TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

Como en botica

José Rodríguez / de La Borbolla

¿Ciudad de entremeses y pasacalles?

SEVILLA siempre ha sido, desde el origen de los tiempos, una Gran Dama en la representación del Gran Teatro del Mundo. Los fenicios le dieron el primer nombre y la convirtieron en puerto y templo beneficiado por el tráfico de los mares conocidos (podemos poner al Tesoro del Carambolo de testigo). Julio César la reforzó y rodeó de murallas, para guardarla como a la niña de sus ojos. Algún tiempo después, Sevilla, además, fue tía carnal de Trajano y Adriano, que, nutridos por la misma luz que los sevillanos, salieron de Itálica para generar el Siglo de Oro del Imperio Romano. En los años oscuros de la Alta Edad Media, Sevilla fue capaz de civilizar a los godos, esos bárbaros del Norte. Fue aquí, en Sevilla, entonces y para eso, donde San Isidoro compendió los saberes de su época.

En los tiempos de los moros, Sevilla siguió siendo la otra capital de Al Andalus. Hubo reyes que fueron poetas; hubo otros que la convirtieron en la ciudad más amplia de Europa, con un casco amurallado mayor que el de Londres, París o Berlín, que entonces ni existía; y hubo alarifes que nos prepararon la Giralda, la más única torre-lanzadera hacia lo trascendente. Por esa época, además, nos enlazamos establemente con Triana, ese arrabal sólo comparable con el Trastevere, para que nos aportara su savia creativa.

Después, Sevilla llegó a capital del mundo. Antes, durante y después de eso, siguió desempeñando su papel de Gran Dama nutricia en todas las áreas de la vida en sociedad. La historia de la lengua española se puede seguir a través de los escritores sevillanos. En la pintura, tres cuartos de lo propio, y no sólo en el Siglo de Oro. (Un dato: en el Museo Carmen Thyssen de Málaga, el 20% de los pintores allí recogidos y expuestos son sevillanos). En arquitectura, atesoramos un depósito difícilmente igualable. También en la ciencia, en la educación, en la música, en los negocios, en la Iglesia y en la política, Sevilla parió o crió, antes y ahora, gente que marcó pautas en España.

Además de todo eso, Sevilla creó sus modelos de habla, culta y popular, y su Semana Santa, y su Feria, y su manera de ver los toros, y sus modos de vivir el Rocío, y su relación con el flamenco, y sus músicas festeras, y hasta un género de canción que sirvió para que Manuel Vázquez Montalbán escribiera la Crónica sentimental de España. Modelos redondos, que acabaron otros copiando. Sevilla, modelo de Gran Dama. Centrada, segura de sí misma, sin alardes, sin querer competir con nadie, pero modelo de Gran Dama.

Últimamente, sin embargo, a la Gran Dama nos la están sacando a la calle un día sí y otro también. Fuera de tiempo, sin motivos serios y fuera de lugar. Aniversarios de coronaciones, centenarios varios, años de lo que sea…¡Semana Santa todo el año, como las rebajas! A este paso, un día nos convocan a conmemorar el 25 aniversario del estreno de un juego de insignias o del dorado de cualquier paso de misterio. ¿Por qué no?

A lo mejor vendría bien algo de sentido de la medida. Sevilla siempre lo tuvo. Menos desfiles y más vida interior. Menos entremeses y más teatro con argumento. Menos pasacalles y más música a su tiempo. Si no, otros pueden pensar que a la Gran Dama la sacan sus hijos a hacer la calle. Es una opinión.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios