Justo lo contrario que en el Camp Nou (1-0)

La crónica

El Sevilla no necesita una imagen atractiva de cara la galería para imponerse a un peléon Eibar. El solitario gol de Fernando Llorente le basta a los hombres de Emery para seguir acumulando puntos en casa.

Foto: Antonio Pizarro
Foto: Antonio Pizarro
Francisco José Ortega

03 de marzo 2016 - 05:02

Nuevo paso al frente de un Sevilla tremendamente seguro al calor de los suyos con tres puntos más en el casillero, esta vez contra un Eibar bien armado para poblar de piernas el centro del campo. Son los datos objetivos, los que valen, en un litigio que tal vez se situara en las antípodas del Camp Nou. Justo tres días antes, los hombres de Unai Emery protagonizaron un hermoso juego, dicen, pero se fueron al vestuario sin ningún rédito y, por tanto, no sería tan bueno. Esta vez, en cambio, todo el botín que se ponía en liza se quedaba para los propietarios del Ramón Sánchez-Pizjuán y eso, los puntos, es lo único que cuenta conforme van transcurriendo las jornadas.

Sé que se puede denominar a quien esto suscribe demagogo, que no es lo mismo visitar al Barcelona de Messi, Luis Suárez y Neymar en el Camp Nou que acoger en Nervión al Eibar de Lillo, Ramis y Dani García, por citar a tres de sus futbolistas y dicho con todo el respeto a ellos por supuesto. Claro que no es lo mismo, por mucho que ambos equipos luzcan habitualmente equipaciones azulgrana, pero el fútbol sólo entiende de una verdad a la hora de efectuar los análisis posteriores y ésta tiene que ver con el resultado final que se registra. ¿O el Atlético de Simeone recibiría todos los piropos que justamente acumula si no fuera porque gana muchísimo más que pierde? Porque su fútbol no puede ser menos brillante.

Por ello, si tres días antes se le echaba en estas mismas líneas agua al presunto buen vino que había ofrecido el Sevilla a quienes vieron su duelo contra el Barcelona, es justo darle todo el valor al triunfo que registraba el electrónico del Sánchez-Pizjuán. Que Sergi Enrich había tenido una oportunidad para igualar en el minuto 83 tras superar a Sergio Rico, claro que sí, eso no se podrá negar; que Saúl Berjón se topó con el guardameta sevillista en la falta previa a los tres pitidos finales, igualmente cierto. Pero, ojo, tampoco conviene obviar en los análisis el resto de las acciones que se han ido produciendo y que da igual en el minuto en el que hayan quedado contabilizada en el recuento. Para empezar, el Sevilla ganó porque Fernando Llorente fue el único que tuvo el acierto de meter la pelotita dentro de la portería rival y eso ya es un factor fundamental para el resto de las puntualizaciones.

Es el summum de la obviedad, por supuesto que sí, pero es que el Sevilla no se quedó sólo en eso. Si la opción de Sergi Enrich fue diáfana, también lo había sido con anterioridad la que tuvo Banega después de habilitarlo Gameiro para que se quedara completamente solo delante de Asier Riesgo. El pleito debió quedar resuelto ahí, pero el guardameta sacó su pie al final.

Fuera del recuento de acciones objetivas, sí hay que convenir que el Sevilla careció de la frescura de otras ocasiones ante su público. Emery, como suele hacer contra el Eibar, renunció a la velocidad arriba y buscó mucho más control a la hora de confeccionar la alineación. Es lo que se debe pretender con Reyes, Banega y Krohn-Dehli, que entraba por Vitolo respecto a la anterior temporada contra los vascos, en la mediapunta. Además, tampoco había chispa en el nueve, pues era Fernando Llorente y éste lo que trataba era de bajar el balón para que llegara alguno de los de atrás en su apoyo. De esta manera el Sevilla trató de evitar la feroz presión que ejercía un Eibar que jugaba a algo parecido pero con muchísima menos calidad y con un fundamentalismo bestial al tratar de recuperar muy arriba.

Esta presión tan habitual en los equipos de Mendilibar fue ahogando paulatinamente al Sevilla, al que ni siquiera el tempranero gol de Fernando Llorente lo ayudó a sentirse aliviado para poder respirar en algunas ocasiones. El plan estaba claro y era buscar las salidas a través de Tremoulinas y Mariano en los laterales, pero parecía imposible, ya que el Eibar no permitía siquiera el juego de toque atrás que suele proponer el cuadro de Emery cuando combina con el guardameta y coloca un tercer central para permitir una salida más aseada del balón.

Era imposible, siempre había dos o tres elementos eibarreses incordiando e invitando a que la solución final fuera un pelotazo arriba para que Carriço, sobre todo el portugués, se evitara los sufrimientos. Una de las razones era que los laterales se iban demasiado arriba en la salida y así quedaba obturada una de las posibles alternativas para salir. La otra era que Reyes no era capaz de quedarse con ningún balón.

Pero Fernando Llorente, cual Julen Aginagalde, había anotado en la segunda que se le presentó y el Sevilla parecía tranquilo pese a ese agobio. El resultado era el mejor colchón, pero faltó la sentencia en alguna contra, sobre todo cuando ya estaban sobre la cancha Vitolo y Gameiro para aprovechar los riesgos que corría el Eibar. Y, claro, el sufrimiento final estaba cantado, pero que nadie se equivoque: la memoria en el fútbol sólo almacena en el arcano los triunfos y éste contra el Eibar lo fue para el Sevilla, todo lo contrario que en el Camp Nou.

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