Molina, como el huevo y la gallina
Málaga - Betis · frente a frente
El bético no pisó el área rival en la primera parte y en la segunda, entre errores propios y ajenos, rondó el gol sin éxito. El paraguayo, mejor asistido, aprovechó el regalo de la zaga.
En muchas ocasiones resulta un buen termómetro del estado anímico de un equipo y de su juego las veces que interviene su delantero. El Betis es ahora un conjunto deprimido y sin fe, reflejo de su fútbol y de un Jorge Molina que tras el doble fallo del pasado jueves desde el punto de penalti estaba necesitado de un espaldarazo para, al igual que el conjunto verdiblanco, recuperar la ilusión. Ni lo uno ni lo otro consiguió. Es como preguntarse qué fue antes, si el huevo o la gallina. ¿Por qué no aparece el punta alcoyano, porque el equipo no llega o al Betis le falta gol porque Molina falla?
El delantero verdiblanco juega con la mochila de que se hable más de las ocasiones que manda al limbo que de los puntos que han dado sus goles esta temporada, en la que es un faro solitario en el ataque hispalense. Eso sí, no sólo por la ausencia de Rubén Castro, sino, sobre todo, por la falta de alguien que en el centro del campo conecte con un pase con él alguna vez. Ahí radicó la principal diferencia en la primera parte entre la aportación de un activo Santa Cruz y la de un desaparecido Jorge Molina, que no recibió ningún balón en las inmediaciones del área rival.
Así, mientras el paraguayo contaba con las asistencias de Eliseu a Fabrice por las bandas y los pases interiores de Tissone, el de Alcoy casi tenía que rezar para que algún compañero encontrara la iluminación con un pase imposible, porque los de Pepe Mel eran incapaces de hilvanar una acción de ataque. Juan Carlos, por la izquierda, apenas lo intentó y Vadillo apostó más por la conducción porque levantar la cabeza era sólo ver manchas blanquiazules en el horizonte. De hecho, el gol de Verdú llegó tras una falta recibida por el canterano al borde del área, precisamente tras un robo de balón de Jorge Molina.
Quizá fue eso lo único que hizo el jugador heliopolitano, perdido en el campo, desanimado. Al contrario que Santa Cruz, que abrió la lata en el minuto 13. Cinco encuentros consecutivos llevaba el Málaga sin ganar; cuatro sin marcar... Hasta que apareció el paraguayo -autor también del primer tanto en Pucela hace cinco jornadas-, que contó con la colaboración de la salida en falso de Andersen para cabecear en primera instancia, y de la pasividad de Jordi y Xabi Torres para rematar posteriormente con la testa de nuevo.
El jugador del Málaga vivía cerca del área bética, mientras que el del Betis tenía que bajar a su campo para recibir. Así, era misión imposible para el alcoyano tener siquiera la oportunidad de disparar.
El panorama cambió algo en la segunda parte. La locura en la que se convirtió el partido, sin centro del campo, mandó a Santa Cruz al banquillo a la media hora de la reanudación casi sin haber tocado el balón. Sin exigir ni siquiera al joven Caro, de mucha menor envergadura, que en el minuto 55 entró por lesionado Perquis. Mientras, Molina pisaba el área costasoleño. Aleluya. Pero unas veces por las individualidades de Vadillo cuando esperaba el pase en el segundo palo (minuto 79); otras porque controla mal en un claro contragolpe (82'); o porque Steinhöfer imprimía demasiada fuerza al balón en su pase de la muerte cuando el de Alcoy esperaba para empujarlo a placer (87'). Lo dicho, el Betis y Molina, como lo del huevo y la gallina.
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