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Mou no elegiría un 'sparring' mejor (4-1)

  • Antes de la media hora, sin necesidad de romper a sudar siquiera, el Sevilla ya le había concedido el triunfo al Real Madrid con el 2-0. El equipo de Emery fue un alma en pena y sólo se dedicó a dar facilidades.

Vuelta a las andadas del Sevilla 2012-2013. El equipo de Unai Emery se convirtió en el mejor sparring posible para un Real Madrid en el que José Mourinho no podía ni soñar siquiera con un entrenamiento mejor con vistas al partido del próximo miércoles contra el Manchester United. Fue el mundo al revés, como si los sevillistas se jugaran la temporada cuatro días después, como si esa vuelta de la semifinal copera ante el Atlético de Madrid estuviera fijada para la próxima semana y no para catorce días después, y la consecuencia de ello fue una goleada sin que los madridistas apenas necesitaran el más mínimo esfuerzo para ello. Cierto que la calidad de Cristiano Ronaldo también tuvo su cuota de responsabilidad para ese resultado, pero eso no puede ser servir como excusa para un Sevilla demasiado blandito. 

Acusar al equipo de Emery de carecer de la hombría suficiente para afrontar un choque de este calibre tal vez pueda figurar en el catálogo de los más exigentes, pero quien así piense tampoco se alejaría de la realidad que expusieron los futbolistas ayer vestidos de rojo en el Santiago Bernabéu. Ni siquiera fueron capaces de transmitirles a sus rivales el mensaje de que podía ponerse en peligro en uno de esos días que el Real Madrid tiene señalado en rojo en el calendario del curso. Al contrario, la única entrada realmente viril tardaría en llegar 80 minutos, cuando todo estaba completamente decidido desde muchísimo antes. Entonces Maduro se pasó de frenada en una acción y se fue a la caseta antes de tiempo al ver su segunda cartulina admonitoria.

Está claro que en ese momento tampoco tenía mayor sentido entrar así, que el Madrid ya estaba tan a gusto en el campo que nada le importaba. Lo curioso, además, es que los anfitriones sí fueron capaces de entrar fuerte a sus rivales y lo hicieron Arbeloa, sobre todo Arbeloa, Kaká, Higuaín e incluso a través del recién ingresado Morata. La cara de perplejidad de Fernando Navarro era curiosa entonces, pues el lateral parecía preguntar en voz alta cómo ese jovencito era capaz de ir tan fuerte por un balón cuando ni él ni el resto de sus compañeros se habían merecido semejante trato por parte del Real Madrid.

Era el colofón a un penoso juego de los sevillistas en el día en el que, según la teoría, mejor le podían ir las cosas para visitar al coloso madridista. Pero para conseguir un premio en semejante coliseo hace falta muchísimo más que ponerse en el campo con las sonrisas profidén en los rostros de los protagonistas, ¿verdad Reyes? Porque después ese estado de relajación se plasma en el juego por mucho que nadie piense que los protagonistas puedan salir a perder un partido desde antes de que el balón eche a rodar por el césped.

Unai Emery ideó en las charlas previas un sistema con cuatro centrocampistas por delante de Maduro, éste casi como tercer central, y por detrás de Negredo, el único delantero más avanzado. Seguro que la intención del entrenador vasco sería que el Sevilla fuera capaz de cerrarle los espacios al Real Madrid y que siempre se sintiera con las espaldas protegidas. Cuando se sitúan las piezas en una pizarra magnética esa táctica está muy bien, el problema es cuando los protagonistas tenían que imprimirle intensidad al juego con los movimientos. Y esa presión no la sufriría jamás un Modric que no habrá tenido un partido más cómodo desde que fichó por los blancos y tampoco los delanteros. Tanto es así que bastó con que Cristiano Ronaldo e Higuaín fueran a un desmarque al espacio entre Coke y Fazio para que todo el edificio sevillista se cayera con estrépito.

Un centro fuerte, sólo eso, fue tocado por Beto, rebotó con cierta dosis de mala fortuna en Fernando Navarro y Benzema miró incrédulo cómo el balón le quedaba en la misma raya de gol sin ningún rival en las proximidades. Bien, a empujarlo y a dar las gracias a un Sevilla tan dadivoso. Después sí llegaría el golazo de Cristiano Ronaldo para recibir mil elogios, es verdad, pero también para desnudar el entramado visitante. ¿Dónde estaban las ayudas a Maduro cuando el portugués lo dribló?, ¿quién era el encargado de salir a hostigarlo al menos a la hora del disparo desde la frontal del área?

El Sevilla había arrojado la toalla antes de la media hora sin necesitar tampoco un fútbol excelso por parte del Real Madrid. Pero ésa es la cruda realidad de este equipo y seguro que Emery sería el primero en cuestionarse sobre las razones para que eso suceda. Mourinho hasta contaba chistes a sus ayudantes después de disfrutar de un sparring tan cómodo. Fazio se encargaría de alegrarle aún más la cara al portugués y a su compatriota Cristiano Ronaldo. El Sevilla había sido un pelele en manos de un Real Madrid que ni siquiera padecería quedarse con diez hombres por una patada de Higuaín a Fernando Navarro, porque las patadas, como los goles, corrieron a cargo del Real Madrid. ¿Y el Sevilla? Tal vez juegue contra el United el miércoles y por eso se ausentó ayer.

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