Desde que acabó el ominoso partido en Moscú, hace un par de semanas, los sevillistas anhelaban que llegara el día de la revancha. Por ese doloroso 5-1 y, sobre todo, porque el Spartak, desde esa negrísima noche moscovita, se convirtió en acreditado opositor a una de las dos plazas para los octavos de final de esta Champions. Tanto es así, que los rusos le enseñan hoy la matrícula al Sevilla. Atesoran 5 puntos por 4 del anfitrión, lo que obliga a éste a salir vencedor como sea de la contienda de esta noche para depender de sí mismo en las dos jornadas que le quedarían ya en esta fase de grupos.

Ben Yedder no acertó en esa ocasión sin portero y dos jugadores de campo metidos en la portería rusa, luego cayeron cuatro goles en la jaula de Sergio Rico y ese cruel y engañoso desenlace en Moscú ha situado al Sevilla en una encrucijada: si gana hoy, habrá corregido ese grosero error de hace dos semanas y lo volverá a tener en la mano. Pero si vuelve a perder con el equipo rojo, va a tomar un camino muy distinto que lo abocaría, casi seguro, a la Liga Europa: aun ganando los de Berizzo al Liverpool, sería probable un escenario, cara a la última jornada, con Spartak con 11 puntos, Liverpool con 8 y Sevilla con 7. Y los rusos visitarían ya clasificados para octavos Anfield, así que...

El sevillismo, entre la capital importancia del pulso y las ganas de ajustar cuentas, va a llenar su coliseo y volverá a escenificar otra lujosa noche continental. Poco a poco, el Ramón Sánchez-Pizjuán se está forjando una imagen de bastión casi inasequible en Europa. Los resultados están ahí. Y a esa seguridad, a esa energía, se va a encomendar el aún titubueante proyecto de Eduardo Berizzo para salir hoy del apuro.

Precisamente fue la Juventus, uno de los grandes acorazados continentales, el último equipo que se impuso en Nervión (1-3). Y hace casi un año de aquello: sucedió el 22 de noviembre de 2016 y mucho tuvo que ver en esa derrota el polémico arbitraje del inglés Mark Clattenburg. Desde entonces, han sido 23 las comparecencias de los blancos ante su gente en partido oficial, entre Liga, Copa y Champions, y jamás volvieron a doblar la rodilla.

El Spartak de Moscú no es la Juventus con un balón en los pies ni infunde el respeto arbitral de los piamonteses, pero hace dos semanas evidenció que tiene armas para hacer daño, y mucho, a este Sevilla aún parsimonioso. Los moscovitas son unos diablos en la salida al contragolpe y hoy van a dejarse querer para ver si los sevillistas son tan lentos y descoordinados en su repliegue como hace dos semanas. Las piezas más ofensivas del Spartak, Promes y Luiz Adriano, horadaron una y otra vez al contragolpe el blando sistema defensivo de Berizzo. Y la tremenda efectividad en el remate hizo el resto.

Hoy, a diferencia de Moscú, sí que estará N'Zonzi para evitar esas comodísimas traslaciones hasta el corazón del área sevillista. El equipo es uno con el gigante francés y otro sin él. Y eso que aún no se ha acercado al excelso nivel que lució en la primera mitad de la pasada temporada. Berizzo ensayó con Guido Pizarro junto al galo en el partido ante el Leganés y la respuesta fue un bloque más cohesionado, que apenas concedió a los madrileños llegadas hasta David Soria. Ese positivo rendimiento puede llevar al preparador argentino a repetirlo hoy, en un partido de tanta relevancia y con enemigos tan duchos en la salida rápida.

Blindarse sin la pelota y cortar las acometidas del Spartak lejos del área sevillista será la premisa para convencer a los rusos de que aquel 5-1 fue engañoso y que en Nervión su suerte será bien distinta. Y a partir de ahí, desenredar el partido. Con ritmo, con movilidad. Mucho tendrá que decir al respecto Sarabia, el hombre que reclama minutos y protagonismo de la mejor manera, con golazos y pases de gol. Pero también deben aparecer Nolito o Banega.

Berizzo insiste en que su equipo debe jugar con más profundidad, que sus largas posesiones deben ser más afiladas. Hoy, la ocasión es ideal para que los sevillistas protagonicen un punto de inflexión en la temporada. Porque el partido es de esos que te marcan el destino. La encrucijada, ésta con carteles en cirílico, está ahí: ganar te envía por un camino de horizonte despejado; no hacerlo te adentra en una senda incierta y abrupta y te pone en manos de tus enemigos.