muchos otros ni siquiera estaban en proyecto. Y la entrega a título póstumo del primer premio taurino del Ayuntamiento derivó a una reafirmación de la Fiesta, como debe ser en esta tierra nuestra. Luego sonó La Giralda, pasodoble cumbre de Cebrián, y cuando Pepe Luis hijo sorprendió con una breve y hermosa elegía entonces nos dimos cuenta de que, a veces, Sevilla se porta como es, como siempre debiera.