Juan Manuel / Marqués Perales

Podemos todo

Crónica levantisca

05 de septiembre 2014 - 01:00

UNA ciudad habitable es aquella en la que los niños pueden jugar, pero en nuestro caso, y en verano, o les salva un parque o nos dedicamos a parir lagartos de sangre fría. El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, ha talado todos los falsos plátanos de la calle Almirante Lobo, junto a la Torre del Oro, con el argumento irrebatible de los infalibes informes técnicos. Cerca de Almirante Lobo está el Palacio de San Telmo, sede de la Junta de Andalucía. La presidenta andaluza, Susana Díaz, salió ayer de su despacho para dejarse fotografiar en la plaza adjunta a San Telmo. A punto ha estado Diego Valderas, vicepresidente de la Junta, de asumir el mando del Gobierno andaluz. La titular casi se achicharra. Cuando el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra restauró San Telmo, decidió que los árboles que daban a su fachada principal sobraban porque tapaban la belleza del barroco. No gobernaba en Sevilla Zoido, sino el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, que también taló los árboles del inicio de la Avenida de la Constitución. La plaza es hoy un yunque donde el sol demuestra que es el rey.

Zoido, ya corre por la red, va a encabezar la lista de Podemos en Sevilla: podemos los olmos, podemos los plátanos, podemos todo. Pero todo -atención- con informes técnicos; informes que, supongo, faltaban cuando los pequeños arboles fueron plantados en el centro de unos alcorques ridículos, inútiles por su dimensión para ofrecer un sustento de vida duradera a leños más grandes.

Nuestro complejo de sureño ha permitido que las actuaciones urbanísticas ignoren nuestro condicionamiento climático: torres de cristal donde el gasto energético en climatización es inasumible, plazas duras donde es imposible jugar en verano y avenidas peatonalizadas donde el espacio para los carriles bicis se comió al de los árboles. Paseen -ahora no se lo recomiendo- por alguna de las grandes avenidas de lo que fue la Expo 92, y si son capaces de sobrevivir podrán contar la misma experiencia que esos pioneros norteamericanos que atravesaron el californiano Valle de la Muerte. Pero el mal se ha expandido por toda la geografía urbana andaluza: el boom de la construcción trajo urbanizaciones donde los árboles sólo aparecían en los carteles publicitarios y donde, hoy, las gafas de sol son tan necesarias como los zapatos. El árbol es el símbolo de la urbanidad; la sombra que protege de la estupidez; el filtro que barre el polvo. ¿Que ensucian? Claro, y además hay que regarlos.

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