Yo es que de verdad creo que se nos ha ido la olla con esto de la propuesta y de sacar el balón jugado desde atrás mientras el culpable se está riendo de todos nosotros llenándose la boca de palabrería independentista. Ahora que vive fuera de España, claro.

El primer día que fui a entrenar a un equipo de fútbol 7 me quedé atónito cuando, prestos y convencidos, chicos de 9 ó 10 años esperaban pegados a la línea de fondo y a cada lado del área el saque de puerta para empezar a salir. "Está bien que recibáis el balón sin miedo, pero más al pico del área, no ahí. No tenéis capacidad para aguantar la presión que el entrenador rival va a ordenar a sus niños", les decía. En estas edades, la presión alta arriba es como ir con mal estilo, como mandar lobos al rebaño de chiquillos que -muchos- aún no tienen ni la presteza ni la fuerza para sacar el balón desde tan atrás. Pero es lo guay, lo único que valoran en este fútbol en el que, de verdad, nos han comido el coco.

Viene todo esto por algo a lo que aún estoy dándole vueltas sin alcanzar a entender: la crítica gratuita, supinamente desproporcionada y todavía más inoportuna del director deportivo del Sevilla al último entrenador que le ha dado títulos -tres nada menos- a este club. Quiero creer que fue producto de los nervios, quiero pensar que entonará en cuanto pueda aunque sea un "no se me entendió bien", pero el desafortunado hecho merece la catalogación de grave, sin olvidar la presión absurda a la que somete al entrenador actual, al que, claro, sólo se le escucha hablar del balón, tener el balón y hasta ir al baño con el balón. Del "sometimiento" de Sampaoli al "adueñarnos del balón" de Berizzo, cantinelas que, unidas al discurso de Arias de divertir más que con Emery genera una ansiedad innecesaria en la afición, de la que luego no gusta su exigencia.

Detecto cierta dosis de intranquilidad en los protagonistas, demasiadas referencias del técnico a las críticas -ya sabemos que las lee todas- y salvo el prudente silencio de Castro desde que lo reforzó en Valencia, cierta palabrería equivocada que olvida que el sevillismo disfrutó, muchísimo más que ahora, en Turín, Varsovia o Basilea.

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