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Cofradias

El sueño cumplido

Estaba el paso de la Urna en la Plaza del Duque en el momento justo en que uno de los ciriales se apagó dejando una lenta estela de humo, una corriente débil, pero persistente en el tiempo. Al menos, los instantes suficientes como para captar la fotografía del fin de la Semana Santa. Ese cirio apagao, con ese Cristo horizontal, muerto y sepultado, encierra por sí solo el significado simbólico y trascendente de esta semana. Se acabó una gran Semana Santa, con toda su decadencia, con toda su vulnerabilidad -que la tiene-, con todos sus aspectos mejorables, pero grande por cuanto no se vivía una completa desde 2001. Ha sido una Semana Santa con mucho de desquite, pues la primera década del siglo XXI quedará para los anales con un balance nefasto, de Semanas Santas diezmadas, rotas, incompletas. Por ahora, sólo se han celebrado dos de diez con todas las cofradías en la calle. Demasiado pocas. De la trágica de 2000, con aquellos sucesos de los que se sigue ignorando la causa, a los sustos vividos esta Madrugada como un eco desagradable nueve años después.

un sábado feliz

Las cuatro cofradías del Sábado Santo se resarcieron de 2008 pasado por la lluvia con aquella estampa de la Soledad envuelta en plásticos. Los Servitas dejó su catálogo de detalles al que nos tiene acostumbrado. El preste situado tras el paso de palio lució un bonete, probablemente el único de toda la Semana Santa. Un paso de palio al que le tocaron Desamparo y Abandono por Laraña. La Trinidad combinó un repertorio musical acorde con la liturgia del día y con la alegría de su paso de palio, que lució la vara dorada de hermano mayor terciada como señal de luto por el hermano mayor fallecido. Lo vimos tanto a los sones de Rocío como de Virgen del Valle. Lástima que las marchas que se interpretan a la entrada del Sagrado Decreto en la Campana distorsionen las que se le tocan al palio cuando enfila la calle Orfila. El paso de misterio presentó un exorno floral de tonos rojos, denominadas anturios, que llamó la atención. No estuvo exento de críticas por parecer inapropiadas.

El gentío se cuela por donde puede a lo largo de la carrera oficial para contemplar el cortejo del Santo Entierro con todas sus representaciones. Figuran tantas que cualquier día se verán hasta de algunas comunidades de vecinos. Resulta una procesión entretenida para el público, primero intuyendo de qué cofradía son los nazarenos, y después contemplando los chaqués y los trajes de luto de las señoras de las diversas y más peregrinas instituciones.

Cuando aparecen los dos libreas de la Soledad, la Semana Santa íntima y particular recibe el segundo y serio aviso de que esto se acaba. Primero, ese cirial que se esfuma y cuya estela se pierde en lontananza. Segundo, los elegantes trajes de esos servidores que contrastan con esas túnicas inconfudibles, de corte antiguo, de grabados de nazarenos del ayer.

la hora del balance

Con una Semana Santa plena es posible sacar un puñado de conclusiones ciertas sobre determinados aspectos. En primer lugar, las cofradías han estado ajenas a la crisis. Los cortejos tradicionalmente extensos lo han seguido siendo, por lo que las cifras de papeletas de sitio que cada hermandad ofreció en las vísperas han sido corroboradas por la realidad. Los exornos florales tampoco se han resentido. Se han visto de todo tipo, de muy distintas procedenecias y de gran riqueza y variedad. La presumible victoria del clavel (más económico) sobre la rosa (más cotizada) no se ha producido. Se han visto tanto muchas rosas de diversos colores como hermosísimas camelias.

Los horarios no se han respetado escrupulosamente. El Miércoles y el Viernes Santo se registraron demoras de entre 30 y 40 minutos. El mejor día en cuanto al reloj resultó el Martes Santo, que arrastraba ya fama de jornada polémica. La Madrugada se saldó sin mayores problemas, con la Macarena pasando a su hora.

Nadie duda de que los cortejos de las cofradías han ganado en disciplina en las últimas décadas. Se corrigieron muchos excesos y conductas reprobables, sobre todo en las cofradías más populares. Pero se siguen contemplando escenas que no hacen ningún favor ni al sentido de la estación de penitencia, ni al prestigio de las corporaciones. Sigue haciendo falta una labor de concienciación mucho más persistente. Y se demanda más que nunca que los nazarenos que ocupan puestos destacados o relevancia en las comitivas ofrezcan un comportamiento intachable tanto de conducta como de vestimenta. Se han apreciado no pocos nazarenos de presidencia, de cofradías calificadas de serias, con atuendos incorrectamente vestidos.

El gran estreno desde el punto de vista patrimonial fue el paso de la Virgen del Carmen Doloroso, del que habrá que esperar varios años para emitir un juicio con mayor precisión, pues muchos de sus enseres procedían de otros pasos. Impactó la imagen del Nazareno de Pasión sin potencias ni corona de espinas, una decisión tomada el mismo Miércoles Santo. En el apartado musical se ha apreciado un meritorio y plausible retorno a las composiciones clásicas.

lo peor de la semana

La carrera oficial es un vertedero vergonzante. Cada año peor. Cualquier forastero que recorra la calle Sierpes o la Avenida al filo de la medianoche de cualquier día de la Semana Santa puede quedar espantado, pensar que se acaba de celebrar un concierto de rock al aire libre -que seguro que queda más limpio- o cualquier otra manifestación pública menos el paso de cofradías donde tanto prima lo estético y lo barroco. Las cifras de Lipasam reflejan que, al menos los primeros días, se han recogido más kilos de basura que el año anterior. No extraña nada que así sea. La mayoría del público no utiliza las bolsas que se reparten a primera hora de la tarde. El panorama es repugnante y desolador, sobre todo de la noche del Jueves a la Madrugada, cuando los servicios municipales intentan a duras penas restaurar mínimamente la carrera.

El gran negocio lo han hecho los chinos con la venta de sillas plegables a 5 euros la unidad. Hasta el mismo Viernes Santo han mantenido el precio. Estos asientos son la gran novedad en los hábitos del público de estas primeras Semanas Santas del siglo. Los usuarios toman las principales calles horas antes e impiden el deseable fluir de peatones en una y otra dirección. Los tapones han sido considerables en muchos momentos.

La mayoría de los bares han enterrado la tapa, símbolo de la gastronomía local, en favor de las raciones y medias raciones, precisamente en una de las fechas del año que la ciudad recibe más visitantes. En algunos históricos establecimientos del casco antiguo se anunciaba la decisión con el pretexto de "atender mejor al cliente en los días de Semana Santa". Ha debido ser por la crisis por lo que este año se han visto huecos en bares donde en anteriores Semanas Santas era imposible.

Acaba la Semana Santa del Metro, que se ha consolidado rápidamente como un medio de transporte eficaz en estos días, sobre todo para muchos nazarenos. Se vieron en los vagones túnicas de la Borriquita, los Estudiantes, San Bernardo, etcétera. Las reglas de las hermandades tendrán que adaptarse a este nuevo medio de locomoción, porque verdaderamente el Metro es el camino más corto para llegar a muchos templos. El Domingo de Ramos hubo que restringir su uso. Y en la Madrugada registró más de 50.000 viajeros tras funcionar ininterrumpidamente durante toda la noche.

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